Realismo cristiano / Paul Buchet
Después de los recientes desacuerdos parlamentarios y de las corrupciones que se descubrieron en las altas esferas de la PDI , apareció en la prensa una declaración pública, un llamado de las confesiones religiosas del país para la Paz y una política de acuerdos. Posteriormente, uno sus firmantes Monseñor Fernando Chomalí arzobispo de Santiago, escribe una carta explicitando su postura al respecto. Estas declaraciones nos invitan a la reflexión por varios motivos.
Primero, las autorías de estas dos declaraciones sorprenden. La primera se da por hablar en nombre de “las confesiones religiosas” pero es difícil que sus 11 firmantes representen objetivamente la diversidad de confesiones y religiosidades existentes en el país. Una convergencia de creyentes nacionales es quizás una utopía pero falta una instancia real que pueda representar la mayoría de las religiones del país. Faltan representantes de religiones importantes del país como los luteranos, los bautistas, los metodistas, Mormones, …La declaración proviene de un grupo limitado de personeros que concordaron para hacer esta declaración.
La redundancia que aporta la carta personal de Monseñor Chomalí en el tema se inscribe en la misma ausencia de representatividad. No es un documento oficial de la CECH, son opiniones personales de uno de los integrantes del documento pluri-confesional.
Se entiende que estas publicaciones quieren salvar el silencio y la ausencia de los cristianos y de los demás creyentes referentes a los acontecimientos dramáticos del país. Además, estas prerrogativas de estos líderes religiosos permiten abrir una reflexión sobre los temas abordados, sobre su conveniencia y su acierto.
El malestar que existe en la población, el deterioro social ha llevado a menudo los jerarcas de las religiones a considerar el Mal del mundo como el terreno favorable para promover la fe de la gente. Aquí, los 11 firmantes insinúan otra perspectiva: Su crítica plantea que esta grave situación puede ser revertida y abogan por requerir mejores actores políticos y ofrecen su colaboración para eso. Se puede preguntar: ¿Será esto un nuevo planteamiento, será esta visión de interpelar a los líderes políticos una visión compartida por la mayoría de las confesiones? ¿Porqué los religiosos no prestaron esta colaboración anteriormente, porqué dejaron marginar la religión en un individualismo sectario? ¿Cómo hemos llegado a religiosidades tan diversas, a menudo ajenas al quehacer social y a una laicidad nada más que tolerante?
Entre líneas se puede leer que los firmantes proponen su aporte como defensores de valores. Citan: la paz, la vida, la propiedad privada, las leyes, se oponen en contra de la droga, del crimen organizado… Por ser discutidos y discutibles a veces los Valores, no se debe olvidar que Dios es “primero” y Absoluto antes de cualquier consideración humana y que la fe en Él es la mejor colaboración que los creyentes pueden aportar juntos a la sociedad.
Las denuncias de corrupciones que emocionan y escandalizan, en sus manifestaciones actuales, son leídas como un drama nuevo. Quien conoce la historia puede preguntarse si nuestra situación nacional actual está realmente tan desmejorada en comparación con las del pasado. Además, ninguna confesión e institución religiosa se debe olvidar el historial vergonzoso de las religiones en el pasado y tampoco los graves conflictos y abusos descubiertos actualmente en las organizaciones religiosas lo que produjo decadencias y divisiones.
Que las religiones acusen la sociedad de sus maldades suena a … hipocresía. Más valdría que toda corrupción civil o religiosa se reconozca cómo esta tremenda debilidad común a nuestra humanidad. ¿Acaso los delincuentes y los enemigos no son nuestros hermanos? Y más seriamente, ¿No serán exageradas las criticas religiosas cuando condenan en lugar de hablar en una perspectiva de salvación.
Cada religión tiene que aportar la riqueza de su fe. La fe es confianza que Dios ayuda y salva. Por cierto, es importante que las religiones diferencien la misericordia divina de la Justicia humana. Algunos otorgan a la justicia civil una autoridad casi divina y otros desvalorizan la Justicia divina atribuyéndole condenaciones eternas implacables. La paz y la seguridad ciudadana son la labor difícil de las leyes y la justicia humana que tienen el rol de mantener el orden social. Las religiones, mantienen doctrinas y posturas muy ambiguas cuando proponen soluciones que no les corresponde. En la primera tentativa de nueva Constitución, se escucharon voces religiosas que proponían la libertad de conciencia, en la segunda muchos religiosos incitaron a votar en contra. No se entiende que se siga buscan otro acuerdo legislativo cuando, en las poblaciones, existe una confusión generalizada para el futuro del país.
La acusación de incapacidad de los actores políticos, de la falta de consensos y de acuerdos es una denuncia objetiva pero ¿los firmantes de la declaración no deberían empezar por casa porque el testimonio espantoso que dan las religiones es una manía de divisiones, de rivalidades, de desacuerdos. Lindas palabras y buenos sentimientos pueden existir en las cúpulas pero el panorama de las religiones es lamentable desde adentro y desde a fuera. Urge que cada confesión religiosa establezca una pastoral de diálogo interno e interreligioso en todos los niveles para un intercambio de interpretaciones propias de lo que creen y esperan. En las instituciones religiosas, el díalogo es caridad.
El llamado final de la declaración recuerda la imagen muy chilena de la solidaridad nacional frente a las catástrofes, esta se hizo tradicional y su mención es lo más positivo de la declaración. La sociedad civil logró innovar con la Teletón, se espera que, a futuro, las confesiones religiosas se unan para dar el testimonio de un organismo inter-confesional nacional de apoyo a las víctimas. Más que la figuración en declaraciones, una tal innovación sería la mejor manera para los creyentes para demostrar su amor para la casa común.
Las particularidades que aporta Monseñor Chomalí en su mensaje; “Mañana será tarde”, aportan algunas precisiones acerca de los daños que crea el crimen organizado: “la deserción escolar, las armas en destajo y el trafico de drogas”. También subraya la inseguridad de los asaltos, la pauperización de la educación pública, las amenazas de los usureros a los comerciantes, el hacinamiento de las cárceles, unos partidos políticos ensimismados en su batalla electoral. Delante este panorama que avala el sentir popular, le hace acusar la gestión del Estado de irresponsabilidad frente a una catástrofe que dice inminente.
Don Fernando, puede hablar de la desesperanza y de la pérdida de confianza de la gente pero se esperaría de quien tiene el rol de representante de los católicos un mensaje más esperanzador, una buena nueva. Las profecías apocalípticas son un género literario en el Nuevo Testamento pero es necesario recordar la parábola de la parábola de los talentos o la del sembrador para entender el camino del Reino de Dios en la historia. La misión de Cristo se anunció como una realización positiva y no como un desplome general amenazador. La Iglesia debe ser una levadura en la masa y no un arca de Noé vetero-testamentaria.
En su llamado a los católicos políticos don, Fernando recurre a los valores democráticos para promover el diálogo buscando a Jesús como “modelo” para no devolver el Mal por Mal. (Esta diminuta referencia a Jesús contrasta con la expresión final de su “confianza puesta en Dios y la Santísima Virgen tan amada y venerada por los chilenos”). Es exagerado pedir al diálogo social humano alcanzar una calidad de amor como fue el amor incondicional de Dios al salvar los hombres. Últimamente, esta postura de diálogo incondicional fue criticada por algunos políticos que rechazan, por ejemplo un diálogo con la Cam. El recurso “diálogo” para los conflictos se entiende mal cuando no se considera como una “metodología” de encuentro o de conversación. Esta metodología resulta cuando ambas partes llegan a un grado mínimo de autocrítica recíproca.
Los manejos del mundo tienen su problemática y su ciencia y, la evangelización tiene el Espíritu de Cristo prometido. Los tiempos son difíciles para el Estado y la sociedad, como para las Instituciones eclesiales, para todos, el recurso “diálogo” puede servir siempre que empiece por una conversión; vale decir autocritica.
¿Cómo vas a decir a tu hermano: «Deja que saque la mota de tu ojo», cuando tú tienes una viga en el tuyo? (Maeo7,1-5).
Paul Buchet / Consejo Editorial de ‘Reflexión y Liberación’