Los movimientos de masas populares
Después de los últimos acontecimientos de viernes en la noche en Santiago conviene reflexionar a la “desobediencia civil” que fue la llamada a evadir los pagos de los peajes en el Metro. Fueron bandas de estudiantes que saltaron los torniquetes de peaje en las estaciones del Metro en Santiago. Nos podemos preguntarnos de la significación y de la validez de tales manifestaciones inauditas. Vale la pena indagar de los pro y contra de tales operativos llamados “tsunamis”.
Nos sorprende en primer lugar que sean los estudiantes, los de las nuevas generaciones de nuestra sociedad que se involucraron inicialmente en esto. No estaban nuevos en esto, basta recordar las manifestaciones de los pingüinos años atrás. Son los mismos actores, es un descontento que pasa de generaciones en generaciones, lo nuevo ha sido la convocatoria por las redes sociales y por dejar de ser manifestaciones callejeras para pasar a unos actos de una rebeldía civil. .
Estos operativos solidarizaban con el rechazo al alza anunciado de los pasajes del Metro, aunque no les correspondía a ellos por estudiantes, estas alzas, igual, eran costos para su familias. Su movimiento dejó en evidencia un malestar social global. Fue el despertar de la desconformidad de las masas populares.
Fue inspirados en acontecimientos que tuvieron resonancia mundial: Los “chalecos amarillos de París, los de Hong Kong, de Barcelona, de Ecuador, de Venezuela con la diferencia que la convocatoria de los jóvenes chilenos llamaron a un acción rebelde ya que estimaban desatendidas sus protestas en las calles.
Las manifestaciones de las ONG como Greenpeace, las feministas, los indígenas y ahora de los ecologistas aplican esta estrategia de acciones simbólicas que buscan interpelar un máximo de gente en más de desafiar el Poder de los gobernantes.
Significativo es el blanco que escogieron para su acción. El Metro llegó a ser la columna vertebral de todas las actividades de la capital pero está en manos privadas que lograron contratos beneficiosos con el Estado. Por esto el gesto es una doble protesta: contra el Estado y contra de una empresa privada que no tiene otra preocupación que la de ganar plata a cuesta de la ciudadanía que anda a pie.
Los desvanes que surgieron a continuación de esa convocatoria inicial muestran que no estamos de lo todo en la línea de los líderes de la No violencia como Gandhi, M. Luther King, Mandela…Las masas no pueden contener la violencia sin líderes fuertes. Y es otra revelación importante de esta rebelión popular. Hoy en Chile, no hay políticos que interpreten los malestares sociales, el gobierno tiene muchos en contra…Para qué hablar de figuras religiosas que puedan aportar lo suyo.
Cada uno interpretará estos eventos según su ámbito cultural o según sus propias afiliaciones políticas pero en esta página nos corresponde buscar en la fe cristiana unas luces sobre estos acontecimientos.
Que sean los jóvenes que llamen la atención a la sociedad es un signo de los tiempos que tomar en cuenta. Se lee en el Antiguo testamento (Joel 2,28) y en los Hechos (2,28) “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestra hijas profetizarán.” En verdad son los hijos, los jóvenes son los que miran con audacia el futuro y son sensibles a sus posibilidades y peligros. Nosotros los adultos pensamos menos en el futuro, recordamos más fácilmente el pasado, esto nos convierte en defensores del estatus quo y del orden establecido. Los cambios nos molestan. El Cristianismo sería incomprensible sin dar importancia al Futuro. Cristo promete, la Salvación se espera, el Reino de Dios se construye tanto personalmente que socialmente de generación en generaciones.
La disconformidad con el mundo presente es una característica importante de nuestra fe, disconformidad con nuestra propia manera de vivir (la conversión) pero disconformidad también con el manejo del mundo. Rezamos: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Aceptamos con tanta facilidad el Progreso material pero tan difícilmente el progreso social. Hipócritamente nosotros los cristianos que predicamos el amor fraterno, avalamos con fatalismo las desigualdades que masifican los pobres. Nos recluimos detrás de nuestros pastores, pero ellos, estas últimas décadas han dejado de denunciar el peligro de las riquezas, del consumismo y del derroche, han dejado de llamar a la justicia social, están volando en sus espiritualidades… y si no fuera por el último Papa Francisco!!!
Arrebatado lo que hicieron los jóvenes, desencadenaron la violencia, las destrucciones. Quizás es imposible justificar todo lo que pasó pero quien comparte con la gente humilde no tendrá difícil de imaginar las razones de tanta rabia, tanta frustraciones. Somos a menudo clasista e individualista los cristianos porque hemos perdido el espíritu comunitario, la solidaridad, hemos profundizar la grieta entre las generaciones, nos quedamos entre viejos..
Los jóvenes utilizaron la tecnología de las redes sociales para sumarse para la realización de sus actos de rebeldía civil, pero su misma agresividad en emprenderse contra el Metro, el sistema más moderno de movilización en la ciudad nos debe revelar la ambigüedad de nuestros medios tecnológicos. El Metro es considerado como un progreso “sagrado”. Presta muchos servicios pero en el fondo es uno de los símbolos de la esclavitud del trabajo, una manifestación de la aberración de las inmensas urbes cada día más complicadas para vivir. Es un tremendo gasto de movilización considerando la miseria de sueldos y la carestía de la educación. Los jóvenes nos dicen que no consideran el progreso tecnológico como un fin en sí, Es un medio para lo mejor como para lo peor. Costarán los desvanes de estos disturbios pero de toda manera más importantes serán las ganancias de sus concesionarios Y además ¿No tendría que ser gratuita la educación incluida la movilización? ¿No tendrían que incluir en sus costos de producción los gastos de movilización de sus empleados y obreros las empresas, industrias y servicios?
El Cristianismo tiene un mensaje de Liberación, nos puede elevar por encima de todos los progresos ficticios. Jesucristo y su evangelio nos pueden devolver el sentido último de la verdadera hermandad humana y de su desarrollo óptimo en este planeta. Es Él que nos mantiene en la buena dirección del futuro de la humanidad.
Cuando muchos jerarcas de las Iglesias están paralizados en sus corrupciones y encubrimientos, es la hora para que las comunidades cristianas salgan de su pasividad y de su individualismo y se recuperen como luz del mundo, levadura de la masa.
“La religión debe enseñar a la juventud algo que no puede escuchar en ninguna otra parte: darse con el máximo de seriedad y con un espíritu de sacrifico a una meta que en ella misma es fragmentaria y ambigua… Todo es sometido a la ley trágica de la historia…la última palabra que la religión pueda decir al hombre de hoy es una palabra de esperanza”. ( Paul Tillich en La dimensión olvidada).
Paul Buchet
Consejo Editorial de revista “Reflexión y Liberación