Cristianos frente a la derrota
Una impresión generalizada de derrota se está propagando actualmente y se propaga más rápido que el mismo contagio viral.
El desarrollo privilegiado que hemos vivido durante las últimas décadas perdió su brillo. Para el común de la gente estas frustraciones se agravaron en los tiempos de fiestas y de vacaciones, los síntomas de estrés, de angustias, de críticas irracionales y a veces la agresividades violentas lo revelan. Todos anhelamos ver la salida del túnel pero la verdad es que estamos profundamente estremecidos porque tenemos la sensación de un fracaso. Ocurrió algo irreversible, hemos perdido nuestra seguridad. Se vivieron cambios sociales acelerados últimamente y de repente aparece este covid-19 que trastorna el planeta entero. Ya pasaron varios meses pero ¿hasta cuándo? No se sabe si mejor abrir o cerrar fronteras, casarse, tener hijos o no, el empresario no sabe que hacer, los viejos no saben qué pasará con ellos, no se sabe si se podrá prescindir del petróleo y descontaminar el planeta, no se sabe si conviene controlar las finanzas mundiales o dejar el libre mercado, si invocar los Derechos humanos contra los excesos de la policía o reforzarla para la lucha contra la delincuencia y la anarquía, no se sabe si encontrar políticos incorruptos o si en el futuro son las protestas de la calle que deben regir, no se sabe si el laicismo va remplazar la espiritualidad y la religión, no se sabe si creer en Dios o no, si los templos sirven o no …
Se enfrentan las crisis, se superan los conflictos pero esta pandemia es distinta, corren sentimientos más angustiosos de fracasos, nos sentimos amenazados. ¿Será que esta Pandemia global este derribando nuestra cultura del éxito, de la competencia, de los ganadores? Empezamos a pensar que se está quebrándose nuestro sistema de producción-consumo, empezamos a creer los que hablan de la esclavitud del dinero y del número creciente de victimas pero ¿cómo cambiar los poderes tan grandes?
El barullo de las redes sociales y las interminables estadísticas y estrategias sanitarios cubren las escuetas voces de la inteligencia, de la política y de las religiones.
Quien sabe de historia sabe que muchas civilizaciones desaparecieron y por más que las tecnologías y las ficciones nos predicen una conquista del espacio, los paleontólogos nos revelan que desaparecieron los dinosaurios y que esto podría pasar a nuestra especie humana?. Esas dudas existenciales contagiaron todos: grandes y chicos.
¿Qué dicen las religiones, que dice nuestro cristianismo respecto a estas angustias? Muchos creen todavía en Dios pero ¿no será Dios primero que se debería cuestionar por un desastre que pone en peligro la humanidad misma.
Las religiones tienen distintas posturas respecto al “Mal”. Los budistas promueven un desprendimiento de las emociones negativas para encontrar la paz en todas las circunstancias, los islamistas dicen (como la Biblia antigua:) “si se recibe de Dios lo bueno, porque no recibir el mal, “inch allah”, los Cristianos piden a Dios “líbranos del Mal”, los evangélicos ruegan de manera más individual, los católicos de manera más universal.
Ni a Marx ni a Freud le interesaba en realidad el tema de Dios pero, para ellos, son las religiones que hay que denunciar por sus impactos problemáticos en la gente. Por esto es necesario revisar las posturas y interpretaciones religiosas frente a los peligros de la existencia humana.
Tradicionalmente las religiones se plantean como alternativas al miedo y a la desesperación. Vale la pena recordar por ejemplo el viejo mito del diluvio que ve en el arco iris la promesa de Dios que no habrá más peligro de desaparición de la raza humana de la faz de la tierra. La Biblia Antigua relata en todas sus páginas cómo Dios se ingenió en la historia para “salvar” a los hombres de sus fracasos. Vale la pena recorrer de nuevo la Biblia para entenderla, ahora, desde nuestra situación actual.
Primero hay que volver a leer de manera renovada el relato mitológico de la Creación. Antes de enfocar los desavenimientos de los hombres con Dios el pecado de Adan y Eva), de manera positiva con los ecologistas, recojamos la visión del hombre en la armonía del universo y del hombre como encargado de cuidar la naturaleza. Después, por cierto, existen desgracias en la vida y es justamente en esta desdicha que Dios interviene porque quiere restaurar las relaciones con los hombres. Fue inicialmente la derrota de un par de viejos sin hijos y sin-tierra que dio la partida a la promesa de Dios de levantar un pueblo que fuera suyo. En seguida, se lee que este pueblo cayó en esclavitud, fue después de las plagas de Egipto, después de una escapada a través del mar y después de unos largos años errando en el desierto que el pueblo de Israel logró su autonomía que se celebró con un pacto con Dios. Una vez Instalados en la tierra prometida, fueron las ambiciones monárquicas que arruinaron la nación. Fueron divisiones, derrotas, deportaciones.: la experiencia magistral del “Exilio”. En esta decadencia Dios sostuvo a su pueblo con los profetas que mantuvieron la esperanza de una intervención de Dios. Como se puede descubrir, esta saga de Israel no es una historia de triunfos sino todo lo contrario es la seguidilla de sus infortunios históricos. Ningún pueblo cuenta sus desgracias como lo hizo Israel. La explicación es la confianza en Dios que se reconstituyó en cada una de las derrotas.
A su tiempo, Dios intervino para abrir su salvación definitiva a todos los hombres de todos los tiempos. Fue haciéndose, Él mismo, “hombre”, un hombre que no fue un líder exitoso sino que fue un “hombre de dolores” como lo anunció el profeta Isaías. Pasando por los fracasos y la derrota extrema que se levantó como Salvador de todo quien cree en Él. Los evangelios no relatan que Jesús después de un corto éxito inicial, fracasó la primera misión, sufrió la decepción y la incomprensión, fue perseguido por las autoridades, sufrió las angustias de un fin trágico, fue detenido condenado, crucificado, y en la cruz gritó hasta su incomprensión del abandono de Dios (Marcos 15, 34). De esta manera, Dios hizo suyo el fracaso humano y así lo revirtió definitivamente. Jesús resucitó Por adelante quien confía en Él es vencedor.
San Pablo escribía: ¿“quien nos separará del amor de Cristo? La tribulación ¿ la angustia, la persecución, el hambre , la desnudez, los peligros , la espada ? … Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.” (Rom 8,15s).
Desgraciadamente las predicaciones religiosas no fueron siempre este tipo de “Buena Nueva” frente a los infortunios humanos. Se declaró torpemente los desastres como “castigos” divinos y se llamó al arrepentimiento por una culpabilidad general indefinida. Se consideró lo sufrido como “prueba” para la fe. Se creó toda una meritología para ganarse el cielo (la santificación). La vida se consideró un valle de lágrimas que atravesar para llegar en el mas allá. La verdad es que no fue Dios que ganó con este tipo de predicaciones.
Mejorando estas interpretaciones antiguas, se llegó a considerar los infortunios, las enfermedades, la pobreza y los accidentes como la invitación a un cambio de vida (conversión) para alcanzar el perdón de Dios, la sanación, el alivio, la paciencia, la paz espiritual y al final el “descanso eterno”. También se consideraron las catástrofes naturales como oportunidad para promover la caridad y la solidaridad de los cristianos. Frente a las derrotas humanas los líderes religiosos privilegian las oraciones de súplica pidiendo a Dios (con el recurso suplementario de los santos) unos cambios milagrosos del curso de los acontecimientos. Otros fracasos, como los divorcios, los abortos y los suicidios fueron, ellos, muy mal interpretados. La derrota de las instituciones religiosas quedó, ella, sin explicación verdadera. La triste experiencia de corrupciones y de encubrimientos ocurridos en la Iglesia quedó la cristiandad con interrogantes dudas y angustias. La inteligencia de las instituciones sigue pasiva en silencio y solos signos de conversión y de cambios profundos podrán hacer superar esta decadencia institucional.
En el enfrentamiento mundial a los “corona-virus” el esfuerzo humano es significativo. El personal de la salud, los científicos, los bomberos, los policías, los administrativos… están dando el testimonio de una gran responsabilidad en respuesta a la emergencia y a los desórdenes que ocurren. Se escuchan insuficientes valoraciones de estos trabajos. Este se debe a un vacío cultural en cuanto a la valoración del quehacer humano. Las religiones mismas están siempre más preocupadas por lo trascendental, lo espiritual, lo invisible o el cielo y no logran aterrizan la fe en las tareas de este mundo. Pueden pretender defender valores, verdades y principios pero la falta de interpretación positiva de la actividad humana es la que puede explicar la deserción de los cultos, las desviaciones morales existentes y el refugio en creencias individuales. Esta derrota de las instituciones religiosas deben colocar los cristianos en el camino de Emaús para entender cuál es la victoria del crucificado.
Paul Buchet