Protejamos la inocencia de nuestros niños de nuevos Herodes
Papa Francisco escribió una carta a los obispos para la Fiesta de los Santos Inocentes, en la que habló, entre otras cosas, de pederastia: «También la Iglesia llora con amargura este pecado de sus hijos y pide perdón».
Proteger a los más pequeños de los «nuevos Herodes», esos que «fagocitan la inocencia de nuestros niños». Es lo que pidió Papa Francisco en la carta dirigida a los obispos en ocasión de la Fiesta de los Santos Inocentes, celebrada el pasado 28 de diciembre de 2016, y que fue publicada hoy por la Sala de prensa de la Santa Sede.
« Una inocencia —escribió el Pontífice— desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, on la pérdida de todo lo que esto conlleva. Miles de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, de mafias, de mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad».
El Papa no ocultó la herida de la pederastia, incluso dentro de la Iglesia: «Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes».
Un pecado, observó Bergoglio, «que nos avergüenza». «Personas —prosiguió— que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños han destrozado su dignidad. Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido, el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del abuso de poder. La Iglesia también llora con amargura este pecado de sus hijos y pide perdón».
«Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes, quiero —insistió el Papa en la carta a los obispos— que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna “tolerancia cero” en este asunto».
Después, Francisco invitó al episcopado a no dejarse robar la alegría de la Navidad. E indicó un modelo: San José. «La alegría cristiana no es una alegría que se construye al margen de la realidad, ignorándola o haciendo como si no existiese. La alegría cristiana nace de una llamada (la misma que tuvo san José) a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos inocentes de hoy. La Navidad es un tiempo que nos interpela a custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida —concluyó Bergoglio. No dejemos que les roben la alegría. No nos dejemos robar la alegría, cuidémosla y ayudémosla a crecer. Hagámoslo esto con la misma fidelidad paternal de san José y de la mano de María, la Madre de la ternura, para que no se nos endurezca el corazón».
Mauro Pianta – ROMA
Vatican Insider – Reflexión y Liberación