Dos hombres avergonzados
Que Bill Gates, uno de los cofundadores de Microsoft -el otro, Paul Allen, falleció en el 2018-, es uno de los hombres más ricos del mundo es algo que está fuera de toda duda con su fortuna de alrededor de 110 mil millones de dólares; pero con la riqueza no se compra la buena conciencia, al contrario, parece que esos problemas se hacen mayores.
Esto es a propósito de unas declaraciones de Bill Gates en las que señala que “he sido recompensado desproporcionadamente por el trabajo que he hecho, mientras que hay muchas otras personas que trabajan tan duro para sobrevivir”, y sigue “mi fortuna de 109 mil millones de dólares demuestra que la economía no es justa” (se puede consultar el texto en https://limportant.fr/infos-economie-/2/500110).
En esta avergonzada confesión, el hombre más rico del mundo reconoce que su fortuna es expresión de esa injusticia -algo que muy pocos hacen- y explica como a través de su fundación intenta ayudar a enfrentar diversos males y enfermedades que afectan especialmente a los pobres, y ayudar al desarrollo de nuevas oportunidades de crecimiento de los pobres a través de la educación.
Bill Gates creó la mayor fundación de beneficencia y promoción del mundo, y anima una campaña para conseguir que las personas más ricas donen al menos el 50% de su fortuna -en vida o como herencia- para tareas de beneficencia y promoción de los pobres. Pero, Bill Gates también va más allá en el camino por vivir con una buena conciencia y dice que el gobierno de su país debería aumentar los impuestos a los ricos: “Estoy a favor de un sistema de impuestos en el que, si tienes más dinero, pagas un porcentaje más alto en impuestos. Creo que los ricos deberían pagar más de lo que ahora pagan, y eso incluye a Melinda [su esposa] y a mí”:
Así, Bill Gates intenta vivir de acuerdo a sus convicciones y con responsabilidad social empresarial (RSE), para enfrentar la vergonzosa injusticia de un sistema que permite tales desigualdades en la distribución de los bienes y las oportunidades.
El otro hombre que proclamó públicamente su vergüenza fue -en Chile- el portavoz del grupo Matte, Bernardo Larraín Matte, controlador de la Papelera (CMPC) y presidente de la Sofofa (una de las principales organizaciones de empresariales), con ocasión que la Corte Suprema condenara a la CMPC a pagar cerca de US$15 millones luego de quitarles el beneficio de la delación compensada en el caso de la colusión del “papel confort”. Larraín Matte señaló “me siento profundamente avergonzado y triste por los hechos que ustedes conocen […] cada vez que se activa el tema esa vergüenza y esa tristeza por el dolor causado se reactiva”.
Esta vergüenza es muy distinta a la de Bill Gates, como muy distinta es la fortuna del grupo Matte (dicen que el grupo reúne unos 7.500 millones de dólares). La vergüenza de Bernardo Larraín Matte es ante delitos económicos cometidos contra todos los consumidores de papel confort el país. Es una vergüenza ante hechos en los que se autodenunciaron para no pagar multas y ante el temor que otra empresa coludida lo hiciera, denunciándolos a ellos. Ahora tienen que pagar una multa que es casi simbólica ante el perjuicio causado. Cabe la pregunta de para qué hicieron esta colusión si los del grupo Matte ya tienen más dinero del que pueden gastar honestamente en toda su vida.
El daño causado no es sólo a los consumidores de papel confort del país, sino a la credibilidad de la honestidad empresarial y al buen nombre de pequeños, medianos y grandes empresarios que sí tienen sentido ético y responsabilidad social empresarial (RSE), y actúan según ella. La vergüenza de estos malos empresarios -éticamente malos- cae sobre ellos e injustamente la desparraman sobre todos sus colegas.
Por cierto que en Chile, para enfrentar nuestros problemas necesitamos personas que conduzcan empresas y que tengan capacidad de gestionar la producción con rentabilidad, con sentido ético y responsabilidad social empresarial (RSE), así como también necesitamos políticos honestos y con sentido de bien común, jueces con sentido de justicia, académicos de calidad, artistas que produzcan belleza, pastores cercanos a su pueblo (“con olor a ovejas”, dijo el Papa Francisco), deportistas talentosos, médicos a quienes les importe la salud de las personas y no los clientes, profesores con vocación docente, etc.
La crisis que estamos viviendo en Chile nos hace presente que sólo desde el cultivo de la dimensión ética y de la responsabilidad social de cada actividad humana podemos construir una sociedad más justa, con mejores oportunidades para todos y en paz.
P. Marcos Buvinic
La Prensa Austral – Reflexión y Liberación