En la Diócesis de Rancagua
Me resulta impensable estar viviendo tamaña desilusión, desencanto, vergüenza y horror, por los hechos acontecidos y dados a conocer en reportaje de tele trece hace cuarenta y ocho horas atrás. Hechos que involucran al Padre Luis Rubio, y a otros, que como red de abusadores se agrupan compartiendo de forma insana y delictual la tremenda enfermedad que los aqueja. Y para la que ya no hay cura.
Me resulta vergonzoso engañar a toda una comunidad, me resulta impensable que nadie se haya dado cuenta. Que estas actitudes que atentan contra la dignidad de indefensos se hayan descubierto, y estos mismos que salen hoy de la oscuridad de su delito, pudiesen en algún momento haber dado pautas en lo moral, respecto de la conducta de otros que llanamente no pertenecen al mundo del horror.
Por esto es que por más disculpas que se pidan se engañó, o no se escuchó a quien venía a dar cuenta de estos hechos. Por más disculpas que se pidan se cometieron actos de delito, de los que la justicia civil debe tomar parte, y que una vez más, seas víctima o no, seas pariente de una víctima o no, debes tomar una postura clara porque estos hechos van en desmedro de lo que somos como sociedad. Hasta estas horas ya hay doce sacerdotes suspendidos de sus funciones, y quizás cuantos más habrá.
Quienes hemos optado por la fe cristiana, tenemos más que otros la responsabilidad de ayudar, acompañar y hacer posible que estos hechos se sepan. El dolor es tan grande que ya no parecieran ser suficientes las disculpas de quienes deberían haber estado prestos a escuchar con el oído del corazón, porque verdaderamente, en las causas humanas esto es lo necesario.
Viajes, buena mesa, financiamiento con dinero de la iglesia, para tener relaciones con jóvenes y/o abusar de ellos.
Tantas veces que fuimos confesados por ellos, en que nuestros pecados eran el espanto de la conducta humana, frente a monstruos que han mutilado la vida de otros. Hoy ya no me atrevo a mirar a los ojos, ni menos caminar libremente pensando que daré con algún hechor. Escuchamos con el corazón abierto cuando a algún hermano le pasa algo? Somos empáticos al descubrir un dolor profundo en el corazón del otro? Lo más importante serán las pruebas para ver? No estaré actuando como Santo Tomás
Tantas veces que nuestro abanico de juicios salta como liebre frente al mundo del recto actuar en el que cualquiera puede profundizar en el contexto de una homilía. Repulsión frente a los hechores que deben pasar por la justicia civil y más aún cuando son pocos días en que las autoridades de la conferencia episcopal no han sido felicitados precisamente en su actuar por el Santo Padre.
¿Habrá valido la pena el viaje a Roma?
Yo con poca esperanza y a horas de la llegada del Espíritu Santo, y esperando este sople para el encuentro de la verdad, me refugio en Santa María de Miraflores.
Raquel Sepúlveda Silva – Rancagua.