Jesús Cena con pecadores / Pagola
¿Quiénes eran estos pecadores? En tiempos de Jesús se llamaba así a un grupo especial y bien reconocible de personas con determinados rasgos sociológicos.
No hay que confundirlos con el pueblo ignorante, que, al no conocer los innumerables preceptos de la ley, no los cumplían, al menos en su integridad, ni con tanta gente del campo que, después de caer en estado de impureza, descuidaban los ritos preceptivos de purificación. Tampoco hemos de identificar sin más a los pecadores con ciertas listas de oficios que eran objeto de desprecio, sobre todo por parte de los sectores fariseos más rigoristas. Los «pecadores» son más bien personas que han transgredido la Alianza de manera deliberada, sin que se observe en ellos signo alguno de arrepentimiento . No se le aplica a cualquiera ese calificativo. «Pecadores» son los que rechazan la Alianza con Dios desobedeciendo radicalmente la ley: los que profanan el culto, los que desprecian el gran día de la Expiación, los delincuentes, los usureros y estafadores, y las prostitutas. Son «los perdidos».
Jesús sorprende a todos al sentarse a comer con cualquiera. Su mesa está abierta a todos: nadie se ha de sentir excluido. No hace falta ser puro; no es necesario limpiarse las manos. Puede compartir su mesa gente poco respetable; incluso los pecadores que viven olvidados de la Alianza. Jesús no excluye a nadie. En el reino de Dios todo ha de ser diferente: la misericordia sustituye a la santidad. No hay que reunirse en torno a mesas separadas. El reino de Dios es una mesa abierta donde pueden sentarse a comer hasta los pecadores. Jesús quiere comunicar a todos lo que él vive en su corazón cuando se sienta a la mesa con publicanos, pecadores, mendigos, enfermos recién curados o gentes indeseables y de dudosa moralidad: les cuenta la parábola de un hombre que organizó una gran cena y no descansó hasta ver su casa llena de invitados:Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: «Venid, que ya está todo preparado». Pero todos a una empezaron a excusarse.
¿Qué está diciendo Jesús? ¿A quién se le puede ocurrir hacer un banquete abierto a todos, sin listas de invitados, sin normas de honor y códigos de pureza, donde se admite incluso a desconocidos? ¿Será así el reino de Dios? ¿Una mesa abierta a todos sin condiciones: hombres y mujeres; puros e impuros; buenos y malos? ¿Una fiesta donde Dios se verá rodeado de gente pobre e indeseable, sin dignidad ni honor alguno?
El mensaje de Jesús era tan seductor que resultaba increíble. Pero Jesús habla con fe total: Dios es así. No quiere quedarse eternamente solo en medio de una «sala vacía». Está preparada una gran fiesta abierta a todos, porque a todos siente él como amigos y amigas, dignos de compartir su mesa.
El gozo de Dios es que los pobres y despreciados, los indeseables y pecadores puedan disfrutar junto a él. Jesús lo está ya viviendo desde ahora. Por eso celebra con gozo cenas y comidas con los que la sociedad desprecia y margina. ¡Los que no han sido invitados por nadie, un día se sentarán a la mesa con Dios!
José Antonio Pagola – Bizkaia