Diciembre 30, 2024

Hay 23 guerras abiertas / Andrea Riccardi

 Hay 23 guerras abiertas / Andrea Riccardi

ANDREA RICCARDI FONDATORE COMUNITA’ SANT’EGIDIO

Para los cristianos, la paz es una misión antigua: por eso deben recordar a todos los pueblos heridos por la violencia y el odio.

Lamentablemente, no habrá tregua navideña entre Ucrania y Rusia. Se esperaba con fuerza que así fuera. Las raíces cristianas comunes de los dos pueblos, que nacieron con el bautismo de Rus y vivieron durante mucho tiempo en la comunión de la misma Iglesia ortodoxa, deberían haber favorecido este paso. Así las cosas, existe el peligro de que la guerra no termine. La Navidad, para los cristianos, habla de paz.

La expresión más fuerte del mal es la guerra. Sin embargo, domina nuestros días. Y no solo en Ucrania. El conflicto de Ucrania nos afecta a los europeos por su proximidad geográfica y por los refugiados que hay entre nosotros.

Hay muchas otras guerras en el mundo: 23 conflictos activos de alta intensidad, a los que hay que añadir otras situaciones de tensión abierta o latente. En Nagorno-Karabaj, los armenios y los azerbaiyanos viven una tensión peligrosa tras los enfrentamientos que obligaron a Armenia a retirarse de una parte de la región. Los azerbaiyanos han cortado el suministro de gas y las conexiones por carretera con Armenia. Turquía está preparando una intervención contra los kurdos en Siria, acusándolos de complicidad en un ataque a Estambul: ¿qué pasará con ellos después de que hayan resistido a Estado Islámico?

Por otra parte, hace más de diez años que Siria no tiene paz, a pesar de que en las principales ciudades ahora hay más seguridad. Hay jóvenes que en sus vidas solo han conocido la guerra, que estalló en 2011 y nunca ha terminado. En este mundo global con tantas interferencias políticas y con armas muy poderosas, los conflictos a menudo no terminan. La paz, cuando se pierde, es difícil de recuperar. Lo saben en Yemen, campo de batalla entre los hutíes, los chiíes apoyados por Irán, y los suníes, respaldados militarmente por Arabia Saudí desde 2015. Proliferan los grupos yihadistas y otras fuerzas militares. El mundo ignora el dolor de los yemeníes, que sufren por los enfrentamientos armados, las minas sin explotar y el hambre, mucha hambre. La situación está estancada, mientras que gran parte del país (incluido el patrimonio artístico) ya ha sido destruido.

Las guerras destruyen a la humanidad: a los seres vivos, su historia, su cultura. Pienso en Tigré, una tierra maravillosa por sus recuerdos cristianos: las tropas etíopes luchan con los tigreños junto con los eritreos y las tropas de varios grupos étnicos etíopes. Mientras tanto se desmorona Etiopía, el único país africano con una larga historia independiente, un baluarte en las relaciones internacionales del continente. El cuerno de África es una zona de peligrosa inestabilidad. Somalia, un estado fracasado, está abandonada a una violencia sin fin, empezando por la de los islamistas radicales de Al-Shabaab. El islamismo radical es el protagonista de muchas crisis: en Mali, Burkina Faso y otros países. No es solo una cuestión religiosa, sino que la violencia fundamentalista se traslada al terreno de los conflictos étnicos y sociales. Esto es lo que está ocurriendo en el norte de Mozambique, que este año ha celebrado 30 años de paz recuperada en 1992. Hoy, casi ochocientos mil mozambiqueños han huido de la amenaza terrorista del norte.

Este ‘viaje’ a través del dolor de las guerras del mundo no incluye muchas otras situaciones. Pero en Navidad hay que recordar los nombres de los países y las tierras en guerra.

Un cristiano no tendrá paz hasta mientras el mundo no esté en paz. Estamos viviendo, dice el papa Francisco, una «guerra mundial por partes». Con la oración, el recuerdo y la acción, todos podemos hacer algo para que se haga realidad la palabra de Isaías que se lee en la liturgia de la noche de Navidad: «La bota que taconea ruidosa y el manto empapado en sangre serán para la quema, pasto del fuego».

Los cristianos de nuestro siglo, herederos del siglo XX que han vivió masacres atroces, guerras y el Holocausto, tienen una especial sensibilidad por la paz: es una misión antigua. Clemente de Alejandría enseñaba: los cristianos son eirenikon Genos, una raza pacífica. Un pueblo de pacíficos que le recuerda al mundo que la paz siempre es posible y, sobre todo, es un deber.

Andrea Riccardi – ROMA

 

Editor