La visita del Papa Francisco, un año después
En esta semana se cumplió un año de la visita del Papa Francisco a Chile. Fueron tres días, del 15 al 18 de enero de 2018, que desencadenaron una serie de acontecimientos en la convulsionada vida de nuestra Iglesia católica en el país.
La visita estuvo marcada por eso que el mismo Papa calificó -unos meses después- como “ese frío extrañísimo” que había sentido en Chile. El frío de una acogida que en ningún encuentro reunió la gente que se esperaba, y que en algunos esa presencia fue escasa, como el encuentro con los jóvenes en Maipú, y en el encuentro en Iquique. Algunos medios de prensa internacionales ya la habían calificado como la peor de las visitas de los cinco años del papado de Francisco.
Además, la invasiva presencia del obispo de Osorno, Juan Barros, acusado como encubridor por las víctimas de Karadima, era una nube sombría que presagiaba tormentas, las que se desencadenaron con la afirmación del Papa ante la pregunta de una periodista: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba. Todo es calumnia. ¿Está claro?”.
Así, todo había comenzado en La Moneda con la humilde petición de perdón que hizo el Papa por los abusos de parte de miembros del clero, siguió con luminosas palabras y sabias enseñanzas en algunos de sus discursos, y terminó con esas palabras de apoyo a Juan Barros en Iquique. Una visita que fue vivida por muchos entre la admiración y la perplejidad, y por otros entre la rabia y la indiferencia.
A partir de allí, fueron ocurriendo hechos inéditos. Prontamente, el Papa Francisco pidió perdón por sus palabras, reconociendo su error, y señaló haber estado mal informado. Luego, el envío del obispo de Malta, Charles Scicluna y el sacerdote Jordi Bertomeu, a conocer de cerca el estado y problemas de la Iglesia en Chile y la elaboración de lo que se conoce como “el informe Scicluna”. Luego, su invitación a las víctimas de Karadima a reunirse con él en Roma y reiterarles allí su petición de perdón; siguió con la convocatoria a los obispos chilenos a Roma, donde les entregó un texto para su reflexión que se filtró a la prensa y donde el Papa se expresa en fuertes palabras acerca de la situación de la Iglesia chilena que había perdido su centro en el Señor Jesús, viviendo centrada en sí misma y advirtiendo que “mesianismo, elitismos, clericalismos, son todos signos de perversión en el ser eclesial”; encuentro que concluyó con que todos los obispos chilenos pusieron sus cargos a disposición del Papa.
A fines de mayo, el Papa dirigió su carta “Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”, donde invitaba a todos a involucrarse, a orar y participar para enfrentar estas complejas situaciones. Todo esto sucedía en diversos tribunales civiles y eclesiásticos se abrían investigaciones a diversos sacerdotes y obispos acusados de abusos sexuales o de encubrimiento de tales abusos. También, el Papa hizo efectivas las renuncias de varios obispos y expulsó del estado sacerdotal a otros obispos y sacerdotes. Recientemente, el encuentro sinodal de laicos autoconvocado abre un nuevo horizonte de participación de los católicos en la búsqueda de la necesaria renovación, guiada por la convicción de que otro modo de ser Iglesia es posible.
Sin duda, ha sido un año convulsionado, doloroso y -también- esperanzador para los católicos. Los dolores están a la vista de todos, y la esperanza la podemos acoger en diversos signos, como en el hecho de que la verdad comienza a salir a manifestarse, y la verdad es la que nos hace libres y nos permite avanzar; es una tarea a continuar realizando. También la esperanza se manifiesta en que son muchos los católicos que se sienten involucrados en la renovación de la vida eclesial y trabajan para que otra Iglesia sea posible. Sin duda, hay muchas tareas pendientes en la necesaria reparación a las víctimas y en la transformación del modo de ser Iglesia en nuestra sociedad, pero la esperanza sostiene nuestros pasos.
A un año de la visita del Papa Francisco a Chile podemos agradecer el proceso de hacer la verdad y de renovación que esa visita -con sus luces y sombras- ha desatado en la vida de la Iglesia en Chile y -sin duda, también- en el mundo entero.
P. Marcos Buvinic
La Prensa Austral – Reflexión y Liberación