El cuidado de la misión después del COVID-19
La pandemia del COVID-19 ha acelerado la transformación de la vida humana exigida por el cambio de época que vivimos sin la suficiente conciencia de su profundidad.
– La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia del cuidado en muchas dimensiones de nuestra vida.
– Ha hecho ver tanto des-cuido acumulado por décadas en el modo como los seres humanos nos hemos relacionado entre nosotros, con la naturaleza y con Dios.
– Podemos aprender de ella cómo el cuidado de uno mismo y el cuidado de los otros está íntimamente relacionado.
En la fiesta de la Anunciación del Señor me dirigí a toda el cuerpo de la Compañía con una extensa carta sobre “El cuidado (cura) en el gobierno de la vida-misión de la Compañía en este cambio de época”.
– Quiero invitarlos a leerla con calma y atención, a conversar en las comunidades y obras apostólicas sobre la importancia de mantener la tensión creativa entre la cura apostólica y la cura personalis y los peligros de des-cuidar nuestra vida y des-cuidar la misión a la que hemos sido llamados.
– El des-cuido de una comporta el des-cuido de la otra. El carisma y modo de proceder de la Compañía de Jesús incluye esta tensión.
Desde la encarnación hasta la Pascua Jesús muestra el compromiso radical en el cuidado de la creación necesitada de reconciliación. Sigue actuando en la historia, sigue cuidando de los suyos, como nos lo hace ver con sus “apariciones” a Maria Magdalena, los discípulos de Emaús y los Apóstoles. Jesús cuida de ellos, la llama por su nombre, les indica dónde echar la red para pescar, les prepara el alimento que necesitan después de la faena (Jn 20-21), les abre los ojos y calienta el corazón para que puedan ver y sentir los signos de su presencia.
Dar lo mejor de nosotros mismos a la misión nos exige cuidar el discernimento en común y la planificación apostólica iluminados por las Preferencias Apostólicas Universales. En ellas encontramos indicaciones concretas para articular la cura apostólica y cura personalis.
– Cuidar nuestra vida espiritual nos permite no perdernos en el camino hacia Dios que estamos llamados a mostrar a todos los seres humanos.
– Cobra sentido profundo cuidar la vida de los descartados, multiplicados exponencialmente en esta pandemia como consecuencia de las estructuras injustas de nuestro mundo, incapaces de poner a los seres humanos y al Bien Común al centro de las decisiones políticas locales, nacionales o mundiales.
– Acompañar a los jóvenes es un ejercicio continuo de aprendizaje de lo que significa cuidar el presente y el futuro de la humanidad en el que se renueva el sentido de nuestra vida-misión.
– El des-cuido de la naturaleza ha quedado al desnudo durante la pandemia del COVID-19. Seguirla descuidando es la mayor de las irresponsabilidades de una humanidad que se ha topado con su fragilidad y recibido una estruendosa lección sobre la necesidad y posibilidad de reaccionar como la única humanidad que somos sin distingos de culturas, edades o religiones.
Volver a las fuentes ignacianas nos ha permitido re-leer su vida como una experiencia de ser cuidado e invitado a cuidar. En la Autobiografía Ignacio muestra cómo es conducido y cuidado por Dios mismo. Los Ejercicios Espirituales son el itinerario místico del cuidado de Dios, comprometido con la vocación del ser humano al que cuida a través de la encarnación, muerte y resurrección de Cristo. Todo es contemplado así ad amorem. Y las Constituciones, en sus partes IV, VIII y IX no son otra cosa que el compromiso de quienes gobiernan por conservar y cuidar el cuerpo de la Compañía universal en función de la misión.
La carta sobre el cuidado a la que estoy haciendo referencia se propone avanzar en la rica reflexión de las cartas ex-officio del 2018. Ellas dejan ver con claridad que las dificultades entre cura apostolica y cura personalis se derivan principalmente de la separación entre ambas. Cuando se produce esa dualidad se toma el camino de una separación de competencias entre el Superior local y el Director de Obra que no ayuda en el cuidado de la misión.
Para cuidar la misión, la Compañía de Jesús necesita cuidar de las personas que la hacen posible y forman su cuerpo apostólico. Por ello es urgente aprender a colaborar con laicos y laicas, con el clero diocesano y con otros religiosos y religiosas para trabajar en Compañía, cuidando y dejándose cuidar.
El cuidado exige “abrir procesos” de apertura mental y conversión para liberarnos del clericalismo, del paternalismo, del individualismo y del autoritarismo, que se encuentran en tantos contextos actuales. Cuidar y dejarse cuidar es crecer en Compañía universal, es parte esencial de la cultura de nuestro cuerpo apostólico.
El proceso de reestructuración del gobierno de la Compañía de Jesús ha puesto de relieve el papel de la “delegación” en el ejercicio de la autoridad en el cuerpo apostólico como forma de mantener la tensión del cuidado de todas las dimensiones.
– En unidades administrativas grandes, tanto demográfica como geográficamente, algunas personas reciben autoridad delegada para acompañar distintas áreas de la vida-misión y garantizar su cuidado.
– Se añaden otras formas complementarias que ayudan en la coordinación de áreas apostólicas, en el acompañamiento del desarrollo del plan apostólico o en la articulación de comunidades y obras en una determinada zona geográfica.
En la carta señalo algunos pasos inmediatos que podemos dar en este tiempo de Pascua:
– Cada jesuita y compañero o compañera en la misión puede preguntarse qué puede ayudarlo a crecer en esa transparencia y honestidad que surge de la libertad interior y la indiferencia ignaciana.
– A los Superiores locales y Directores de obra (jesuitas o laicos/as) les pido tomar iniciativas para ayudar a las comunidades y las obras a hacer de la conversación espiritual, o formas similares de intercambio, el modo habitual de discutir los asuntos inherentes a la vida de la comunidad o de la obra apostólica.
– Cada Superior mayor puede preguntarse cómo crecer en su capacidad de dialogar a fondo con los miembros de su Provincia y los compañeros o compañeras en la misión que tienen responsabilidades en ella.
Estamos ante el desafío de construir una cultura del cuidado a través del diálogo en profundidad entre los compañeros o compañeras en la misión de manera que, manteniendo el máximo respeto a la conciencia y vocación de cada uno, se genere un ambiente de discernimiento que ilumine la planificación apostólica de cada obra en el conjunto del plan de cada Provincia o Región a la luz de las Preferencias Apostólicas Universales.
Saquemos el mayor provecho posible de la experiencia de la pandemia COVID-19 para ser capaces en la etapa siguiente de superar todo descuido y poner el cuidado al centro del modo de relacionarnos unos con otros en la vida-misión a la que somos llamados.
P. Arturo Sosa S.J. Superior General de la Compañía de Jesús
Curia General de la Compañía de Jesús – Roma