Diciembre 26, 2024

‘Tú eres la cabeza: eres culpable’

 ‘Tú eres la cabeza: eres culpable’

El gobierno de Benjamín Netanyahu amenaza con lanzar un asalto final a la ciudad de Rafah.

Es la última parada de la frontera de Gaza con Egipto, la tabla de salvación de casi dos millones de palestinos, en su mayoría mujeres y niños. Llegaron hasta allí después de ser expulsados de sus viviendas en el norte, el centro y regiones del sur, reducidas a escombros. Es fácil imaginar el desenlace de un bombardeo masivo, aéreo y terrestre, sobre los miles de tiendas de campaña, donde se amontonan indefensos, sin alimentos, abrigo, medicinas o hasta agua. 

Ya son más de 28 mil civiles asesinados y otros ocho mil civiles desaparecidos bajo los edificios, viviendas, comercios, restaurantes, escuelas, mezquitas, iglesias y hospitales reducidos a polvo.  Poco importa, según el jefe del Estado Mayor del ejército israelí son “animales humanos”.  Sin dudas el objetivo evidente es borrar del mapa a Gaza. Literalmente exterminar la más mínima apariencia de un sitio habitable, incluso para perros o gatos. Liquidar cualquier vestigio de vida civilizada. ¡A fin de cuentas, desaparecer a Gaza como tierra palestina!

Tal vez sea necesario que Netanyahu y su gobierno de extrema derecha, engrosado por fanáticos ultraortodoxos judíos y racistas consiga ese objetivo, para que con su crimen reciba su castigo: el fin del régimen colonial de ocupación militar y apartheid sionista, su sepultura al pie de sus víctimas, en las profundidades de semejante barbarie. 

El espectro de un nuevo holocausto -el genocidio palestino de Gaza-  como lo llaman ya renombrados juristas, tiene perturbado a Netanyahu, que repite amenazas y pronostica “victorias absolutas” que solo pueblan su mente enfermiza, renegada a la derrota que lo obsesiona y sabe que es su única alternativa.  Así se lo remachan en los oídos las masivas concentraciones de israelíes frente a su residencia exigiendo su renuncia, al igual que las hipócritas frases de apoyo del presidente Joe Biden, quien cansado de su torpeza le dedica en privado los peores epítetos. Tampoco duerme bien, tropieza y comete pifias, pensando cómo salir airoso de esta prueba de fuego que lo puede achicharrar.

Biden quiere tener todas las cartas en la mano, pero se le escapan. Intenta controlar a “Israel” (y hace pagar el precio a los contribuyentes estadounidenses) y presiona a la dirigencia palestina, intentando hacerle creer en un apoyo real a la solución del “estado independiente”, pero a su manera, sin interferencia o auxilio de Rusia, China, Irán, la ONU, o cualquier otro desobediente a Washington, mucho menos los vetados y excluidos de por vida “terroristas” de Hamas. 

Es difícil imaginar -diría imposible- que Netanyahu y su corte de políticos y generales genocidas sobrevivan a crímenes de guerra de esa naturaleza. 

Más allá del creciente desprecio interno, manifestado cada fin de semana ante su casa, en Cesarea, Tel Aviv y Jerusalén oeste, es posible visualizar ya su derrota política.  El masivo repudio público internacional lo atestigua en continuas manifestaciones en las principales capitales del mundo y millares de ciudades, famosas universidades o festivales de cine, musicales y artísticas.

En la propia Asamblea General de Naciones Unidas ya se puso de manifiesto una ostensible mayoría contraria a la masacre continuada del pueblo palestino por parte de “Israel”, incluido votos de antiguos obedientes aliados europeos o asiáticos de Estados Unidos, que con su poder de veto evitó y sigue impidiendo la adopción en el Consejo de Seguridad de un cese del fuego de obligado cumplimiento. 

Washington permite que el asesino siga consumando su matanza “a sangre fría” –como la habría descrito Truman Capote si sale de su tumba.

La administración de Joe Biden le ha extendido a Netanyahu licencia para matar, como a los criminales a sueldo. El presidente estadounidense dice una cosa y hace otra, sin reparar, al parecer, en la creciente falta de crédito de sus palabras y gestos, o de sus personeros.  El encargado del frente diplomático, Antony Blinken, niega la certeza visible de la limpieza étnica, reclama protección para los civiles inocentes y habla a favor de un estado palestino independiente, pero después de la derrota de Hamas. El día después… repite.

Están ciegos o no quieren ver la derrota, el fracaso de semejante política permisiva de la impunidad. No les basta la advertencia de la Corte Internacional de Justicia –a pesar de la conocida influencia de Washington para inclinar la balanza- de que un somero análisis permitió presumir, con bastante evidencia, que “Israel” incurre en actos de genocidio. Y por eso requirió a sus abogados presentar informes convincentes de lo que hace para proteger a la población civil palestina.

Tal vez sea necesario que el régimen sionista israelí intente burlarse sin rubor alguno de la Corte de Justicia, de Naciones Unidas, del Papa Francisco, de los miles de millones de habitantes del planeta que a diario ven en los televisores de sus hogares o en la pantalla de sus teléfonos móviles, los crímenes, abusos, torturas, a la luz del día y en vivo. 

Los propios medios de prensa israelíes reconocen que Netanyahu y el gobierno que lo acompaña perdieron la batalla comunicacional a escala planetaria. Incluso diarios afines al lobby sionista en Estados Unidos, reportan con estupor las barbaridades del régimen del apartheid sionista, denunciado con toda claridad desde el siglo pasado por el expresidente Jimmy Carter. 

El gastado recurso de catalogar de “antisemita” cualquier acto público, denuncia o manifestación contra los crímenes de “Israel”, ya no les funciona, a pesar de los cientos de millones gastados en campañas de publicidad encubierta en los grandes medios masivos de occidente.

El gobierno de “Israel” acaba de recibir una clara muestra de repudio político y diplomático de la Cumbre de la Unión Africana en Etiopía, donde sus representantes intentaron ingresar, y fueron expulsados.

Y la Liga Árabe, donde figuran algunos países con los que Tel Aviv logró establecer relaciones diplomáticas, expresó con claridad su firme rechazo a la matanza y el golpe final en Rafah. Naciones influyentes del área como Turquía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Argelia, Egipto, Jordania, han reiterado que solo la creación de un Estado palestino independiente dará una solución justa y duradera al conflicto.

En igual sentido se pronunciaron los BRICS. En particular Sudáfrica que llevó el caso de Genocidio a la Corte Internacional de Justicia. Rusia, que denunció el fracaso de toda gestión efectiva de paz, debido al rechazo de Estados Unidos en su participación, o China, que desde el 7 de octubre demanda que Estados Unidos deje de vetar el cese del fuego en el Consejo de Seguridad “Israel”.

Gobiernos occidentales como los de Francia, España, Bélgica, Noruega, Canadá, o de fuerte peso en Asia, como Australia y Nueva Zelandia, vienen reclamando el fin de la guerra, un alto al fuego duradero que permita abrir vía a negociaciones serias hacia la creación de un estado palestino independiente, donde ese pueblo ejerza su libre determinación.

Netanyahu, su gobierno y el actual Estado de “Israel” encaran una crisis que reclama mucho más que un nuevo primer ministro. 

Los 135 días de crímenes masivos e indiscriminados contra la población palestina, los más de 35 mil muertos, incluyendo alrededor de siete mil desaparecidos, sepultados bajo los escombros, y los más de 65 mil heridos y mutilados, de ellos más de un 70 por ciento niños y mujeres, retratan a una entidad inaceptable en el concierto de naciones, ajena al respeto de los más elementales valores humanos.

A 75 años de la proclamación del Estado judío, como resultado de un proyecto neocolonial, amparado y al servicio de la alianza imperial entre el Reino Unido y los Estados Unidos de América, a fin de garantizar su dominio sobre el Medio Oriente, su posición estratégica y valiosos recursos naturales, “Israel” reveló sus rasgos más intolerables. 

Su creación basada en el despojo violento de un pueblo de su tierra natal, mediante el terror y la limpieza étnica, la ocupación militar, el encierro y la privación de los más elementales derechos, el empleo de la tortura, la represión armada y la tortura, configuran una situación que explica y justifica la rebelión, la lucha de los palestinos por su libertad mediante todos los recursos a su alcance y el amparo de la Comunidad Internacional. Semejante política convierte a “Israel” en un Estado inviable, insostenible, inaceptable. Y reclama, el fin de esas políticas, y la opción por la convivencia pacífica con todos sus vecinos. Cualquier dilación solo agravará todos los riesgos y peligros que representa hoy para la Humanidad.

La campaña militar emprendida por Netanyahu y sus aliados después del 7 de octubre es un fracaso, a pesar de la destrucción de Gaza y el Genocidio de sus pobladores.

El influyente diario israelí Haaretz ofreció este domingo una muestra palpable, al describir como “incendiario” al jefe de gobierno y publicar la foto de uno de los carteles que cubren fachadas de edificios “en rojo brillante, que muestra la mitad del rostro molesto del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, junto a enormes letras hebreas que dicen “Tú eres la cabeza: eres culpable”.

Leonel Nodal / Periodista

Editor