Diciembre 22, 2024

“Tus discípulos no han podido echar ese demonio”

 “Tus discípulos no han podido echar ese demonio”

Una pregunta que muchos nos hacemos: ¿Cómo ha podido pasar toda esta corrupción al interior de la (Santa) Iglesia?

            Meditar un texto del evangelio de San Lucas alrededor de la sanación de un niño enfermo (9, 27ss) nos puede ayudar. Un padre suplica  a Jesús: “He pedido a tus discípulos que expulsarán ese espíritu maligno pero, ellos, no han podido”. Antes de sanar el niño, Jesús reacciona abruptamente diciendo: “¿Generación incrédula y perversa, hasta cuándo habré de soportarlos? “ Y después de sanar el niño, lo entrega a su padre y en medio de la admiración de la muchedumbre por el milagro, le dice a sus discípulos: “Escuchen bien…: el Hijo del hombre va ser entregado en manos de los hombres”. Después de este nuevo anuncio de su pasión, el evangelista concluye: los discípulos no entendieron nada y tuvieron miedo de preguntarle.

A nosotros también, nos pasa de no entender y corrernos de los interrogantes que nos dejan las corrupciones en la Iglesia.  

Para los apóstoles y los que acuden a Jesús, seguir a  un milagrero, alguien que habla bien, alguien que deja entrever su gloria divina en la montaña fue entusiasmante. Esperaban un Mesías victorioso y triunfante. No entienden que les anuncia dificultades, un conflicto que lo llevará a la cruz,  no quisieron ni pensarlo!  La cruz hay que vivirla para entenderla y es lo que nos corresponde a nosotros hoy día.

Igual que para los apóstoles y todas las comunidades cristianas y por más crucifijos que colgamos por todas partes, es la fe en el crucificado que no logramos asumir. No podemos entender la Salvación que opera Cristo sin vivir los escándalos y las perversiones nuestras sin hacerlos nuestros para entender lo que Dios espera de nosotros.

Jesús no se recluyó con algunos amigos selectos lejos de la maldad del mundo. La Iglesia no es refugio (lejos de los vicios!)  Hay que bajar de la montaña. Hay que vivir las incapacidades, los conflictos, las incomprensiones. Y  hay que corregir nuestros yerros, nuestras equivocaciones  y en definitivo seguir Jesús en sus enseñanzas con todos los signos que nos dio.  Él es el Camino.

Vale la pena descubrir que San Lucas coloca esta sanación entre tres  acontecimientos precisos que valen la pena mencionar.  El primero recuerda  la “transfiguración”  la experiencia que Jesús hizo compartir a Pedro, Juan y Santiago en la montaña (9, v 28).   Vieron su gloria de Hijo de Dios y, ellos, quisieron instalarse allí cómodamente en buena compañía pero Jesús les hizo bajar de la montaña. Nuestra religión cristiana no es para volar e escaparse hipócritamente de las perversiones nuestras. Sepamos como católicos poner los pies en la tierra y encarar nuestros vicios institucionales y las perversiones que dejamos surgir.

Después de la sanación del niño  el evangelista cuenta que surgió una discusión entre los discípulos por ver quién es el más grande entre ellos. Jesús reaccionó de manera muy didáctico  poniendo un niño entre ellos y les dijo que el que recibe este niño en su nombre, ese es el más grande (v 46). En la Iglesia, el poder religioso instalado es competitivo y excesivo.  Hoy día, son niños y jóvenes que  están en medio de la Iglesia con sus abusadores y prepotentes encubridores y Jesús nos dice que esos niños y jóvenes son los más grandes para Él. En circunstancias parecidas, San Mateo en su evangelio recuerda unas palabras fuertísimas de Jesús para con los escandalizadores de niños.  Hasta se teme de reproducirlas a aquí pero que el lector vaya a leerlas (Mateo 18,1ss).

Otro  pequeño recuerdo  de San Lucas en torno a este milagro es lo que ocurrió cuando un discípulo reclamó a Jesús por alguno otro que está haciendo milagros en su nombre sin pertenecer al grupo (v49). Y  Jesús le contesta sencillamente que el que no está en contra de vosotros está por vosotros. (v 49). Esta abertura de Jesús contradice todos nuestros sectarismos y nuestras arrogancias.

Así, mucho hay que recoger de este pedazo de evangelio. Es un paradigma, un modelo para los cristianos de todos los tiempos. Creer en Jesús no es quedarse en exaltaciones sentimentales, no es promover manifestaciones religiosas pomposas ni fomentar cultos de milagreros con canonizaciones y santuarios, no está en aferrarse a tradiciones obsoletas.  Está en volver a una lectura adulta del evangelio y sobretodo en buscar vivir de él. Creer es reaccionar a favor de los llamados de solidaridad (de donde vengan), en contra de las desigualdades económicas, el hambre, la violencia, el derroche y destrucción de la naturaleza.

Nuestras incredulidades  fueron por no encontrar mejor manera de organizarnos  eclesialmente desde las bases,  nuestras perversiones, por haber fomentado la hipocresía institucional encubriendo a perversos en diócesis, parroquias, comunidades y movimientos. También nos hemos creído superiores a otras comunidades cristianas olvidando la fraternidad cristiana necesaria frente a un mundo que se paganiza.

Podremos realizar muchos cambios importantes en nuestra Iglesia Católica si pedimos asistidamente  a Dios Padre movilizarnos a cada uno para que venga su Reino.  

Paul Buchet

Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”

 

 

 

 

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