Hay que salir del dogma Neoliberal
La guerra de Ucrania nos acerca cada vez más a una crisis alimentaria global.
Crisis que no es consecuencia únicamente de este conflicto, sino que ya venía larvándose desde muchos meses atrás, y cuya causa principal es la dependencia del actual modelo agroalimentario de los hidrocarburos. Todo el sistema depende del petróleo y del gas, como los fertilizantes nitrogenados, transporte, producción, plásticos… Tenemos un sistema sumido en una crisis que ya sabemos que no es coyuntural y esto es determinante a la hora de decidir qué medidas se han de poner en marcha.
Ya lo vimos en la pandemia, cuando el sistema alimentario globalizado empezó a evidenciar síntomas de una enorme fragilidad, mercados que cerraban o poblaciones absolutamente dependientes de la importación de alimentos básicos. En ese momento el grito de las instituciones fue a reforzar más si cabe a los grandes operadores del sistema alimentario industrializado, justamente el que estaba fracasando, justamente lo que nos había llevado a esa situación. Simplemente, porque ese es el guion establecido y eso es el negocio.
No hemos acabado la pandemia que ya nos encontramos en otra quiebra del actual sistema alimentario. Una situación ya está derivando en una crisis alimentaria global, que por supuesto afecta y afectará todavía más a los países más pobres, que más renta familiar dedican a la alimentación y que dependen de los mercados internacionales para su abastecimiento. Con subidas del trigo del maíz o el trigo tan dramáticas y que parecen no tener fin, no hay forma de asegurar a corto plazo en abastecimiento para toda la población.
Todo lo contrario, son estas medidas, y muchas que faltan todavía, las que nos permitirán recuperar nuestra soberanía alimentaria, tener un sistema alimentario mucho más resiliente y diversificado. Para ello es urgente que nuestros gobiernos rompan el catecismo neoliberal alimentario, hay alternativa a su globalización, a su dependencia de energía fósil, a su degradación medioambiental y climática.
Queremos decir que hay medidas urgentes y alternativas a esta carrera contra la crisis alimentaria. La primera de elllas es que se establezca un plan global para asegurar la dotación de alimentos, suministrar alimentos a las zonas más castigadas por el aumento de precios, exigir a los estados aumentar su contribución como donantes al desarrollo de las producciones agroecológicas y campesinas en países del sur y, además, exigir la prohibición de prácticas de especulación alimentaria, transparentar y movilizar los stocks de cereales disponibles en este caso europeos, priorizar las poblaciones con más necesidad y aplicar una moratoria a la plantación de agrocarburantes, dedicando el mayor porcentaje posible de tierra a la alimentación humana.
La solución no es más dogma capitalista, sino menos, no más libre mercado, sino menos, no más dependencia, sino menos, no más energía, sino menos, no más contaminación, sino menos, no más oligopolios, sino menos, no más desconexión ambiental, sino menos.
El actual modelo alimentario llevaba décadas mostrando su agotamiento, pero hoy en día, su agonía es ya del todo incuestionable. Todo el mundo lo sabe, pero parece que nadie se atreve a admitirlo. La realidad, siempre tozuda, lo hará por nosotros.
Javier Guzmán; Director de Justicia Alimentaria / Madrid