Víctimas y Culpables
Hay víctimas de todo tipo: víctimas del accidente de bus en Taltal, víctimas de los balines de carabineros, víctimas de femicidios, comerciantes víctimas de los saqueos, víctimas de los incendios, campesinos víctimas de la sequía, víctimas en las zonas de “sacrificio”, víctimas de los despedidos… esto, solamente para Chile!
Lo más terrible es que la mayor parte de los dramas implican a los hombres.
Partiendo de los sentimientos que nos despiertan los acontecimientos, dolorosos, compartimos el sufrimiento ajeno porque compartimos la misma condición humana. Tenemos una solidaridad natural pero también un temor por la fatalidad que podría victimizarnos a nuestro turno. Más nos aseguramos para que no nos pase nada, más queremos pensar que lo malo ocurre siempre a los demás, más nos sentimos inseguros. El dolor, el sufrimiento y la muerte llaman a nuestra puerta y ¿qué podemos contestar?
Buscar responsables de los accidentes, demandar las violencias, pedir explicaciones de los dramas a los encargados de turno son reacciones de “justicieros” que piensan que las leyes y las sanciones pueden solucionar las violencias que ocurren, es muchas veces una manera de evadirse de los problemas. Además, de hecho, nunca se logra reparar totalmente los males cometidos.
El mal cometido y el mal sufrido nos cuestionan. ¿Qué dicen las víctimas? Es imprescindible escucharlos en primer lugar. ¿Qué dicen los victimarios? ¿Podrán hablar los accidentes y las catástrofes naturales?- Si, pueden hablar las personas y pueden hablar los acontecimientos. Se habla mucho de escuchar las víctimas pero se debe escuchar también a los victimarios y a los responsables. Un hecho está siempre rodeado de todo un concurso de circunstancias. Conviene callarse y dejar las personas y los testigos hablar para que pasen sus emociones, sus penas o sus rabias para que afloren sus sentimientos y motivaciones para poder guiarles a reponerse.
Los violentos, los saqueadores, los carabineros, los violadores, también deben ser escuchados por lo que hicieron. A veces las reacciones públicas a favor de las víctimas y las mismas reivindicaciones de los derechos Humanos opacan lo que pueden explicar los implicados en las violencias. Demasiadas veces, se silencian y se los condena de ante mano. Sin embargo las razones que suelen dar de venganzas por males sufridos, de represión para evitar desórdenes mayores, de impulsos incontrolables…estas explicaciones pueden ayudar a descubrir otras violencias anteriores, injusticias encubiertas, negligencias en la seguridad ciudadana, se puede también descubrir la genealogía de los desórdenes mentales que no son pocos. Indagar las violencias no es, en ningún caso, justificarlas ni tampoco exculparlas. Pero no basta reprobarlas y sancionarlas, hay que conocerlas a fondo para poder prevenirlas a futuro porque es muchas veces más fácil desarmar a los violentistas que curar a las víctimas.
La humanidad tiene un problema mucho mayor con la violencia que con las catástrofes naturales. De estos últimos se puede ampararse pero frente a las violencias, se tiene la impresión que no es tan fácil hacerles frente. Los mismos cristianos se quedan demasiados mudos frente al problema del mal cometido o sufrido. Se busca tener empatía y ayuda por unos pero más difícilmente por otros. Por todo esto vale la pena ir al evangelio y recoger algunas referencias cristianas sobre el tema.
Jesús fue severo, de palabra, con los doctores de la Ley y los fariseos, duro con los ricos, fue implacable con quienes escandalizan a los niños pero su práctica fue misericordiosa con los pobres, los enfermos, la adultera, el buen ladrón y los que lo crucificaron. En más de una oportunidad, se negó rotundamente de actuar como juez. Curiosamente, para él, todos somos culpables no hay que encontrar uno más pecador que otros, Leen Lucas 13,1ss. Los galileos revolucionarios asesinados por Pilato no son más culpables que los obreros que murieron en la construcción de una torre. Urge a todos cambiar su vida, convertirse
Otro gran descubrimiento del evangelio, es el envite del perdón. “Perdónanos como perdonamos”. El desafío es inmenso. Es tan exigente cómo el llamado a la No-violencia. Si se lo piensa bien, no existe otro remedio verdaderamente eficaz con la violencia. “Perdonar” es hacerse fuerte tanto para amparar la víctima cómo para cambiar radicalmente la vida del violentista. Esta fuerza se consigue por el reconocimiento previo de sus propias violencias, injusticias y desprecios para después buscar la transformación del otro. Antes de entrar en juicio con los demás, dice Jesús: saquen sus propias cuentas (Lucas 12,17).
La violencia es un cáncer social. Vale la pena imaginar lo que puede significar el “Perdonar” como inspiración social: una Justica humana distinta que al lugar de castigar los malhechores en horribles cárceles y auxiliar malamente a las víctimas entraría en otras perspectivas: previniendo de mil maneras la delincuencia, preservando a la sociedad de las recidivas y logrando además cambiar la vida de los ajusticiados reinsertándoles en la sociedad. Esto sería la victoria de la no-violencia. Para nosotros los cristianos es la fuerza superior de la misericordia de Dios que Jesús nos reveló en su muerte de crucificado. Esta fuerza la quiere comunicar a todos los hombres para salvar el mundo.
Las iglesias cristianas por su moralización han particularizado excesivamente los violentistas y sus víctimas. Su predicación de los mandamientos con amenazas eternas, la promoción de caridad como virtud y el manejo de los pecados individuales en los sacramentos son prácticas insuficientes. En el contexto preciso de Chile, los jerarcas de la Iglesia católica no debe fomentar devociones que esperan del cielo una pacificación social cuando su misión es de promover líderes laicos para cambios sociales inspirados del evangelio.
Paul Buchet