El Papa implora la paz para el pueblo de Sudán del Sur
De rodillas, besando los pies de los líderes de Sudán del Sur, para que «el fuego de la guerra se apague de una vez por todas» en el país africano. El Papa Francisco hizo un gesto inesperado en la Casa Santa Marta, en donde concluye el retiro espiritual en el Vaticano de las principales autoridades religiosas y políticas sud sudanesas, concebido por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
El Pontífice implora la paz para el pueblo de Sudán del Sur, destrozado por casi seis años de guerra civil que han provocado más de 400 mil muertos. Hizo concreta esta oración arrodillándose ante el presidente Salva Kiir y ante los vicepresidentes designados Rebecca Nyandeng De Mabior, viuda del líder sud sudanés John Garang, y Reik Machar, líder de la oposición. En virtude del acuerdo firmado en septiembre (el Revitalised Agreement on the Resolution of Conflict in South Sudan), asumirán altos argos de responsabilidad a nivel nacional el próximo 12 de mayo.
«A ustedes tres, que firmaron el acuerdo de paz, les pido, como hermano: permanezcan en la paz», dijo Bergoglio. «Lo pido con el corazón: sigamos adelante, habrá muchos problemas, pero no se espanten. Sigan adelante, resuelvan los problemas. Ustedes han puesto en marcha un proceso; ¡que acabe bien! Habrá luchas entre ustedes, pero que sean adentro de la oficina. ¡Ante el pueblo, las manos unidas! Así, de simples ciudadanos se convertirán en padres de naciones. Permítanme pedírselo con el corazón, con mis sentimientos más profundos».
«La paz es posible, no me cansaré nunca de repetirlo», afirmó varias veces Francisco durante su discurso a la cúpula del estado más joven del mundo, que logró su independencia de Sudán en 2011. «La paz es posible», pero requiere un «fuerte compromiso de los hombres responsables hacia el propio pueblo».
Precisamente el pueblo es la mayor preocupación del Obispo de Roma. «Mis pensamientos –dijo– van principalmente a las personas que han perdido a sus seres queridos y sus casas, a las familias que se han separado y que nunca han vuelto a encontrarse, a todos los niños y a los ancianos, a las mujeres y a los hombres que sufren terriblemente debido a los conflictos y las violencias que han sembrado muerte, hambre, dolor y llanto».
«Este grito de los pobres y de los necesitados lo escuchamos fuertemente, penetra los cielos hasta el corazón de Dios Padre, que quiere darles justicia y darles la paz», subrayó Francisco. «En estas almas que sufren pienso incesantemente e imploro que el fuego de la guerra se apague de una vez por todas, que puedan volver a sus casas y vivir en serenidad. Suplico a Dios omnipotente que la paz llegue a su tierra, y me dirijo también a los hombres de buena voluntad para que la paz llegue a su pueblo».
Paz, dijo el Papa, que es «el primero de los dones que el Señor nos ha traído», es también la «primera tarea que los jefes de las naciones deben perseguir»: es «la condición fundamental para el respeto de los derechos de cada hombre y para el desarrollo integral del pueblo entero». La gente de Sudán del Sur invoca esta paz y ahora la espera como un don que surja del evento en Roma. No «un acostumbrado y común encuentro bilateral o diplomático entre el Papa y los jefes de Estado», precisó el Papa, y tampoco una «iniciativa ecuménica entre los representantes de las diferentes comunidades cristianas», sino «un retiro espiritual» para suscitar, mediante el recogimiento interior, «buenos frutos» para sí mismos y para las comunidades a de pertenencia.
«En este momento deseo asegurar mi cercanía espiritual a todos sus compatriotas, en particular a los refugiados y a los enfermos, que se han quedado en el país con grandes expectativas y con la respiración suspendida, esperando el resultado de este día histórico», dijo el Pontífice. «Estoy seguro de que ellos, con gran esperanza e intensa oración en sus corazones, han acompañado nuestro encuentro. Y, como Noé esperó a que la paloma le llevara la ramita de olivo para demostrar el fin del diluvio y el inicio de una nueva era de paz entre Dios y los hombres, de la misma manera su pueblo espera su regreso a la patria, la reconciliación de todos sus miembros y una nueva era de paz y prosperidad para todos».
El Papa también recordó la «enorme corresponsabilidad para el presente y para el futuro del pueblo sud sudanés» que se traduce en comprometerse «con nuevo vigor y reconciliados, en la construcción de su Nación». «El gemido de los pobres que tienen hambre y sed de justicia nos obliga en consciencia y nos compromete en nuestro servicio», subrayó.
Tanto los líderes políticos como los líderes religiosos han sido «elegidos por Dios», pero también lo fueron «por el pueblo, para que lo sirvan fielmente». «En este servicio acaso hemos cometido errores, algunos más pequeños, otros más grandes», observó el Obispo de Roma, pero lo importanate es seguir adelante conscientes de que hay un pueblo que mira y que esta mirada «expresa el deseo ardiente de justicia, de reconciliación y de paz».
«¡Nunca me cansaré de repetir que la paz es posible!», insistió Jorge Mario Bergoglio, quien invocó «la victoria de la paz sobre esos cómplices de la guerra que son la soberbia, la avaricia, la brama de poder, el interés egoísta, la mentira y la hipocresía».
El Pontífice desea que todos sepan acoger «la altísima vocación de ser artesanos de paz, en un espíritu de fraternidad y solidaridad con cada miembro de nuestro pueblo, un espíritu noble, recto, firme y valiente en la búsqueda de la paz mediante el diálogo, la negociación y el perdón. Les exhorto, por lo tanto, a buscar lo que les une, empezando por la pertenencia al mismo pueblo, y superar todo lo que les divide. ¡La gente ya está cansada y exhausta por las guerras pasadas: recuerden que con la guerra todo se pierde! Su gente hoy brama un futuro mejor, que pasa a través de la reconciliación y la paz».
Por ello un nuevo llamado del Papa a que «cesen definitivamente las hostilidades, que el armisticio sea respetado (¡por favor, que se respete el armisticio!), que las divisiones políticas y étnicas sean superadas y que la paz sea duradera, por el bien común de todos los ciudadanos que sueñan con comenzar a construir la Nación».
El Papa Francisco terminó el encuentro con una oración común, pero antes confirmó el «deseo» de viajar próximamente «a su amada nación», en compañía del arzobispo Welby y del moderador de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, John Chalmers. Ambos firmaron las Biblias que recibieron todos los que participaron en el retiro. Y cada ejemplar también lleva la frase: «Busca lo que une. Supera lo que divide».
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
Vatican Insider – Refelxión y Liberación