Santificada sea la madera
¿La madera? De Belén al Gólgota, del pesebre a la cruz, de las manos artesanas de un hogareño pastor de Belén a las manos de un juicio injusto. Como que el pesebre, casi por un imaginario lo pensamos como una “caja de madera”. El pesebre fue el primer espacio que acogió al Dios hecho hermano nuestro. La madera, y con la Encarnación, ha quedado santificada. En el pesebre comenzó el proceso de hacerse hombre del Hijo de Dios, proceso que concluyó en la muerte en la cruz, en la madera. Navidad es proceso, es camino de humanidad, es reconocimiento de la humanidad de Dios que es también nuestra humanidad.
Navidad huele a madera, a pañales recién usados, a jugueteos pero también sabe a cumplimiento vital en aquella otra madera. De madera a madera, del pesebre a la cruz. En Navidad está en juego la humanidad amortajada de Dios. La tradición bizantina, cuando pinta el ícono de la Natividad, muestran un Jesús amortajado para indicar la indisoluble unión de la madera de Belén con la madera de la cruz, de la roca de la cueva del nacimiento y la roca del sepulcro. Los elementos naturales han sido asumidos y santificados por el Cuerpo de Cristo.
Nuestra madera y su madera. El nacimiento y la muerte. La vida auténticamente humana. El teólogo alemán Karl Rahner se preguntó ¿cómo se celebra la Navidad? Podríamos responder: con la madera, acariciándola, sintiéndola, reconociendo las estrías que la gubia del artesano va dejando. La gubia deja surcos. ¿Cuáles son mis surcos? ¿Cuáles son los surcos navideños? El filósofo Karl Jasper dirá que la vida va siendo marcada por “situaciones límites”. La madera como situación límite y Dios en la madera y la madera en las “situaciones límites de Dios”: la Encarnación y el Nacimiento y la Muerte en Cruz.
¿Qué habrá pensado Dios al crear la madera? ¿Habrá sentido, en su corazón de Padre-Madre, esa delicadeza que posee la madera? ¿Qué habrá sentido al vislumbrado esa tosca cuna (y ni siquiera era una cuna en el sentido propio de la palabra) en la que el cuerpo humano de su Hijo descansaría? ¿Y ese travesaño de madera de olivo que 33 años más tarde acogería el acto más profundo de amor?
Todas las culturas tienen una madera o un árbol sagrado. Parece que las raíces, la combustión que puede generar la madera, la fuerza de los árboles, hacen de la madera un “algo” sagrado. En Navidad tenemos la invitación de volver a nuestras raíces, a nuestra combustión, a la fuerza de nuestra propia madera. Karl Rahner dice que en Navidad hemos de volver a las “tierras altas del corazón”. Volver a nuestra madera llamada nacimiento, vida y muerte. En las tierras altas del corazón podemos encontrar buena madera, podemos reencontrarnos con nosotros mismos.
Dios en nuestra carne y su carne en la madera. La madera que acoge y que cuando acoge es santificada. Divina madera de Belén y del Gólgota. Divina madera que fue santificada por el Cristo de Dios.
Juan Pablo Espinosa Arce
Educador y teólogo / Académico UC-UAH