La juventud mundial bajo la lupa
En Roma, doscientos sesenta y siete cardenales y obispos se reúnen en Asamblea General del Sínodo de los Obispos con el tema de la juventud y del discernimiento vocacional.
Este sínodo que se desarrolla estos días es el tercero que convocó el Papa Francisco pero es la décima quinta Asamblea de Obispos desde que Pablo VI innovó con este tipo de cumbre eclesial al final del Concilio Vaticano II en 1965. Algunos años atrás, Benedicto XVI patrocinó un Sínodo sobre la evangelización que selló con su encíclica “La alegría del evangelio”. Los dos sínodos posteriores del Papa Francisco sobre la familia y el matrimonio concluyeron, ellos, con su encíclica: “La alegría del amor”.
Para comprender el significado de estos macros eventos, conviene situarlos en la estrategia inspirada del mismo Concilio que busca fortalecer el rol del Papa como centro de la cohesión y la colegialidad de los obispos. Esta Asamblea se inscribe en margen del gobierno tradicional de la Institución eclesial: la Curia Romana con sus dicasterios o ministerios, en esta nueva estrategia se reconoce al Papa las facultades para reunir un organismo representativo de todos los obispos del planeta. Las “Asambleas generales” o sínodos de obispos son convocadas por él para asesorarlo en materias o problemáticas que, él mismo juzga necesarias plantear.
Conforme al derecho canónico, los participantes al Sínodo son todos clérigos de la Iglesia. Se trata de un diálogo entre jerarcas de la Iglesia. Un Sínodo no es un organismo directivo (no dicta decretos), en él asisten sólo algunos expertos laicos y unos pocos jóvenes. Chile está representado por dos obispos: el Obispo de Arica Monseñor Moisés Carlos Atisha Contreras de Arica, Monseñor Cristian Roncagliolo y Carlos Pacheco de Santiago. Solamente 34 jóvenes participan como oyentes en las sesiones. Por cierto los obispos se reúnen después de haber reunidos más de 100.500 respuestas a las encuestas previas. Se sabe por ejemplo que 16.000 de ellas provienen de Angola pero, de Chile, no se conoce la cuenta de estas respuestas a las encuestas, pero se sabe algo de lo que informó la sola representante chilena en el Sínodo: Silvia Retamales. Vale la pena destacar lo que declaró previamente a las sesiones del Sínodo porque criticó la educación religiosa de la juventud por ser infantil, insistió en la necesidad de formar a la juventud para asumir su rol en la sociedad y declaró que la Iglesia necesitaba cambios estructurales importantes.
En las reuniones de obispos, la metodología tradicionalmente empieza por un análisis de la situación, de la “juventud” en este caso. Los ecos recientes de las primeras reuniones hablan por ejemplo de las discusiones de los obispos sobre la sexualidad prematrimonial de los jóvenes. ..Después buscarán poner su análisis a la luz de la fe para después trazar perspectivas futuras para la pastoral. De todas estas ponencias de los obispos es difícil esperar una transparencia y menos un reportaje de las discusiones en el tema. Se redactará un informe y habrá unas conclusiones finales que se entregarán al Papa para su aprobación y, posteriormente, éste vera la oportunidad de redactar una nueva encíclica sobre el tema.
De estas cumbres romanas, los optimistas esperan verse abrir unas nuevas perspectivas para la Iglesia Católica. Pero no se puede esconder que también muchos feligreses se anticipan algunas nuevas frustraciones. Es cierto que pocas cosas se vieron como frutos de los sínodos anteriores. No se notaron cambios significativos para levantar una “nueva evangelización” y en cuanto a la pastoral matrimonial y familiar, salvo unas pequeñas licencias excepcionales de los divorciados para comulgar, no se vieron otros cambios.
Chile estuvo en el ojo del huracán de la pedofilia y de las corrupciones de mandamases de la Iglesia local; se esperaron cambios jerárquicos y estructurales, pero sin acusar al mismo Papa de la demora de estas rectificaciones, se descubrió lo engorroso de toda la mecánica vaticana, la lacra del clericalismo y el correspondiente tradicionalismo de la feligresía que se marginó poco a poco de todos estos escándalos recluyéndose en sus ritos y devociones personales.
Uno se pregunta legítimamente si la estrategia de los sínodos puede ayudar al Papa a superar las dificultades que tiene con sus contradictores en el gobierno de la Iglesia. Gran parte del episcopado mundial es de la tercera edad, o, ha sido formada y se mantiene en el conservatismo. Los sínodos de por sí no pueden lograr más que el mismo Concilio Vaticano II. La exageración del Magisterio y el miedo a una democratización de la Iglesia pueden ser errores contraproducentes para el futuro mismo de la Institución eclesial sobre todo si no surge desde las bases una renovación laical importante.
El mismo Papa Francisco ha tenido palabras para incitar la juventud, a actuar, a atreverse y a tomar su espacio en la Iglesia. Su testimonio y mensaje personal habla mejor que las largas declaraciones e instrucciones oficiales que se pueden producir. Si, actualmente, no se pueden lograr mejorías en la institucionalidad eclesial que Dios le conceda la Gracia de seguir sosteniendo la esperanza de muchos cristianos que el Reino de Dios viene aún si demora.
Dios quiera que, los profesores de universidades católicas y de los colegios católicos, entiendan que se están haciendo ‘mal’ las cosas porque el Evangelio no les llega a los jóvenes. Que las Parroquias les den más participación a los jóvenes que solo tocar guitarras en las misas. Que los laicos adultos dejen sus enredos individuales para inquietarse de la fe de las próximas generaciones porque en definitiva es la fe en Dios, es la confianza en Jesucristo que asegura el futuro de la humanidad y el nuestro propio.
Paul Buchet
Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación” – Chile