Diciembre 21, 2024

¿Porque no un Sínodo Nacional de Laicos?

 ¿Porque no un Sínodo Nacional de Laicos?

Una proposición de reunión eclesial de este tipo no es una innovación.

En la historia, desde el séptimo siglo, se conoce sínodos de todo tipo: internacionales, nacionales, locales. Son asambleas organizadas para deliberar de los problemas de la Iglesia. Como lo indica la palabra (griega) es un “caminar juntos”. Actualmente, existen sínodos periódicos de los Obispos en Roma y el Papa  Francisco invitó a celebrar próximamente un sínodo para la juventud. Normalmente los sínodos han sido pauteados y guiados por los eclesiásticos con una participación de algunos laicos como lo fue el sínodo sobre la familia realizado años atrás. Adelantar la idea de un sínodo “de laicos” a nivel nacional es una novedad. Se inscribe en la búsqueda de una salida de la crisis de la Iglesia chilena que involucró principalmente a sacerdotes y obispos. Esta iniciativa no se presenta como una insurrección anticlerical sino que consiste a recurrir al recurso laico de la Iglesia que por su dinamismo especial es capaz de restaurar la confianza eclesial que está en problema.

Por cierto, un sínodo de este tipo  exige una confianza férrea en Dios que guía a su pueblo y… también requiere un trabajo importante de un mayor número de personas de las bancas de los templos.  No es de realizar unas sesiones generales de representantes selectos debatiendo temas prestablecidos, se trata de promover  a través de todo el país tantos grupos de trabajo sean posibles para realizar ejercicios de entendimiento y de compartir de la fe. Estos equipos, unos grupos de  6- 12 mujeres todos laicos se comprometerán a realizar una serie de reuniones semanales durante varios meses para reflexionar acerca de la fe y sus vivencias para  superar la crisis de la Iglesia y de promover la evangelización de nuestra sociedad.  Estos ejercicios  grupales serán sintetizados para poder compartirlos con otros grupos en unos “encuentros” de representantes a nivel diocesano, regional y nacional con el propósito de testimoniar y hacer proposiciones a la jerarquía.

No faltarán argumentos  en contra de esta estrategia. Los primeros podrían ser: -el restarles autoridad a los obispos, sería una iniciativa que sale del ordenamiento clerical tradicional de la Iglesia, – es difícil que  encuentre el acuerdo de la mayoría de los obispos en la conferencia episcopal,- los  sectores conservadores podrían levantarse en desconformidad, – podría dividir a la Iglesia, – será difícil conseguir un beneplácito en Roma…

A esto, se puede contestar algunas cosas. -El Papa habló reiteradamente de la “sinodalidad” como buen camino para la Iglesia en nuestra época.- Los laicos más conservadores tendrán la oportunidad de participar con grupos de trabajos.- La próxima conferencia de los obispos, más allá de expresar buenos sentimientos,  tendrá que definir una manera precisa  de restaurar su autoridad y la confianza de la feligresía. – La Iglesia de Chile después de dar al mundo una imagen lamentable podría recuperar su dignidad perdida al hacer un esfuerzo sinodal sincero.- Deliberar, reflexionar, proponer cambios no quita lo católico, apostólico y romano. – Se deja de creer más por desconformidad con las corrupciones y abusos religiosos que por discusiones intelectuales. – Las proposiciones elaboradas por los laicos serán auténticas colaboraciones al rol de los obispos y del Papa. – En cuanto a las críticas que se pueden hacer de marginar al clero y a los consagrados de este trabajo de laicos, se plantea la necesidad de un sínodo paralelo de los consagrados, es una  solución compleja pero algo desafiante para la problemática.

 Muchas veces es el miedo y la cobardía que paraliza. Sola la fe en el respaldo divino a su Iglesia puede auxiliarnos después de las debilidades creadas por los escándalos. Se invita a los obispos y a los mandamases en la Iglesia para que asumen la situación con mucha valentía y audacia. También se invita a todos los cristianos a dejar esa comodidad de dejarse manejar por el clero para asumir un rol activo en la recuperación eclesial. Se cree que el Espíritu de Dios asiste a la jerarquía  pero no se le puede creer que le falte de fuerza al Espíritu Santo para inspirar a todo el pueblo cristiano despertando un laicado valioso. Este momento de la historia de la Iglesia en Chile es desafiante, es una oportunidad para Dios de actuar a través de nosotros. De no aprovecharla, se le pedirá cuenta a nuestra generación  de no habernos convertido y movilizado.

Existen laicos y principalmente mujeres que están presentes en algunas tareas funcionales y tradicionales de la Iglesia (directivos parroquiales, catequistas, profesores de religión, ministros litúrgicos…). Su participación en un sínodo es necesaria pero a veces, por su  pertenencia y dependencia a los ambientes eclesiásticos no logran iniciativas libres  y creativas en sus responsabilidades, un sínodo los podría liberar. Existen laicos en movimientos de todo tipo  que bien les serviría de abrirse a las perspectivas de una Iglesia amplia y diversa. También hay que tomar en cuenta que los cristianos sencillos son los que entienden mejores las cosas del Reino de Dios, mejor que los sabios e creídos.  Es también necesario buscar la participación de  laicos despiertos y de más personalidad que a veces no participan activamente en los quehaceres eclesiales por no encontrar ambiente abierto y verdaderamente participativo. Otros discrepan con los curas. Otros son científicos, técnicos, agentes sociales o políticos que se sienten “en otra” con lo religioso. Será necesario darle espacio a todos los que quieren participar.

Se parte con la convocatoria de la conferencia episcopal del país de un “sínodo de laicos”  un operativo de resurgimiento eclesial a nivelo nacional.  Será necesario darle un enfoque evangelizador.  La publicidad y la promoción de los grupos de trabajos  serán  planificadas por especialistas (laicos) en la materia para impactar en la población (Prensa, Medias, Redes sociales…). De la misma manera deben ser especialistas (laicos) de la comunicación grupal que deben preparar  las metodologías para  asegurar  un trabajo libre y progresivo en los grupos lejos  y evitar los posicionamientos dominantes que desvirtualizarían la idea de caminar juntos.

La idea de fondo es de un compartir de fe en las circunstancias especiales que vive hoy el país pero también importa la necesidad de correcciones y modernizaciones que necesita la Institución católica nacional e universal. Si, hace medio siglo, el Concilio Vaticano II de los obispos no logró movilizar al pueblo de Dios para las reformas esperadas, si por desgracia se instaló  una decadencia conservadora, es hora de retomar el camino del pueblo de Dios y después de caer volver a levantar. Los que conocen la historia de la Iglesia conocen las glorias y las miserias de la Iglesia, pueden testimoniar que Dios no abandona su pueblo.

Esta iniciativa laical  desafiaría el clero y los consagrados a realizar un esfuerzo paralelo semejante para renovar sus ministerios y testimonios en la Iglesia. Son personas que recibieron dolorosamente el impacto de los escándalos en sus filas, tienen una problemática muy particular de dependencia de los obispos o de sus superiores y sus posicionamientos individuales tan diversos no les facilitan una reflexión emancipada.  Será de ellos  de elaborar los procedimientos para  mantenerse a la altura de su par el sínodo laical.

Cuando se llegará a nivel de los encuentros posteriores a los trabajos de grupos, se buscará  tanto la comunión de fe como el consensuar proposiciones de cambios.

Ojalá que el clero y los consagrados lleguen a descubrir lo que el pueblo de Dios espera de ellos y, por otra parte, que los laicos  por estos ejercicios sinodales revitalicen la religiosidad  comunitaria para poder imprimir su fe en las relaciones familiares, laborales y sociales.

Una meditación oportuna del evangelio es la estrategia del mismo Jesús. Después de anunciar el Reino de Dios, después de sus milagros y del envío de sus discípulos en misión evangelizadora, las desilusiones políticas de las masas,  empieza a enfrentar los fariseos, los maestros de la Ley, la reprobación de sus familiares, … En este momento de su vida cuando se perfila ya el camino que le lleva a la cruz, los evangelistas  nos dejaron sus enseñanzas en parábolas: la del sembrador, de la cizaña, de la levadura, del grano de mostaza, del tesoro y la perla, de la red…

Pensémoslo. Nuestro cristianismo no consiste en conocimientos ni en prácticas especiales sino en una genuina “comprensión” del Reino de Dios. Nuestra vida eclesial necesita de dialogo y compartir de fe.   

Paul Buchet

Editor