Abriendo la Caja de Pandora del caso R. Poblete
La Iglesia ha mantenido durante siglos la idea de una moral “natural” acerca de la sexualidad.
Esta doctrina encierra la sexualidad en un único propósito: la procreación. Sólo tolera relaciones sexuales no procreativas como excepciones para preservar la fidelidad conyugal y la familia. Este planteamiento tradicional de la Institución clerical incluye un desprecio de los impulsos sexuales, los rebaja a nivel de los impulsos instintivos comunes a todos los seres vivos. Los deseos sexuales son considerados peligrosos porque son impetuosos. Necesitan un control estricto. Los predicadores y moralistas de las generaciones pasadas hicieron del 6º mandamiento el mandamiento más preocupante y calificaron cualquier actuación sexual sin intención de engendrar como antinatural y pecado mortal, veían por ejemplo unas relaciones conyugales con preservativos más pecaminosa todavía las relaciones extraconyugales sin preservativos. En contraparte de esta postura negativa por el sexo, exaltaron la virginidad, la castidad y el celibato consagrado, unos estilos de vida más próximos a lo espiritual, lo religioso y lo sobrenatural, el ámbito que les era propio. Esta cultura fue obsesiva hasta el punto de imponerse disciplinariamente a todos los de la clase dirigente de la Iglesia católica. Felizmente, hace 70 años, la humanidad en todo el planeta ha podido emanciparse de esta subcultura religiosa y el fenómeno de la regulación de los nacimientos sacudió las mentalidades para salir de esta postura represiva de la sexualidad. Es cierto que el camino para abrir nuevas perspectivas para los impulso sexuales es confuso y no exento de desórdenes pero esto mismo manifiesta lo dramático que ha sido el oscurantismo de los siglos pasados en la materia. La disciplina eclesiástico, hasta la fecha, no ha podido salir del claustro de su sexualidad reprimida. La vida religiosa, la vida pastoral o institucional siguen sufriendo de no lograr arreglar la realización “sexual” y afectiva de sus miembros. La opinión de Freud y de muchos sicoanalistas es de creer imposible la sublimación de las tendencias sexuales.
En un texto de San Mateo 19.11ss Jesús se refiere a la continencia voluntaria por el Reino de Dios como una realización posible igual que el matrimonio fiel sólo para aquellos “a quienes Dios se les ha concedido ”. Esta puerta abierta a una realización personal excepcional cuestiona seriamente la institucionalización de esta “sublimación”. Puede llamarse excepcional el testimonio de una persona que , a lo largo de su vida, ha manifestado una realización sexual armoniosa como célibe por las motivaciones especiales del Reino de Dios pero hacer de esta una disciplina obligatoria para abrir la puerta a los que quieren asumir cargos en la Institución eclesial es abusar de Dios. La sublimación institucionalizada es surrealista.
Pasa a ser traumatizante apresar las energías vitales de la sexualidad para reforzar la vida religiosa y pastoral de la Iglesia. Este transfer de representaciones es incomprensible y obliga a buscar más explicaciones para esta represión de la sexualidad que se mantiene testarudamente como el bastión de la institución eclesiástica.
Existen otros impulsos poderosos en la existencia humana que entran en juego. Para afirmar su existencia, el ser humano quiere mandar, dominar ya sea a la naturaleza, ya sea a los demás. El poder es quizás, una pasión anterior a la sexualidad. En la realización histórica de la Institución eclesial el Poder ha sido de máxima importancia. La misma realidad de los Estados Pontificales y del Sumo Pontífice es el ejemplo más claro. La estructuración piramidal de la Iglesia católica, su clase dirigente como estatus clerical, su derecho canonice propio, su doctrina estricta y controlada, su economía…todo esto se perfila como un poder… demasiado “humano”. Esta pasión por el Poder ha sido una motivación real pero encubierta en los candidatos a la clericatura y en los interesados en progresar en el escalafón eclesiástico. Encuentran el terreno propicio para sus afanes de dominio en la búsqueda de seguridad, de protección, de socorro de los feligreses en las parroquias, los colegios y los movimientos. La civilización cristiana fue dominante, ilustrada y exitosa, económicamente, culturalmente, diplomáticamente, políticamente…Pero quizás no habría sido tan fuerte si no habría sido por un dominio de las consciencias, un dominio espiritual. Napoleón mismo lo reconoció cuando dijo que prefería colocar en un pueblo un cura más que diez policías. Por la predicación del cielo sobre todo y del infierno, por la confesión de los pecados y la salida de las culpabilidades por las absoluciones, el clero afianzó su poder de la manera más sutil que hay: la manipulación de las consciencias.
Después de describir de donde pueden provenir institucionalmente los desórdenes de los “consagrados” que hicieron escándalos, es de recordar que los abusadores sexuales arrastran a menudo trastornos originados en la niñez. Un niño que haya sufrido un abuso sexual, ha padecido de un autoritarismo traumatizante en su niñez, o que fuera testigo de escenas de violencias de sus padres está profundamente marcado, tendrá dificultad de resolver convenientemente el Edipo , vivirá en su adolescencia unos impulsos sexuales problemáticos y seguirá con una emancipación frustrada.
Sin excluir que , en muchos casos precisos, jóvenes que hayan si traumatizados se hayan podido recibir auténticos auxilios en el marco de la Iglesia, aquí debemos explicar cómo surgieron tantas víctimas de abusadores pertenecientes a las filas eclesiásticas y sobre todo para plantear cambios institucionales al respecto.
La primera conclusión que se puede sacar es que existe en los ámbitos clericales un planteamiento moral equivocado respecto a la sexualidad que proviene de un malentendido acerca de la condición humana. Es la teología de la Ley natural que debe ser seriamente cuestionada por las ciencias humanas. Un ejemplo que se hizo evidente son las malas consideraciones de la homosexualidad humana que han arrastrada la Iglesia en un verdadero atolladero clerical.
La espiritualidad y la religiosidad no son chalecos salvavidas, los sacerdotes y los religiosos no son “sagrados” , por más que se creen funcionarios de Dios o que los fieles les atribuyen poderes especiales. Su dirigismo de consciencia no puede remplazar el rol de los sicólogos y siquiatras que son necesarios para ayudar con los fantasmas de sexualidad mal vivida. Es bueno recordar lo que dijo Jesús en Mareo 23 contra los escribas y Fariseos que siguen existiendo hoy día. Especialmente: “No llamen a nadie “padre”, ni director, ni maestro, tienen un solo Padre que está en el cielo”.
La disciplina del sacramento de la confesión debe ser urgentemente modificada porque es un sistema que encubre institucionalmente los delitos porque tranquiliza las conciencias morbosas y no evita recidivas. Las formas de este sacramento hicieron su tiempo, hoy son obsoletas. Muchos sacerdotes usurpan el perdón que solo pertenece a Dios por la ligereza de absolver. Habrá que ser creativo como devolver su sentido a este sacramento. Quizás realizar celebraciones de penitencias comunitarias…
Las estructuras de poder en la Iglesia deben desaparecer para dejar lugar a estructuras más democráticas, más serviciales. La ambición de poder es un vicio que corrompe la Iglesia. Existe poderes más sutiles que los poderes de los sacerdotes, obispos , arzobispos, cardenales…Hay poderes institucionales: educativos como las universidades, los colegios elitistas, hay poderes administrativos , como el Vaticano , poderes diplomáticos y centrista s como los nuncios, poderes de las congregaciones y movimientos que dividen el pueblo de Dios, hay también los poderes de las instituciones de Caridad como lo reveló la megalomanía de R. Poblete en el Hogar de Cristo. El problema radica en la organización de esos poderes con falta de transparencia, de rendición de cuentas, de control social.
Existe otra corrupción que es la de la mentira, de la clandestinidad, de la hipocresía tolerada, es una realidad que toma rasgos sistémicos en la Iglesia. El ejemplo de los sacerdotes que tienen una doble vida es clásico, son célibes porque no están casados pero tienen mujer e hijos y siguen en funciones con la vista gorda de su obispo y el aguante de los rumores de la feligresía. O tienen un amigo especial pero discretamente. .. Los reglamentos institucionales llevan a la hipocresía por ser ficticios y utópicos para la mayoría de los seres humanos.
Muchos han proclamado que el futuro de la Iglesia está en una Iglesia de comunidades. Esto no es un formulismo. Sólo las relaciones interpersonales de fe pueden salvaguardar de las corrupciones que contaminan la Iglesia por la corrección fraternal (mejor que la dirección de consciencia), por una mayor autenticidad de los sacramentos (mejor que los ritos formales), por el realismo de una moral evangélica (mejor que los preceptos eclesiásticos)
Hemos aprendido a terminar el Padre Nuestro con la aclamación: “Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria“.
Paul Buchet
Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”.