Diciembre 30, 2024

Políticos ejemplares

 Políticos ejemplares

Quizás más de algún lector se sorprenda por el título de esta columna y se pregunte dónde están esos políticos ejemplares.

Partamos diciendo que por cierto que los hay, hombres y mujeres, que están haciendo su importante servicio y necesario trabajo en medio de una caterva de aprovechadores y oportunistas que miran el interés de su propio bolsillo o los intereses económicos e ideológicos de sus propios grupos y partidos en vez de tener la vista puesta en el bien común de todos, que siempre comienza por el bien de los que viven situaciones más precarias.

En varias ocasiones he escrito alguna columna dedicada a recordar a un político ejemplar que, con su vida, nos ofrece algunos criterios para reconocer a los buenos políticos y, también, para animar la tarea de los hombres y mujeres que en la acción política están llamados a ser los servidores del bien común. Me refiero a Tomás Moro, que vivió en Inglaterra hace quinientos años, ejerciendo uno de los principales cargos políticos del país. Era el “Lord Canciller” del reino de Inglaterra, y honró su misión de servicio público hasta entregar la vida por su honestidad, por su servicio al bien común, por la fidelidad a su conciencia y a su fe cristiana.

Al recordar la figura de Tomás Moro, se podría objetar que un personaje de un pasado lejano tiene poco que decirnos en nuestro tiempo, pero sucede que cuando la acción política se encuentra tan desprestigiada por culpa de actores corruptos o incompetentes, en medio de las descalificaciones mutuas de los mismos políticos y de invocaciones a una supuesta superioridad moral de unos o de otros, se desatan pasiones que impiden el juicio sereno, cayendo en las injustas generalizaciones que meten a todos en el mismo saco. Muchos actores políticos parecen creer que la razón está sólo de su lado, mientras la gente común se cansa de tantas palabras confusas, medias verdades, incompetencia, mentiras y corrupción. Cuando esto sucede, es necesario buscar en los mejores ejemplos de la historia los estímulos que ayuden a levantar la mirada hacia el ideal de un servidor público honesto.

Tomás Moro fue un gran hombre como abogado, como político, diplomático, escritor, esposo y padre de familia. Era una persona que amaba al mundo y sus valores creados por Dios. Fue un hombre de notables cualidades intelectuales y de una gran cultura humanista; entre sus escritos está una importante obra de filosofía política titulada “Utopía”. Al mismo tiempo, Tomás Moro era una persona humilde, simpática y decididamente optimista.

Resulta que, en su cargo de Canciller de Inglaterra, Tomás Moro se encontró en una situación muy complicada, pues el rey Enrique VIII intentaba solucionar sus conflictos matrimoniales de manera torcida a las leyes entonces vigentes, y sostenía la curiosa pretensión de convertirse en la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Tomás Moro, según su sentido de justicia, no podía aceptar esos propósitos del rey.

Tomás Moro amaba la vida, su familia, sus amigos, gustaba de sus éxitos profesionales; pero sabía bien que todo esto es relativo y que en la fidelidad a la propia conciencia se juega la fidelidad al único absoluto que es Dios. Así, en la hora del conflicto siempre prevaleció la fidelidad a su conciencia, por sobre los mandatos injustos y absurdas pretensiones del rey. Esta fidelidad le significó una larga prisión y ser condenado a muerte. Fue decapitado el 6 de julio de 1535.

En su vida pública, Tomás Moro no era un predicador ni un sacerdote o pastor; era un cristiano laico que, ejerciendo uno de los más altos cargos del reino, participaba activamente en la vida de su comunidad parroquial. Era un político que, en medio de los asuntos de gobierno, tenía muy claro que en la fidelidad a la propia conciencia se juega la honestidad del servicio público, pues la conciencia no puede ser un objeto negociable; así, no dudó en vivir esta fidelidad hasta dar la vida por ella.

Tomás Moro en su honesta vida de servicio público, en el testimonio de la fe cristiana que lo animaba, en la fidelidad a su conciencia, es reconocido como un santo, como un cristiano ejemplar, tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Anglicana, y se le recuerda el 22 de junio. Santo Tomás Moro, es considerado el patrono de los políticos, particularmente de los cristianos que actúan en política.

Ciertamente, hay muchos políticos ejemplares, y hoy necesitamos hombres y mujeres que actuando en el mundo de la política sean servidores de la verdad y la justicia en la búsqueda del bien común, y testigos de que la propia conciencia no es una mercancía negociable. Esto es lo que muchos ciudadanos esperamos de los políticos y deseamos para nuestro país en estos tiempos complejos que, al mismo tiempo, están cargados de esperanzas.

Marcos Buvinic  –  Punta Arenas

La Prensa Austral  –  Reflexión y Liberación

Editor