Catedrales siniestradas
Cada cual sus propios siniestros de catedrales. Los franceses con la Catedral de “Notre Dame de París” y los chilenos con su dramática crisis eclesiástica: la decena de “sedes vacantes” (Catedrales con administradores de fundos “eclesiásticos”), el renuncio general de los obispos, su dudosa reposición, las desautorizaciones de sus cardenales y para colmo el escándalo de los abusos sexuales en el clero hasta en las mismas dependencias de la catedral de Santiago.
Los franceses pueden contar con una reconstrucción financiada por los afanes patrimoniales y los intereses turísticos. Se es de esperar que además los católicos de Europa emocionados de esta pérdida emblemática pueden tomar conciencia del drama de sus iglesias vacías y nos está de más que se crean las “piedras vivas” de la Iglesia de Dios.
En Chile, la crisis de la Iglesia escandaliza demasiado tiempo. El descubrimiento progresivo de los abusos fue lento, las emociones fueron profundas. Muchas se escandalizaron, acusaron y condenaron los abusadores en las redes y los medios de comunicaciones pero desgraciadamente viene poco a poco un acostumbramiento. Los chilenos somos un pueblo acostumbrado a las catástrofes y cuando hay un incendio preguntan: ¿cuantas victimas hay? No importa mayormente los daños materiales; están acostumbrados a terremotos e incendios forestales y pueden ser solidarios para la reconstrucción. Pero en cuanto a la crisis eclesial, el auxilio a las víctimas es tardío y se espera que las soluciones vengan de Roma y/o de la Fiscalía.
Como los franceses con sus murallas de la catedral, la impresión común de los católicos chilenos es que las instituciones pueden reponerse. Los cristianos del hemisferio del Norte aprendieron que la secularización extrema de la sociedad está transformando la mayoría de sus templos en museos. Pasó el tempo de los constructores de catedrales. En realidad, el Reino de Dios va por otros caminos que los de una instalación o una restauración. En Latino América, muy luego se perderá la ilusión de escapar del fenómeno de la “secularización” y mucho de las instituciones e instalaciones eclesiales se revelarán unos espejismos religiosos.
Existe una religiosidad perversa que pone la Iglesia en el centro de las preocupaciones eclesiales. El encubrimiento jerárquico de los abusos reveló este narcisismo patológico que contagia fácilmente la cristiandad por el clericalismo y el gregarismo laical. Perdidos en la secularización, muchos se reagrupan actualmente en refugios religiosos, y en estructuras preservadas: obispados, parroquias y colegios, universidades, santuarios y centros de religiosidad, movimientos particulares con devociones y espiritualidades obsoletas. El cristianismo se confunde con una defensa de doctrinas y prácticas. Al lugar de ser libertarios e instrumentos de salvación muchos culpan la maldad del mundo, se atrincheran en defensa de “valores. Esto no es el precisamente el evangelio. Para Jesús, la conversión es primordial, hay que salir del encierro religioso y proyectarse hacia los hombres nuestros hermanos. Los incendios que sean de la catedral de Paris o de la catedral de la Institución católica chilena, ambos son advertencias, signos de los tiempos. Se erró el camino y la Iglesia debe reorientarse. Esta historia no es nueva, el mensaje de Jesús fue siempre un signo de contradicción par con las estructuras religiosas.
Se puede leer las relaciones que tuvo Jesús con las sinagogas y el templo, no creó ninguna organización ni institución pero mando sus discípulos hasta los confines de la tierra, las comunidades primitivas se desmarcaron de las prácticas judías y sobre todos de la religiosidad pagana y fueron misioneras. Toda la historia de la Iglesia cuenta de esta búsqueda perseverante de “otra Iglesia”, una Iglesia “en salida”. San Francisco, san Ignacio de Loyola, la Reforma y la Contra reforma son ejemplo claros de cambios. Siempre hubo que luchar contra esta viciosa introspección de la Iglesia. La Iglesia es “comunión”, “asamblea”, “congregación” pero cuando aparecen corrupciones y escándalos, es hora de bajar de la montaña y volver a mirar los confines de la tierra hasta donde tiene que llegar el evangelio.
Para ilustrar esta reflexión y antes de enfocar la situación actual de nuestra Iglesia chilena, se puede recordar un hecho del siglo pasado que pueden servir de ejemplo. Muchos veteranos habrán escuchado hablar de la “Acción católica” que fue un despertar evangelizador fantástico. En una época en que muchos tenía la impresión que la Iglesia había perdido la clase obrera y el mundo de la ciencia, nació una movilización de obreros, estudiantes o campesinos que se reunieron para Ver la vida en su alrededor, juzgarla a la luz del evangelio y actuar con el fin de volver a cristianizar su entorno y la sociedad. Este método llamado de la “revisión de vida” tuvo un gran éxito durante décadas. Sus militantes impactaron en las fábricas, los sindicatos y las políticas. A estos laicos, la autoridad de la Iglesia les dio inicialmente “mandatos” y recursos a sus movimientos (Moac, Joc, Jec, Mcr…), y les apoyó con capellanes pero cuando estos laicos se aventuraron y entremezclaron con ideologías y posturas políticas, la jerarquía les quito mandato, recursos y capellanes. Recriminados, estos movimientos periclitaron al final del siglo pasado. Pero fue una linda iniciativa laical pero también un dramático repliegue de la Iglesia sobre sí misma.
Pensando al momento preciso que vive nuestra Iglesia chilena, se puede detectar una voluntad de salir de la crisis existente. Se pueden señalar dos tipos de iniciativas que merecen nuestra atención.
La primera es la “ red de laic@s “ que tiene como lema : “Otra Iglesia es posible”. Un grupo de laicos y laicas invitó en enero pasado a una jornada inaugural de un sínodo “autoconvocado”que se pretende realizar a través de todo el país. Trescientos cincuenta cristianos de todo el país reflexionaron y buscaron pistas para superar la crisis eclesial. La declaración final de esta jornada junto con el informe completo de todas las ponencias abren un movimiento sinodal laical que pretende realizar un trabajo mancomunado en cuantas comunidades o grupos sea posible para proponer cambios renovadores para la Iglesia. Esta iniciativa laica es sin duda una respuesta a los desafíos planteados por el mismo Papa Francisco.
La otra iniciativa que se puede mencionar es una proposición de renovación pastoral promovida por el equipo nacional de las vicarias pastorales de la CECH llamado “Proceso de discernimiento pastoral”, un plan para desarrollarse hasta el 2021. Esta planificación contempla 4 tiempos: de escucha, de discernimiento, de decisión y de implementación. Es un método inspirado por las últimas enseñanzas papales y episcopales. El método de discernimiento es en primer lugar volver a centrar la Iglesia en Cristo. Después de detallar el contexto problemática de la Iglesia actual, centra las ideas en la Iglesia: Pueblo de Dios como se lo descubre en las Sagradas escrituras, se explicita en las enseñanzas y vivencias tradicionales de la Iglesia, Pueblo de Dios como lo valoró el concilio Vaticano II, la conferencia de Los Obispos en Aparecida, las abundantes declaraciones del Papa, una Iglesia, Pueblo de Dios con jerarquía, ministerios y carismas.
Lo llamativo de este plan pastoral es la importancia que se da al “discernimiento”. Este método merecería un estudio particular pero se puede señalar aquí que aparece una cierta recuperación del método “Ver, Juzgar y Actuar” de la acción católica, unas ideas de la XV Conferencia de los obispos ( ej.: el discipulado), también algunos elementos de la espiritualidad ignaciana (ej. interioridad, orden de vida…) A demás se puede descubrir la mano de Benedicto XVI: la búsqueda de una fe fundante para convencer y poder transformar el mundo por la acción del Espíritu.
Estas dos iniciativas tienen presupuestos distintos. El sistema eclesial es el que preocupa mayormente la red laical: si mejora la institución, mejorarán las comunidades cristianos. Para los del plan pastoral es más bien la falta de una fe suficientemente ilustrada (la formación) la raíz del problema de la Iglesia: si hubiera mejor fe en la Iglesia, no pasaría todo lo que está pasando. Aun cuando ambos iniciativas están de acuerdo en la importancia de centrarse en Jesucristo los cambios que se buscan son en realidad de introversión más que de extraversión. Los unos (directores de pastoral) se siguen maestros que quieren formar (mejor) a los demás para después evangelizar y los otros que son laicos llaman la atención sobre el sistema prepotente y abusador pero se olvidan de las realidades temporales que esperan la revelación de los hijos de Dios: la sexualidad, la familia, la vida social, el trabajo, la ecología, la economía, la política, la cultura( y no solamente algunos pobres, victimas o necesitados que atender por caridad)…allí también en el mundo es donde se construye el Reino de Dios. Y por Dios que esto es cierto porque se ve cuantas enseñanzas el mundo ( bien pagano a veces) aporta a las Iglesias, de emancipación de la mujer, de participación, de inclusión, de tolerancia, de cuidado de la Madre tierra, de unión…
¿Qué concluir de esto?- La conversión a la que nos llama Cristo no es el sobrevivir, el continuar como Iglesia. La Iglesia es más futuro que pasado. Cristo nos espera mejor a fuera que a dentro.
Los que tienen poca fe quieren asegurar su doctrina, su moral, sus santos pero los que quieren seguir a Cristo se deben hacer más testigos a fuera que discípulos a dentro.
Santificado sea tu nombre (esto vale por a dentro).
Venga a nosotros tu Reino (esto vale más por afuera que por dentro).
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo
(lo tuyo más que lo nuestro en definitiva).
Paul Buchet