La Palabra de Don Raúl nos señala un camino
El Cardenal Raúl Silva Henríquez, fue un leal amigo del Presidente Salvador Allende. Fue uno de los primeros en saludar al nuevo Presidente en 1970 y estuvo, incansablemente, buscando caminos de diálogo hasta día antes del fatídico golpe de Estado de 1973. Hoy, recordamos fragmentos su ‘Testamento Espiritual’.
“Mi palabra es una palabra de amor a Chile. He amado intensamente a mi país. Es un país hermoso en su geografía y en su historia. Hermoso por sus montañas y sus mares, pero mucho más hermoso por su gente. El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y muy leal. Se merece lo mejor. A quienes tienen vocación o responsabilidad de servicio público les pido que sirvan a Chile, en sus hombres y sus mujeres, con especial dedicación. Cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad.
Mi palabra es una palabra de amor a los pobres. Desde niño los he amado y admirado. Me ha conmovido enormemente el dolor y la miseria en que viven tantos hermanos míos de esta tierra. La miseria no es humana ni es cristiana. Suplico humildemente que se hagan todos los esfuerzos posibles, e imposibles, para erradicar la extrema pobreza en Chile. Podemos hacerlo si en todos los habitantes de este país se promueve una corriente de solidaridad y de generosidad. Los pobres me han distinguido con su cariño. Sólo Dios sabe cuánto les agradezco sus muestras de afecto y su adhesión a la Iglesia.
Mi palabra es una palabra de amor especial a los campesinos que trabajan con el sudor de su frente y con quienes compartí desde mi infancia. En ellos hay tantos valores que no siempre la sociedad sabe apreciar. Quiero pedir que se los ayude y se los escuche. A ellos les pido que amen y que cuiden la tierra como un hermoso don de nuestro Dios.
Mi palabra es una palabra de amor a los jóvenes. En los primeros y en los últimos años de mi ministerio sacerdotal a ellos les he dedicado de un modo especial mi consejo y mi amistad. Los jóvenes son buenos y generosos. Pero necesitan del afecto de sus padres y del apoyo de sus profesores para crecer por el camino de la virtud y del bien. La Iglesia y Chile tienen mucho que esperar de una juventud que está llamada a amar con transparencia y cuya voz no puede ser desoída.
Mi palabra es una palabra de amor a todos. A los que me quisieron y a los que no me comprendieron.
No tengo rencor. Sólo tengo palabras para pedir perdón y para perdonar.
Sólo tengo palabras para agradecer tanta bondad que he recibido.
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