“Mucho cuidado que no todo es cuidado”
Desde que Carol Gilligan se percató que la relación entre paciente y enfermo constituía un vínculo especial ha pasado bastante tiempo.
Y lo que luego se llamó ética del cuidado ha devenido en todo un paradigma, con sus pilares y ejes centrales bien definidos. A diferencia de otras éticas, como el utilitarismo o la ética de la justicia, el cuidado se siente más cómodo con el feminismo, o feminismos. Es decir, con una manera de vivir la relación ética en donde no solo la razón es lo que prima, sino también la emocionalidad. Son otras inteligencias -la compasiva, la afectiva, la empática- las que vienen a jugar en la amplia cancha de las relaciones humanas y no humanas. El cuidado supera el dualismo sujeto-objeto, supera relaciones de tipo mercantiles o restringidas a la “devolución”. Apelan más a los afectos, la compasión y la donación. El cuidado se articula con la precaución, la prevención y la protección. En el paradigma del cuidado nos encontramos con que las asimetrías de siempre no contradicen la posibilidad de una reciprocidad. Por eso y aquí radica una de sus principales maravillas, el enfermo también sana al “sanador”. El que cura es curado. No hay sujeto que cura y sujeto que recibe, es la misma relación de cuidado la que construye subjetividades.
Pienso que la ética del cuidado no ha logrado permear nuestras instituciones. Si bien puede suceder que sea el lenguaje el que nos impide referirnos de manera adecuada a la relación de cuidado, mientras que nuestras prácticas efectivamente lo sean. Eso habrá que verlo. No estamos hablando de los profesionales de la salud, solamente. Pues el paradigma del cuidado responde a una ética, es decir a una manera de configurar todo nuestro actuar. Apunta a todas las relaciones que establecemos sean estas con los otros de la comunidad humana, como también con los animales, las plantas y todo el ecosistema al cual pertenecemos.
Hace poco el orgullo nacional se jactaba de la operación que trajo a Chile 117 ventiladores mecánicos desde China. Además de parecerme un tanto exagerado el reportaje, transformando en épica o en espectáculo una operación formulada de manera extraña (avión camuflado, sigilo de la operación, ambigüedad en la información entregada, comentarios de idas y vueltas entre el ministro Mañalich y el Embajador Xu Bu, dinero de privados para éxito de la operación); me provocó un ruido ético su celebración. ¿Quién puede ir a China a buscar ventiladores de esa manera? ¿Qué hace falta para elaborar un plan de esa forma? Mientras veía la orgullosa misión pensaba en las decenas de muertos en las calles de Guayaquil y en los cientos de bolivianos sin casa, sin dinero y sin respuestas. ¿De qué cuidado estamos hablando? Si nos cuidamos solo entre nosotros sin accionar todas las medidas posibles por socorrer al otro desvalido, entonces eso no corresponde a la “ética del cuidado”. El desvalido también es nuestro vecino y sobre todo aquellos países negacionistas donde miles mueren a diario. Pero claro, ese requiere no solo pensar de otras formas, sino sentir. Si seguimos generando medidas asistenciales (y asistencialistas) entonces no estamos situados en el paradigma del cuidado. ¿Cómo actuar en medio de una emergencia? ¿Qué hacer entonces? Es claro que la emergencia requiere medidas de emergencia, pero el cuidado no solo se efectúa ante una emergencia, pues se trata de una forma de actuar, de vivir, de comprender el vínculo y la relación con el otro.
Si deseamos salir de todo esto parados de otra manera la ética del cuidado es fundamental. Ella debe ampliar nuestro horizonte de acción y percibir que ser humano es ser constituido por el cuidado. Nacemos necesitando el cuidado de otro y envejecemos del mismo modo. Se ha dicho que los niños son en general asintomáticos y que no desarrollan la enfermedad; y parece que por eso los olvidamos. Nos preocupan los adultos mayores, pero en realidad seguimos pensando en los y las personas que están en edad productiva y reproductiva. Allí está ausente el cuidado y prima el utilitarismo, el patriarcalismo y el capitalismo.
La ética del cuidado es también política y generadora de cultura. No solo es política, ella es geopolítica, pues genera vínculos de cuidado entre pueblos y territorios. Como ha dicho el pedagogo y cientista político argentino Diego Ramos, el aislamiento no debe ser la coartada perfecta para una nueva colonización mental; debemos mirar más allá, adelantarnos, al menos en la reflexión, a la necesidad de otra ética que forme y conduzca nuestra vida en sociedad. Se nos interpela hoy a nuestra individualidad por otros, a nuestra subjetividad en vista del otro. No perdamos esa oportunidad de darle cauce a la responsabilidad personal en vistas de una colectividad del cuidado. Que los pequeños y grandes triunfos no se agoten en lo individual y mucho menos alimenten nuevos chovinismos y posibles xenofobias. El paradigma del cuidado no conoce fronteras y deja caer por tierra ese viejo adagio de que la caridad empieza por casa.
Pedro Pablo Achondo Moya
Profesor de la Facultad Eclesiástica de Teología PUCV