Discípulos de Jesús
El Laico debe transformarse en un discípulo de Jesús, que desde su propia realidad personal, hace suyos los valores evangélicos en su vivir diario.
Su fe se transforma en actitudes concretas que marcan y distinguen. Desde él, se irradia el mensaje y se ofrece el testimonio y estilo de vida cristiano. ( lenguaje, educación, actitudes hacia los demás: comprensión, misericordia, solidaridad, caridad, franqueza, confianza en Dios, fortaleza ante las adversidades, honradez.. etc)”.
Es lo que enseñaba ya el documento clave de la evangelización: la Evangelli Nuntiandi de Pablo VI: él decía que la primera palabra y la más eficaz es la vida: la gente ya no escucha a los maestros sino a los testigos.
Debe ser una predicación encarnada, metido dentro de los evangelizados, no como turistas pasajeros que vienen, predican y se van. Esa es la ventaja del laico: no tiene que salir de su realidad sino solamente asumirla. “Anuncia una palabra evangélica en los gozos y alegrías, las penas y problemas de los demás. Su formación cristiana le permite transmitir el mensaje evangélico en su medio personal, familiar, laboral, y hacerlo sin fanatismos, sin repetir consignas, sin convertirse en un ser asfixiante; lo hace desde una vida personal cristiana, y presenta a Jesucristo y su mensaje liberador con toda naturalidad y respeto, sabiendo que es escrutado y observado minuciosamente por los demás, que no puede obligar a los demás a nada, sólo propone y los demás harán suyo el mensaje con sus propias características personales”.
Debe entender de una vez por todas que el evangelio es una oferta de vida, que no puede ser una imposición, con ninguna excusa y bajo ningún precepto. Desde esa perspectiva resulta aberrante que en los colegios se obligue a los niños a confesarse, comulgar, hace la primera comunión, etc. En fechas fijas…. La misión de un colegio es hacer una oferta convincente, desde la propia vida de quienes están al frente, de la fe, y luego permitirle a Dios actuar cuando él lo crea conveniente. Si Jesús no obligó a nadie, ¿por qué lo hacemos nosotros supuestamente en su nombre? Una pastoral que obliga no es una pastoral cristiana sino una manipulación o un condicionamiento, que escapa a lo que hizo y fue Cristo.
Pero también denunciar Con vigor pero con ternura, con sentido profético. “El laico discípulo asume su compromiso de ser profeta del Reino en un mundo que pareciera no tener ya esperanza. Predicando con esperanza, desde la esperanza, en la esperanza, para la esperanza”.
Tiene que afrontar aquellos elementos que se oponen a la profesión de fe del discípulo: el miedo, el que dirán, el pesimismo, la mediocridad, los fanatismos ideológicos, el cansancio, el desencanto, el ambiente ateísta o agnóstico, el temor de ser distinto, las incomprensiones en el vecindario, en la familia, en el centro de trabajo, los amigos, etc.
Y hacer todo esto como laicos, sin renunciar en nada a su condición de laicos. Una de las más tristes realidades que se ven entre nosotros son esos laicos cureros o monjeros, que tratan de parecerse lo más posible a los curas o monjas con los que trabajan o para los que trabajan. O al revés, el cura o la monja que tratan de parecerse al laico, no en lo bueno sino en lo malo.
En esta tarea el sacerdote y el religioso y el laico deben poner lo que cada uno es, su identidad vocacional, su identidad cristiana y su identidad eclesial.
Ramón Rivas Torres
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