Vuelven las ollas comunes
Bajo el lema “solo el pueblo ayuda al pueblo” que endosó el estallido social, se ha evidenciado un auge de las ollas comunes para afrontar la cesantía y el hambre que ha generado la pandemia.
La pandemia sanitaria del Covid-19 ha empujado la articulación social, como una estrategia de subsistencia ante la situación de precariedad por la que cruzan las familias más vulnerables del país. Una memoria social en la retina de los barrios populares, que despierta, como en otros capítulos de la historia, ante la amenaza inexpugnable de la crisis económica.
Los incentivos directos que ha inyectado el Gobierno para ir en ayuda de la población más vulnerable, como el Bono Covid y el recién promulgado Ingreso Familiar de Emergencia, cuyos montos se ubican bajo el índice de pobreza extrema, están lejos de representar un porcentaje significativo de los salarios que se dejaron de percibir con la paralización de las actividades.
Así lo constató la vecina de la comuna de El Bosque, María Valderas, quien desde el 15 de mayo lleva participando y gestionando, en compañía de otras cuatro mujeres, las ollas comunes territoriales de su sector.
“Las ollas que hemos estado preparando fue por motivo de la contingencia, porque sabemos que mucha gente no ha podido trabajar, han quedado cesantes, la gente que trabaja día a día han quedado absolutamente desamparados. El Presidente puede haber dado un bono de cien mil pesos, pero eso no es nada dentro de lo que es pagar el agua, la luz y cosas básicas”, explicó.
Esta acción colaborativa no es novedosa en el barrio de esta pobladora, quien asegura que las primeras ollas comunes partieron en el contexto del estallido social. La diferencia radica en el reemplazo del tradicional comedor colectivo, por el reparto a domicilio de las viandas y de las medidas de sanidad, que han debido extremar a la hora de manipular alimentos. En ese sentido María señala que “somos las enfermeras de las ollas comunes”.
“Cada dirigenta de una sede solicita que se le haga una olla, entones hacemos un anexo. Tenemos una parte logística donde acopiamos las donaciones, que son autogestionadas, lo que significa que si yo en mi casa tengo dos paquetes de fideos que están de más, que en realidad nunca están de más, los aporto. También se hace el boca a boca, y el que pueda aportar, aporta… el carnicero, el panadero, la vecina”.
En el barrio de Segundo Flores, los aportes provienen de distintas entidades, como el Municipio que entrega vales de gas para mantener el funcionamiento de las cocinas. No obstante la ayuda, el vecino del sector Carol Urzua asegura sentirse abrumado por la cantidad de personas que requieren estos alimentos.
“Nos encontramos con mucha gente necesitada especialmente abuelitos, gente de la tercera edad, familias completas que estaban en la indefensión. Yo trabajo aparcando vehículos en el centro, nos mandaron a las casas por lo que estamos sin trabajo, así que esto nos motivó a hacer algo, y nos encontramos con una realidad asombrosa, nos llamó la atención la cantidad de personas que están sin trabajo, sin el sustento diario ni un plato de comida”, aseguró.
Una realidad que se constató en la última encuesta realizada por el INE en cuanto al aumento del desempleo. La tasa marcó un 8,2% durante este primer trimestre, alcanzando su mayor cifra en una década y augurando un debilitamiento complejo de la economía nacional para los próximos meses.
“El desempleo lo percibimos de manera sustancial y creciendo, especialmente en las mujeres. Creemos que un 70% de mujeres están desempleadas, más que en el caso de los hombres”, advirtió el director de la Corporación Municipal de Quilicura, Mauro Novoa, que ha estado trabajando en la gestión de ollas comunes para cerca de 450 personas de la comuna.
María Luisa Cisternas
Radio Universidad de Chile