“Quien quiere ayudarme, saque adelante el Concilio en la Iglesia”
«Si quieres ayudarme, actúa de tal manera que saques adelante el Concilio en la Iglesia. Y ayúdame con tu oración. Necesito tanta oración». Es lo que el Papa Francisco respondió a un joven jesuita que le preguntó cómo podía sostener al Papa en su misión. “La Civiltà Cattolica” publicó la transcripción, al cuidado del director de la revista, el P. Antonio Spadaro, del diálogo de más de una hora que se llevó a cabo en Vilna con los jesuitas de los países bálticos, durante la reciente visita papal.
Hablando sobre la acción del jesuita y pensando en los tiempos de la clandestinidad, en la que, durante décadas, tuvieron que refugiarse en el ex imperio soviético, Bergoglio dijo: «Creo que para un jesuita trabajar en la clandestinidad no es difícil. El padre Hugo Rahner decía que el jesuita debe ser capaz de discernir tanto en el campo de Dios como en el campo del diablo. Creo que el discernimiento nos da esta capacidad, este olfato de lo sobrenatural: el sentido de lo divino y de lo diabólico en relación con los sucesos de la vida humana y de la historia. Hay que pedir ser introducidos tanto a las intenciones del Señor como a las del enemigo de la naturaleza humana y a sus engaños. También en los momentos feos, el jesuita debe saber cómo caminar».
Respondiendo al obispo jesuita Sigitas Tamkevičius, que estuvo en las cárceles de la KGB que visitó el Papa, Francisco dijo: «Quiero decir esto: nosotros decimos que Jesús bajó al infierno, y yo les aconsejo no tener miedo de bajar a los infiernos de las personas. A veces esto incluso significa entrar en el campo del diablo. Pero los sufrimientos humanos, sociales, los de las conciencias… Hay que bajar a los infiernos, hay que bajar ahí. Tocar las llagas. Y, tocando las llagas de las personas, tú tocas las llagas de Cristo. El jesuita no debe tener miedo de esto. Es una gracia que se recibe de la mano del Señor. Y estas heridas no se han abierto solamente en Vilna ni solo en el pasado. Lo mismo sucede precisamente hoy, en muchas situaciones socio-políticas del mundo. Estoy pensando en un video que atestigua la situación de algunas cárceles del norte de África, construidas por los traficantes de personas. Cuando los gobiernos regresan a los que habrán logrado ponerse a salvo, los traficantes los meten en esas cárceles, en donde se practican las torturas más horribles. Por esto es importante que usted hable de su experiencia en prisión».
«La gente —añadió el Papa— debe saber qué significa. Es bueno que hable de ello. Nosotros, hoy, nos rasgamos las vestiduras por lo que hicieron los comunistas, los nazis y los fascistas… Pero, ¿y hoy? ¿No sucede lo mismo hoy? Claro, ¡pero se hace con guante blanco y de seda! Yo siempre llevo conmigo este Vía Crucis de bolsillo, para recordar la Pasión del Señor [y lo sacó del bolsillo]. Es la Pasión de tanta gente que hoy está en la cárcel, es torturada. Me hace bien meditar el Vía Crucis. ¡Gracias, padre! ¡Gracias por su testimonio!»
El Papa después se refirió a la «cercanía» de Dios. «La cercanía es la actitud más antigua de Dios. Él mismo se presenta así: cerca… Y luego se acercó aún más: se hizo uno de nosotros. La “synkatabasis”: Dios se hizo condescendencia, cercano en la carne. Cualquier pastoral que olvide esto está destinada al fracaso. Jesús se hizo cercano a los marginados, a los muertos (que luego resucitaba), a los pecadores, a los publicanos, a las prostitutas… Los puros, los profesionistas de la religión se escandalizaban. Si un sacerdote expulsa de mala manera a un penitente, el obispo debe interrogarse si es conveniente quitarle la licencia para confesar, porque el confesor debe expresar paternidad. El confesor está ahí para abrazar al hijo pródigo, el hijo perdido. Y siempre, siempre, si tú eres padre, siempre encuentras el modo para perdonar».
Para concluir, Francisco habló sobre la educación. «Hay que salir de una herencia negativa de la Ilustración que consiste en imaginar la educación como un llenar la cabeza de ideas. Hoy hay escuelas y universidades cuyo único objetivo es el de preparar a los estudiantes para el “éxito”. Y lo hacen llenándolos de nociones. La educación involucra a toda la persona, no solamente la cabeza. Lo he dicho muchas veces, y aquí me repito: existe el lenguaje de la cabeza, pero también está el lenguaje del corazón, del sentimiento. Hay que cuidar el corazón. Se necesita una educación del sentimiento. Y también el lenguaje de las manos. Son tres lenguajes que van juntos. El joven está llamado a pensar lo que siente y hace, y debe sentir lo que piensa y hace, y hacer lo que siente y piensa. No olvidemos el sentir, los sentimientos. Ignacio fue un gran educador de los sentimientos. Y esta debe ser el camino de la educación.
Claramente, la tarea de los jesuitas que trabajan en las escuelas también es la de formar educadores capaces. Deben construir una comunidad educativa que sea capaz de discernir las situaciones y que aprenda a conducir la educación con estos tres lenguajes de corazón, cabeza y manos. ¡Pero, por favor, que los jesuitas no dejen la educación! La Compañía no debe abandonar esta misión, porque es un camino fuerte».
Andrea Tornielli – Ciudad del Vaticano
Vatican Insider – Reflexión y Liberación