Elijamos ‘la vida y el bien’
‘La grandeza y la miseria del hombre forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y el mensaje de Blaise Pascal, nacido hace cuatro siglos, el 19 de junio de 1623, en Clermont, en el centro de Francia. Desde niño ya lo largo de su vida buscó la verdad. Con razón trazó los signos, especialmente en los campos de las matemáticas, la geometría, la física y la filosofía. Hizo extraordinarios descubrimientos temprano, tanto que alcanzó una fama considerable. Pero no se detuvo allí. En un siglo de grandes progresos en muchos campos de la ciencia, acompañado de un creciente espíritu de escepticismo filosófico y religioso, Blaise Pascal se ha mostrado como un infatigable buscador de la verdad, que como tal permanece siempre “inquieto”, atraído por nuevas y más profundas horizontes’. (Francisco en “Sublimitas et miseria hominis”).
El Papa Francisco dedica un documento oficial al célebre filósofo francés. El Papa publica la carta apostólica “Sublimitas et miseria hominis” 400 años después del nacimiento de Blaise Pascal (Clermont-Ferrand, 19 de junio de 1623 – París, 19 de agosto de 1662), afirmando: el cristiano no debe enarbolar la fe como una certeza a imponer ; muchas veces se trata de escapar de la muerte o de dominarla, la fe cristiana no es una forma de exorcizarla.
El tema de la partida y su significado está entre los temas abordados por el Pontífice: “Nosotros mismos sabemos bien que a menudo tratamos de huir de la muerte, o de dominarla, pensando que podemos ahuyentar el pensamiento de nuestra finitud o privar a la muerte de su poder”. y echa fuera el miedo. Pero la fe cristiana -señala- no es una forma de exorcizar el miedo a la muerte, sino que nos ayuda a afrontarlo. Tarde o temprano, todos pasaremos por esa puerta. La verdadera luz que ilumina el misterio de la muerte procede de la resurrección de Cristo”.
Y luego, exhorta el obispo de Roma: como cristianos “debemos alejarnos de la tentación de enarbolar nuestra fe como una certeza indiscutible que se impondrá a todos”. Blaise Pascal tenía “ciertamente la preocupación de hacer que todos se dieran cuenta de que ‘Dios y la verdad son inseparables’. Pero sabía que el acto de creer es posible por la gracia de Dios, recibida en un corazón libre», recuerda Jorge Mario Bergoglio.