Fiesta del Espíritu Santo
El Espíritu Santo ya vino, no hay que esperar por El. Es El, el que espera por nosotros. O Dios es tonto, o nosotros necios, Jesús prometió a sus discípulos que recibirían al Espíritu Santo para que esté siempre con ellos y les vaya recordando las enseñanzas de Jesús.
Un tiempo más tarde nos cuentan los Hechos de los Apóstoles como estando todos juntos recibieron al
Espíritu Santo. Por tanto el Espíritu Santo ya vino, ya está aquí, ya está en el mundo. No hay que pedirle que venga, puesto que ya ha venido, y vino para quedarse. Es el Espíritu Santo el que espera por nosotros. Espera nuestra respuesta, que estamos tardando
demasiado tiempo en dársela.
¿Qué espera de nosotros? Es bien claro y sencillo:
-Que tengamos, como Jesús, verdadera hambre y sed de justicia, que es lo que más está necesitando el mundo: “dichosos los que tienen hambre sed de justicia”.
-Que luchemos por la igualdad entre todos los seres humanos: “a nadie llaméis Señor sobre la tierra, todos vosotros sois hermanos”.
-Que luchemos por la fraternidad: “uno solo es vuestro Padre, el del Cielo”.
-Que luchemos por el amor entre todos/as: “esto os mando, que os améis unos a otros”.
-Que luchemos por la solidaridad: “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y me atendisteis, estuve desnudo y me vestisteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme, fui emigrante y me acogisteis”.
Todo esto, que es lo más esencial del Evangelio de Jesús, es cosa nuestra, depende de nosotros. Depende de nuestro compromiso. Seguro que tenemos a Dios aburrido de pedirle mil cosas, pero que no dependen de El. Dependen de nosotros, son compromiso nuestro.
En las misas, en las oraciones, en toda clase de cultos y novenas, no hacemos más que pedir y pedir: o Dios es tonto o nosotros necios, porque las injusticias siguen ahí, las desigualdades cada vez mayores siguen ahí, la violencia sigue ahí, las guerras siguen ahí, el abuso de la naturaleza y el cambio climático siguen ahí, las emigraciones forzosas cada vez más grandes siguen ahí, los millones de pobres aun siguen ahí.
Todos estos males, los causamos los humanos. Ahora solo falta que le echemos a Dios la culpa de todo esto para no asumir nuestras responsabilidades. Incluso a veces decimos: “por qué no ve Dios esto”.
Asumamos, pues, de una vez nuestro compromiso con los seres humanos y la madre Tierra, y todos los
sufrimientos injustos, innecesarios, indignos del ser humano, habrán desaparecido.
¿Hacer oración?
Sí, pero para decirte a Dios lo que estamos dispuestos a hacer para construir:
– un mundo de justicia, para todos los seres humanos y toda la creación.
– un mundo de fraternidad, para todos los seres humanos y toda la creación.
– un mundo de amor, para todos los seres humanos y toda la creación.
– un mundo de solidaridad, para todos los seres humanos y toda la creación.
– un mundo de igualdad, para todos los seres humanos y toda la creación.
Todo esto es cosa nuestra: Todos cuantos luchan con sinceridad por estos grandes valores, que son lo más importante para el bien de la humanidad y de la creación, ya tienen a Dios con ellos, ya están dando respuesta al Espíritu Santo, estén donde estén, sean quienes sean, sean de la religión que sean, sean creyentes, agnósticos o ateos.
Sin el compromiso con estos grandes valores, que son lo más necesario para la humanidad y la creación en este mundo y Dios espera de nosotros, todo lo demás son pamemas, porque creer es comprometerse.
P. Faustino Vilabrille Linares
A s t u r i a s