Diciembre 22, 2024

“Quien es mafioso no es cristiano”

 “Quien es mafioso no es cristiano”

El Papa Francisco celebra la misa en el Foro Itálico de Palermo ante 80 mil personas. El llamado a los “capos”: «Dejen de pensar en ustedes mismos y en el dinero. Conviértanse al verdadero Dios». El recuerdo del padre Puglisi: «no vivía de llamados anti-mafia, sino que sembraba el bien».

«No se puede creer en Dios y ser mafioso. Quien es mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con la vida el nombre de Dios amor». En la gran explanada verde del Foro Itálico de Palermo, las palabras del Papa resuenan con dureza: «A los mafiosos digo: hermanos y hermanas, dejen de pensar en ustedes mismos y en el dinero. Ustedes lo saben, el sudario no tiene bolsillos y no se podrán llevar nada. ¡Conviértanse al verdadero Dios, Jesucristo, queridos hermanos y hermanas! De lo contrario, su misma vida se perderá y será la peor de las derrotas».

«Hoy necesitamos hombres de amor, no hombres de honor; de servicio, no de sometimiento; caminar juntos, no perseguir el poder», dice Francisco en su primera cita palermitana, ante alrededor de 80 mil personas que lo esperaban en esta enorme zona verde a orillas del Mediterráneo.

En su homilía, el Pontífice demuestra que es completamente diferente la lógica de quien sigue al Padre y la de quien sigue al “padrino”: «Si la Italia mafiosa es: “Tú no sabes quién soy yo”, la Italia cristiana es: “Yo te necesito”. Si la amenaza mafiosa es: “¡Me las pagarás!”, la oración cristiana es: “Señor, ayúdame a amar”. Por ello digo a los mafiosos: ¡cambien!».

El Papa tomó como punto de partida para su reflexión las lecturas de hoy en las que «Dios nos habla de la victoria y de la derrota». Jesús dice en el Evangelio: «Quien ama la propia vida la pierde». «Esta es la derrota: pierde quien ama la propia vida. ¿Por qué? Seguramente no porque haya que odiar la propia vida: hay que amar y defender la vida, ¡es el primer don de Dios! Lo que lleva a la derrota es amar la propia vida, amar lo propio. Quien vive para lo propio pierde. Parecería lo contrario. Quien vive para sí, quien multiplica lo facturado, quien tiene éxito, quien satisface plenamente sus necesidades parece vencedor a los ojos del mundo», subraya Francisco. «La publicidad nos bombardea con esta idea, pero Jesús no está de acuerdo y la invierte. Según Él, quien vive para sí no solo pierde algo, sino la vida entera; mientras quien se da encuentra el sentido de la vida y vence».

Entonces, hay que elegir: «amor o egoísmo». El egoísta se preocupa por «la propia vida y se apega a las cosas, al dinero, al poder, al placer». De esta manera abre la puerta para que entre el diablo, «que hace pensar que todo está bien, pero en realidad el corazón se anestesia. Este camino siempre acaba mal: al final se acaba en soledad, vacío dentro».

El amor se traduce, por el contrario, en «el darse». «Vivir para Dios y para los demás es un gran esfuerzo por nada, el mundo no gira de esta manera: para salir adelante no se necesitan granos de trigo, se necesita dinero y poder. Pero es una gran ilusión: el dinero y el poder no liberan al hombre, lo vuelven esclavo», afirma Bergoglio. «Vean: Dios no ejerce el poder para resolver nuestros males y los del mundo. Su vía es siempre la del amor humilde: solo el amor libera dentro, da paz y alegría. Por ello el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Y la voz más fuerte no es la de quien grita más, sino la oración. Y el mayor éxito no es la propia fama, sino el propio testimonio».

Entonces hay que «elegir de qué parte estar», aclara el Papa: «vivir para sí o donar la vida. Solamente dando la vida se derrota el mal». Es la enseñanza ofrecida por don Pino Puglisi con su vida, su obra, su martirio. El sacerdote «no vivía para tener visibilidad, no vivía de llamados anti-mafia y mucho menos se conformaba con no hacer nada malo, sino que sembraba el bien, mucho bien. La suya parecía una lógica perdedora, y parecía vencedora la lógica de la cartera». Pero el padre Pino tenía razón: «La lógica del dios-dinero es perdedora», insiste el Pontífice. «Veámonos dentro. Tener siempre impulsa a querer: tengo una cosa e inmediatamente quiero otra y luego otra más, cada vez más, sin fin. Entre más tienes, más quieres; es una dependencia fea. ¡Es como una droga! Quien se hincha de cosas explota. Quien ama, por el contrario, se encuentra a sí mismo y descubre qué bello es ayudar, qué bello es servir. Encuentra la alegría dentro y la sonsrisa afuera». Fue así la vida de don Pino.

El Papa Francisco recuerda su asesinato, el 15 de septiembre de 1993, cuando cumplió 56 años, afuera de su casa en el barrio Brancaccio, en donde daba su vida por los niños, por los jóvenes y por las familias. Un disparo en la nuca. Pero él «coronó su victoria con la sonrisa, con esa sonrisa que no dejó dormir a su asesino, quien dijo: “Había una especie de luz en esa sonrisa”», recuerda el Papa. «El padre Pino era inerme, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no un resplandor enceguecedor, sino una luz gentil que excava dentro y aclara el corazón».

Necesitamos «tantos sacerdotes de la sonrisa, cristianos de la sonrisa, no porque tomen las cosas a la ligera, sino porque son ricos solamente con la alegría de Dios, porque creen en el amor y viven para servir», dice el Papa. «Don pino –prosigue– sabía que arriesgaba, pero sabía, sobre todo, que el peligro verdadero en la vida es no arriesgar», es «vivir entre comodidades, atajos. Que Dios nos libre de vivir a la baja, conformándonos con medias verdades. Que Dios nos libre de una vida pequeña, que gira alrededor del dinero. Que nos libre de pensar que todo está bien si a mí me va bien. Que nos libre de creernos justos si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. Que nos libre de creernos buenos solamente porque no hacemos nada malo». 

«A los demás la vida se da, no se quita», insiste el Papa. «No se puede creer en Dios y odiar al hermano». Dios es «amor» y «repudia cualquier violencia y ama a todos los hombres. Por ello, la palabra odio debe ser borrada de la vida cristiana, por ello no se puede creer en Dios y someter al hermano».

Y no solo: «No se puede seguir a Jesús con las ideas, hay que poner manos a la obra». Don Pino lo repetía siempre: «Si cada uno hace algo, se puede hacer mucho». Ante él, exhorta, cada uno debe preguntarse: «¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué puedo hacer por los demás, por la Iglesia?». La respuesta es clara: «No esperar a que la Iglesia haga algo por ti. Comienza tú», aconseja el Pontífice. «No esperar a la sociedad, ¡comienza tú! No pienses en ti mismo, no huyas de tu responsabilidad, ¡elige el amor! Siente la vida de tu gente necesitada, escucha a tu pueblo». Este, subraya el Papa, «es el único populismo posible, el único “populismo cristiano”: escuchar y servir al pueblo, sin gritar, acusar y suscitar peleas».

Esto es lo que hizo don Pino Puglisi, «pobre entre los pobres» de su tierra. «En su habitación, la silla en la que estudiaba estaba rota. Pero la silla no era el centro de la vida, porque no estaba ahí sentado descansando, sino vivía en camino para amar», dice Francisco. «Esta es la mentalidad vencedora. Esta es la victoria de la fe, que nace del don cotidiano de sí. He aquí la victoria de la fe, que lleva la sonrisa de Dios a las calles del mundo. He aquí la victoria de la fe, que nace del escándalo del martirio». «Nadie tiene un amor más grande que este: dar su vida por los propios amigos». Estas palabras de Jesús, escritas en la tumba de don Pino nos recuerdan a todos «que dar la vida ha sido el primer secreto de su victoria, el secreto de una vida bella». «Hoy –concluye el Papa Bergoglio– elijamos también nosotros una vida bella».

Salvatore Cernuzio  /  Palermo (Sicilia)

Vatican Insider   –   Reflexión y Liberación 

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