Ni Jesús ni los ‘Doce’ fueron sacerdotes
Los problemas relativos a la escasez de sacerdotes, las comunidades sin eucaristía, el celibato, la ordenación de mujeres, etc., determinan, aunque no exclusivamente, la grave situación de la Iglesia. Cada vez vemos asumir el papel de guías o líderes parroquiales a seglares que, por no estar ‘ordenados’, no pueden celebrar la Eucaristía con sus feligreses, como sería su obligación.
Esto no planteaba problema alguno en la Iglesia primitiva, donde la celebración de la Eucaristía dependía sólo de la comunidad. Los encargados de presidir la eucaristía, de acuerdo con la comunidad, no eran ‘sacerdotes ordenados’, sino feligreses absolutamente normales. En la actualidad los llamaríamos seglares, es decir, hombres e incluso mujeres, por lo común casados, aunque también los había solteros. Lo importante era su nombramiento por la comunidad.
Esto no planteaba problema alguno en la Iglesia primitiva, donde la celebración de la Eucaristía dependía sólo de la comunidad. Los encargados de presidir la eucaristía, de acuerdo con la comunidad, no eran ‘sacerdotes ordenados’, sino feligreses absolutamente normales. En la actualidad los llamaríamos seglares, es decir, hombres e incluso mujeres, por lo común casados, aunque también los había solteros. Lo importante era su nombramiento por la comunidad.
¿Por qué lo que antaño fue posible no habría de serlo también hoy?
Si Jesús, como se afirma, fundó el sacerdocio de la Nueva Alianza, ¿por qué no hay de ello la menor mención durante los primeros cuatrocientos años de vida de la Iglesia? Se dice también que Jesús fundó los siete sacramentos administrados en la Iglesia católica. En más de un caso es difícil probarlo, pero en lo que atañe al sacramento del orden resulta totalmente imposible. Más bien, Jesús mostró, con palabras y hechos, que no quería sacerdotes.
Ni él mismo era sacerdote ni lo fue ninguno de los ‘Doce’, como tampoco Pablo. De igual manera es imposible atribuir a Jesús la creación del orden episcopal. Nada permite sostener que los Apóstoles, para garantizar la permanencia de su función, constituyeron a sus sucesores en obispos. El oficio de obispo es, como todos los demás oficios en la Iglesia, creación de esta última, con el desarrollo histórico que conocemos. Y así la Iglesia ha podido en todo tiempo y sigue pudiendo disponer libremente de ambas funciones, episcopal y sacerdotal, manteniéndolas, modificándolas o suprimiéndolas.
La crisis de la Iglesia perdurará mientras ésta no decida darse una nueva constitución que acabe de una vez para siempre con los dos estamentos actuales: sacerdotes y seglares, ordenados y no ordenados. Habrá de limitarse a un único ‘oficio’, el de guiar a la comunidad y celebrar con ella la eucaristía, función que podrán desempeñar hombre o mujeres, casados o solteros. Quedarían así resueltos de un plumazo el problema de la ordenación de las mujeres y la cuestión del celibato.
Esto se aplica sin duda alguna a la Iglesia ‘sacerdotal’ o clerical. Interrogando a los testigos de los tiempos bíblicos y del cristianismo primitivo, llegamos a la conclusión clara y convincente de que episcopado y sacerdocio se desarrollaron en la Iglesia al margen de la Escritura y fueron más adelante justificados como parte del dogma. Todo parece hoy indicar que ha llegado la hora, para la Iglesia, de regresar a su ser propio y original.
+Herbert Haag / Teólogo
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