¿Qué le pasa al cardenal Müller?
Al otrora poderoso, y todavía prepotente y altivo cardenal alemán, ex prefecto de la Sagrada Congregación para doctrina de la Fe, al Papa Francisco le debe de producir urticaria.
No es posible, si no, los ataques, que suenan a gratuitos, con los que honra al Pontífice cada vez que éste promueve un documento nuevo, o hace alguna declaración especialmente arriesgada, o intenta cambiar no ya algún elemento crucial de la organización curial vaticana, que, por supuesto, provoca las iras del hombretón cardenalicio alemán, sino tan solo con tocar de refilón el nombre de alguna de las muchas realidades intranscendentes del Vaticano, que las hay, y muchas, ya el crítico papal sabelotodo monta en cólera, y se da el lujo no solo de “aconsejar” al Papa, sino de destacar a toda pluma los supuestos defectos y lagunas del proyecto papal.
En este caso, las declaraciones del cardenal Müller a un medio de comunicación alemán, se dirigen contra el borrador de la Nueva Constitución apostólica “Praedicate Evangelium”, que Francisco ha preparado con el consejo de Cardenales, entre quienes, a su vez, Müller no deja títere con cabeza, pues afirma que “existe una sorprendente ignorancia teológica entre los autores”. Es decir, el conspicuo cardenal alemán no solo achaca ignorancia teológica al Papa, que ya es osadía, sino que considera, a lo que se ve, que es el único cardenal con esa sapiencia teológica.
A mí no me sorprenden en grado sumo los excesos intelectuales y verbales del ex prefecto del antiguo Santo Oficio, porque en anteriores polémicas públicas que junto con otros colegas del NO tan Sacro Colegio Cardenalicio montó contra el papa, su concepto de Teología, de Tradición, de Magisterio Eclesiástico, de Evangelización, y de conceptos tan relevantes como Salvación y Redención, me resultaron de rancia escuela. Que si un cardenal puede, incumpliendo su compromiso esencial en su oficio de lealtad con el Papa, poner a éste en situación bochornosa, casi hasta el sonrojo público, los fieles, clérigos o no, podremos, digo yo, ser duros con esos eclesiásticos de “alto standing”, implacables con un hombre que se pasa de misericordioso, como el papa Francisco, y dejar nuestra misericordia y dulzura para mejor ocasión.
Leí en un periodista famoso y brillante que fulano de tal, al ser “cardenal de la Iglesia Católica”, evidentemente, no creería en Dios. Dejaré, a partir de ahora, esa sentencia tan tajante, para adoptar otra menos taxativa, y más probable y factible: que ser cardenal no garantiza ni un espíritu abierto y tolerante, ni, mucho menos, saber Teología, ni sobre todo, tanta como poder corregir alegremente a sus pares, y hasta al Papa.
Y en vez de lamentar, o solo quedarme en esto, que otros altos jerarcas no afeen públicamente esa postura impúdicamente temeraria e inaceptable de un colega de tan alta jerarca eclesiástico, como hicieron con libertad evangélica los primeros cristianos, sea un pobre y simple cura de barrio el que sin acritud, pero con dureza, recrimine el obsceno, imprudente, inoportuno e inadecuado atrevimiento, en el que el cardenal alemán ya es escandalosamente reincidente.
Jesús Urío Ruiz de Vergara