Diciembre 22, 2024

La memoria del Eros

 La memoria del Eros

Quisiera proponer una pregunta para la discusión: ¿por qué la pandemia, aunque nos priva del contacto corporal, no nos priva del eros? La respuesta que queremos dibujar es que el eros posee memoria. Hay una memoria en el eros humano.

En primer lugar, la recuperación del tema antropológico del eros como dimensión fundamental de la existencia humana.

Eros es sexualidad, pero no sólo genitalidad. También es abrazo, es beso, es celebración de los triunfos y compasión ante la derrota. Eros es vínculo profundo y también añoranza del vínculo. Aunque no nos veamos nos recordamos y deseamos (eso es eros) reencontrarnos y estar con los otros. Recordar es literalmente pasar por el corazón (re-cordis). El eros que tiene memoria o la memoria del eros nos abre la perspectiva de no deshumanizarnos. Somos humanos en esa amorosa vinculación del eros, del philía y del ágape. La vida es un entrecruce de estas tres formas de amar: eros como deseo, philía como amor de hermanos-amigos, ágape o amor de Dios que desciende hacia nosotros.

Un eros sano no es narcisista.

El eros sano es salvador en cuanto va al encuentro del otro pero respetando la diferencia (alteridad del otro). Lo mira pero no lo captura; lo contempla en la distancia que precisa dicha contemplación.

El eros/deseo – dice Olivier Clement – “debe pasar por una verdadera muerte-resurrección”. La resurrección del eros es el paso del eros-Narciso al eros-transformado-en-el-encuentro-humanizador.

Narciso y el pecado son dos modelos que se entienden. Dice Olivier Clement: “el pecado sería más bien, este encuentro ciego, esta ignorancia del otro en ese mismo encuentro que la Biblia llama conocimiento”.

La interacción con los otros, en cambio, tiene más cercanía con el encuentro con lo divino. El Misterio de lo trascendente se abre en el encuentro del eros humano. Podemos descubrir al Otro (Trascendente) en el otro (inmanente).

Dice Olivier Clement: “Y cuando llega, de modo totalmente natural y totalmente sobrenatural, la encarnación del encuentro, esta intuición de la alteridad del otro es lo que permite unir el eros y el ágape, el eros y la ternura; estar más atento al placer del otro que al propio, para que el placer se vuelva intercambio, lenguaje más allá de las palabras” (Clement, Teopoética del cuerpo, p.77).

Somos plenamente humanos en cuanto somos capaces de reconocer a los otros como personas, en su radical distinción.

Juan Pablo Espinosa Arce  –  Teólogo

Editor