Esperanza en tiempos de crisis
Esperanza en tiempos de crisis.
Aportes de la teología de Jürgen Moltmann
¿Se puede hablar de esperanza en medio de signos de desesperanza, catástrofes y resignación? ¿Se ha perdido la confianza en el futuro? ¿la visión teológica de la realidad puede aportar en la búsqueda de una orientación esperanzada y esperanzadora?
El teólogo protestante alemán Jürgen Moltmann, uno de los maestros de la teología sistemática contemporánea, no sólo elabora una teología que abre nuevos horizontes y visiones de pensamiento crítico, en sintonía con las aspiraciones de nuestros coetáneos. También expresa en su trabajo el testimonio de un hombre que lleva amor y fe, uniendo intrínsecamente su vida con su visión teológica. Su obra teológica es, sin duda alguna, una de las más relevantes para repensar las problemáticas del mundo actual y dar respuestas atrevidamente originales. En esta reflexión buscamos ofrecer a los lectores una breve presentación de algunos tópicos recurrentes en la teología de Jürgen Moltmann, en vistas a su conocimiento, interés y comprensión.
Breve contextualización biográfica y teológica del autor[1]
Jürgen Moltmann nació en Hamburgo, Alemania (1926). Cristiano de tradición protestante, específicamente de la Iglesia Reformada. Fue profesor de Wüppertal y Bonn, para luego en 1968 pasar a enseñar Teología Sistemática en Tubinga. Algunas de sus obras más representativas son Teología de la esperanza (1964), El Dios crucificado (1972), Trinidad y Reino de Dios (1980), Teología política y ética política (1987). Al igual que los teólogos protestantes de su generación, Moltmann se pone en diálogo crítico con los planteamientos de Karl Barth y Rudolf Bultmann, hasta llegar a edificar su propia reflexión la cual se basa en la dimensión histórico-práctica o social de la fe. Asume una teología de la historia que ve el devenir humano en su orientación hacia el futuro[2], la cual tiene claros puntos de diálogo con el filósofo judío marxista Ernst Bloch y su filosofía de la esperanza y de la utopía en clave humanista[3]. Como sostiene Luis Martínez, “Moltmann busca remontar el divorcio entre fe y encarnación en el mundo; entre el mundo de Dios y la tierra de los hombres; entre la teoría y la praxis, como respuesta a la acusación y al reto marxista”[4].
Recuperar el futuro de la promesa en medio de la crisis temporal
Uno de los aportes transversales –quizás el más notable de todos– es la comprensión del futuro como horizonte de las posibilidades y expectativas que brinda la promesa de Dios. Esta centralidad en el futuro de Cristo resucitado comienza a desarrollarse con su famosa Teología de la Esperanza (1964). Este futuro no se entiende como lo que será, como la realidad fenoménica que aun no acontece, pero que su destino será el pasado, lo que fue (futurum – inglés, future). Más bien, es comprendido como lo que viene, la presencia de lo venidero, aquello novedoso que determina el tiempo a partir del advenimiento prometido de Dios (adventus – alemán, Zukunft). En medio de una sociedad del eterno presente que vive de la incertidumbre del día a día, la recuperación del futuro prometido define la orientación escatológica de la teología, que concibe una dinámica de la historia humana con esperanza en vista a la posibilidad definitiva de la resurrección de Cristo y su futuro. Frente a toda experiencia contradictoria al Reino de Dios, no se huye de ella, sino que se asumen y se afrontan en vista a esta resurrección de Cristo y su futuro, signo de justicia y reconciliación, en que es posible los cambios en el presente (dando posibilidad a una nueva comprensión de las utopías) y, consumadamente, en el futuro con la nueva creación.
Caminar hacia una conciencia cósmica en medio de la crisis ecológica
Otro de los aportes fundamentales de Moltmann se ha dirigido a la cuestión ecológica. Propone, en sus últimos esfuerzos, un futuro ecológico para la teología. En su obra Dios en la creación (1985) integra la crisis medioambiental en el discurso teológico de manera pionera, situándola como una crisis del ser humano mismo y su entorno que debe ser tratada con urgencia. Esta Tierra creada por Dios después de auto-contraerse a sí mismo (ZimZum), será plenificada en el futuro escatológico cuando el mismo Dios supere sus límites de su contracción para inhabitar todas las cosas (Shekináh), que restaura y crea nuevas todas las cosas. A partir de estas ideas, la conciencia ecológica en Moltmann se expande en su The Spirit of Hope. Theology for a world in peril (2019), incluso para interpelar las grandes religiones del mundo en vistas de una sensibilidad religiosa nueva alrededor de la dimensión ecológica de la tierra.
Repensar al ser humano y su sentido en medio de la crisis antropológico-comunitaria
La experiencia actual del nihilismo, de lo “líquido” como imaginario socio-antropológico y cultural, ya detectada por pensadores como Gilles Lipovetsky y Zigmunt Bauman, representa también otro vértice de la crisis. Si la profunda vivencia humana se entiende auténticamente en la búsqueda de horizontes comunes en la reimaginación de las relaciones comunitarias, debemos buscar – ayudados por la óptica de Moltmann – cuáles son los cauces para pensar lo comunitario y lo antropológico. Moltmann, en su obra La justicia crea futuro: Política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado (1989), analiza en parte el cómo de la refundación de las relaciones comunitarias desde un trasfondo ecológico y bajo la amenaza de la crisis nuclear que preocupaba al mundo a fines de los ‘70 y durante la década de los ‘80. Moltmann detecta que una de las grandes causas de la crisis antropológico-comunitaria es el ansia de poder por el cual buscamos triunfar a costa de los demás. Se mantiene, a su entender, la lógica del más fuerte, del ser humano más capaz. El problema de este principio antropológico es que conduce a la muerte prematura y social de una multitud de sujetos. Podríamos llamarlo como imaginario necrófilo, es decir, un modelo que se sustenta en la injusticia, en los egoísmos, en las luchas particulares. Ante él, Moltmann sugiere que debemos recuperar lo que él llama el principio de la vida, el cual se define como el respeto de los intereses de los demás lo que aparece como condición previa para guardar la seguridad de todos los miembros de una comunidad. En este principio concursan los seres humanos y la tierra, marcando con ello la íntima vinculación de lo eco-lógico ausente en el principio necrófilo del egoísmo nuclear y anti-ecológico. La orientación ética, en definitiva, debe posicionarse en la reflexión teórica en la búsqueda de las políticas de paz y de eco-humanidad como sustentos de las formas de vida auténticamente humanas y sanamente ecológicas.
Re-imaginar lo político en medio de una crisis social: lo específico de los Derechos Humanos
El último aspecto que quisiéramos rescatar es el particular de los Derechos Humanos y de su comprensión en Jürgen Moltmann. Para el teólogo alemán existe una idea fundamental al momento de hablar de Derechos Humanos: estos “se fundan todos en la única dignidad del hombre. Hay derechos humanos en plural. Pero la dignidad humana se menciona en singular. Por eso, la dignidad de los hombres es la raíz de todos los derechos humanos” (Moltmann, Teología política, ética política, 1987). Ahora bien, ¿de dónde se predica que la persona posee dignidad? Para ello Moltmann vuelve sobre la Sagrada Escritura para afirmar que lo que convierte al hombre en hombre es que es “la imagen de Dios sobre la tierra” (Gn 1,26-27). Más adelante añade que “para la fe cristiana, la dignidad del hombre radica en que éste debe buscar a Dios, su creador y redentor, fundamento de su existencia, para corresponderle” (Moltmann 1987). A su vez, así como existen derechos humanos, Moltmann recuerda que existen deberes, los cuales “y desde el punto de vista ético, han de situarse en una relación equilibrada” (Moltmann 1987).
Asumiendo la conciencia de la historia escatológica del judeocristianismo y del lugar especial que el ser humano posee en ella, Moltmann recuerda que la historia de la salvación posee tres momentos íntimamente conectados entre sí, a saber, la creación, la salvación y la consumación. En ellos, a su vez, se dan cuatro dimensiones en las cuales podemos ver cómo en la historia bíblica de la esperanza se da la correspondencia entre Dios y el hombre a fin de que éste último desarrolle en plenitud la vocación recibida de ser reflejo del Dios venidero (Moltmann, El hombre, 1976). Estas dimensiones son: a) El hombre completo y sus relaciones vitales constituyen su ser imagen de Dios; b) Sólo se es imagen de Dios a partir de las relaciones comunitarias; c) La semejanza con Dios fundamenta el derecho del hombre sobre lo creado (dimensión ecológica); d) La semejanza con Dios fundamenta el derecho al futuro, a la esperanza y la responsabilidad con los que vendrán.
Sin entrar a describir cada una de estas dimensiones, es interesante hacer notar que, en la teología de Moltmann, la conciencia de la dignidad humana posee una clara dimensión social, comunitaria, política. Con ello, comprendemos que la noción de hombre para el teólogo protestante es de carácter unitario, de cuerpo y espíritu, en donde toda ella es imago Dei. Es más, esta antropología unitaria permite sostener que el hombre es ante todo persona ante Dios. Aquí es necesario recordar que cuando hablamos de la persona estamos haciendo referencia a las relaciones de reciprocidad, apertura y comunicabilidad que el sujeto individual establece consigo mismo, con los otros, con lo creado y con su fundamento último. El hombre es el tú de Dios a la vez que se convierte en el “yo de la ilimitada profundidad” (Moltmann 1987). Esta capacidad de diálogo entre Dios y el ser humano, que tendrá su clímax en la encarnación pneumática del Mesías Hijo de Dios, hace que al ser humano lo comprendamos no sólo como un misterio en que podamos reconocer en cada uno de nosotros una estructura sacramental la cual debe constituir el sentido más profundo del respeto por la dignidad humana. Sino también, sobretodo, como abiertos a la posibilidad revelada por Dios en lenguaje de promesa, nos otorga una nueva identidad que lo dinamiza hacia las nuevas posibilidades de ser, a partir de la interrogante de la propia existencia. En definitiva, al ser humano “se le abre ante él una historia, hacia cuyo futuro le conduce la promesa de Dios. Se le ofrece la perspectiva de un nuevo poder-ser en comunidad con Dios” (Moltmann 1976).
N o t a s:
[1] Para este apartado nos basamos en L. MARTÍNEZ, Los caminos de la teología. Historia del método teológico (BAC, Madrid 1998) 338-342; J. ILLANES y J. SARANYANA, Historia de la teología (BAC, Madrid 1995) 374-377.
[2] Esta orientación hacia el futuro implica asumir la conciencia histórica del judeocristianismo, no meramente teleológica, sino primordialmente escatológica (Dios de la promesa, acontecimiento Cristo, ya-todavía no del Reino, comunidad eclesial entendida como comunidad en éxodo). En ese sentido, la comprensión del tiempo en Moltmann no es concebida desde el mito cíclico de las religiones mistéricas y epifánicas.
[3] E. Bloch en 1950 publicó El principio esperanza (1954-1959). A partir de la lectura de esta obra, Moltmann escribió como paralelo su Teología de la esperanza en 1964.
[4] L. MARTÍNEZ, Los caminos…, 339.
Juan Pablo Espinosa Arce
(Académico Instructor Adjunto Facultad de Teología PUC).
Franco Rojas Contreras
(Bachiller en Teología PUC).