Lo importante es el mensaje. Iglesia convulsionada
Mientras no se acaben los ricos y los pobres, este mundo no será el Reino de Dios.
Dios quiere una vida digna, feliz, alegre y gratificante para todos los seres humanos en este mundo
Iglesia convulsionada. Una misa de domingo
Mientras que en la Iglesia Oficial no se reconozcan a las mujeres los mismos derechos que a los hombres, estaremos cometiendo una muy grave y ya secular injusticia contra las mujeres.
Juan 2,1-11 recoge el pasaje del Evangelio que narra lo sucedido en las bodas de Caná de Galilea, donde Jesús convierte 600 litros de agua en otros tantos de vino.
Hay beneméritos historiadores que intentan verificar todo lo más posible la historicidad de los hechos y dichos de Jesús de Nazaret. Constantemente se publican libros cuyos títulos se parecen, más o menos, a este titular: APROXIMACION HISTORICA A JESUS DE NAZARET. Nos dicen que todo lo que aparece recogido por tres de los cuatro Evangelios, ofrece más garantía de historicidad.
Eso, con ser de gran interés, no es lo más importante: lo importante de Jesús de Nazaret (cuya existencia todos dan por cierta), es el Mensaje que nos ha dejado, que transmitió a sus discípulos y seguidores con los hechos y las palabras de su vida, un mensaje que responde a las aspiraciones más profundas del ser humano, tanto desde su dimensión inmanente, relativa a las realidades de este mundo, como desde su dimensión trascendente, que tanto marcó a los seres humanos ya desde los albores de la prehistoria, preguntándose por el sentido y sobre todo por el más allá de esta vida.
El mensaje que Jesús practicó y enseñó de amor mutuo, de fraternidad mutua, de justicia mutua, de solidaridad mutua, de vida mutua, de unión mutua, de perdón mutuo, de misericordia mutua, de compasión mutua, de ayuda mutua, de verdad mutua, de paz mutua, de esperanza mutua, de servicio político mutuo: este mensaje aparece reflejado de múltiples formas en las páginas de los cuatro Evangelios.
Todo el mensaje de Jesús tiene una evidente dimensión horizontal que tiene como finalidad hacer la vida lo más digna posible, feliz, alegre y gratificante para todos los seres humanos en este mundo.
Jesús hace todo cuanto hace falta en cada momento para el bien de cada persona, y por eso cura las enfermedades, da de comer a los que tienen hambre, defiende los marginados e indefensos, consuela a los que sufren. Jesús no quiere ver sufrir a nadie por ninguna causa. Jesús quiere que nadie haga sufrir nadie por ningún motivo, que nadie se víctima de nadie. Jesús rechaza toda clase de opresión, sea física, religiosa, económica o política. “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.
La narración del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús haciendo algo que no era necesario: simplemente que no terminase una boda sin vino suficiente: convierte seiscientos litros de agua en otros tantos de vino. Seguro que sobró mucho, pues Jesús quiere que en este mundo haya bienes de sobra para todos, como también hizo que sobrasen doce cestos de pan y de pescado en una comida para más de cinco mil hombres sin contar mujeres y niños, y antes había curado a los enfermos que había entre ellos.
Jesús daba importancia a todo, pero hay dos cosas especialmente significativas: la salud y la comida. Por eso, no había enfermo al que no curase, ni gente con hambre a la que no le diese de comer. Son dos necesidades muy urgentes que tienen en el mundo de hoy 800 millones de personas, sobre todo en el Tercer Mundo: ¿qué hacemos nosotros para cuidar su salud y para darles de comer? Jesús denunciaba toda clase opresión, pero sobre todo a los ricos, a los dirigentes religiosos y a los políticos opresores. Mientras no desaparezcan los ricos y los pobres, este mundo no será el Reino de Dios. Mientras que los poderes políticos estén al servicio del dinero y de su propio poder, este mundo no será el Reino de Dios. Los ricos son los culpables de que haya pobres. Ninguna riqueza es inocente. Quien no tenga esto claro aun no ha llegado de conocer con un mínimo de rigor las estructuras económico-políticas que gobiernan y dirigen lo que pasa en el mundo actual. Para practicar y vivir una fe adulta y madura es necesario tener conciencia crítica, política e histórica. Sin estos tres niveles de conciencia es imposible ser coherente con el Evangelio y por tanto construir de una manera eficaz el Reino de Dios en este mundo.
Pero el mensaje de Jesús no se queda solo en el intramundo, sino que nos descubre la vinculación de todos los grandes valores del Reino de Dios en este mundo con la continuidad de la vida más allá de la frontera y los límites de la vida presente, desde lo más pequeño a lo más grande: “el que dé tan solo un vaso de agua …no quedará sin recompensa”…”venid a tomar posesión del Reino de Dios creado para vosotros desde la creación del mundo porque tuve hambre y me disteis de comer…”
En el mensaje de Jesús hay una opción preferencial por quien más lo necesita: entonces eran los esclavos (los más pobres entre los más pobres), los niños y las mujeres, como pasa todavía hoy. Y por el contrario, hay un rechazo total a los ricos: “¡ay de vosotros los ricos…!”; a los que escandalizan a los niños: “más les valiera tirarse al mar con una rueda de molino atada al cuello”; y criminalizan a las mujeres: “quien esté sin pecado que le tire la primera piedra”.
Actualmente estamos asistiendo a una Iglesia convulsionada por la horrorosa pederastia y abusos sexuales de curas, monjes, obispos y cardenales, con unos Papas, alguno de largo pontificado, que los encubrieron, hasta que llegó Francisco que está haciendo un esfuerzo colosal por limpiar tanta basura, pero que no encuentra colaboración unánime del resto de la Iglesia oficial para renovarla desde su misma raíz y que así vuelva a ser coherente con el Evangelio para un auténtico servicio a la humanidad. Pero no solo eso: hay otros capítulos de enorme importancia: limpiarla también de tanta riqueza, de tanto poder, de tanto boato, de tanto rito (el mensaje de Jesús es subversivo respecto a los ritualismos religiosos que no están al servicio del hombre), de tanto integrismo, de tanta connivencia con políticos conservadores y de derechas, de tanto machismo, de tan absoluta marginación de la mujer al interior de la propia Iglesia donde las mujeres son la gran mayoría: si vas, por ejemplo, a una misa de domingo y te fijas en los bancos que tienes delante veras que en un banco donde hay seis personas, uno o dos son hombres, los demás mujeres. Si es un banco de ocho, dos o tres son hombres, los demás mujeres. A veces ni eso.
Las mujeres deberíais dar un golpe de estado al interior de la Iglesia: dejar catequesis, cáritas, enseñanza, hospitales, misiones, servicios asistenciales…, hasta que se os reconozcan en ella los mismos derechos que a los hombres porque la Iglesia Oficial está cometiendo una gravísima y secular injusticia con vosotras.Tenéis a vuestro favor al Papa Francisco, que por lo menos ya nombró una Comisión para estudiarlo.
Jesús de Nazaret y el gran Mensaje de su Evangelio están ahí, y a él tenemos que volver todos para un mundo nuevo de más amor, más vida y más esperanza.
P. Faustino Vilabrille Linares
A s t u r i a s