Laicos, Profetas y Misioneros
La Iglesia es antes que nada un pueblo de laicos para la Misión. Es la hora de restituir a los cristianos los evangelios.
La comunidad no está sola. En medio de las comunidades cristianas de los pobres surgen vocaciones específicas, vocaciones de profetas y misioneros. Estos son la verdadera vanguardia de los pobres, sus representantes. No son elegidos por el pueblo, pero reconocidos por él. Son vocaciones que surgen de modo imprevisible. No existen escuelas de profetas. Hay un llamado especial de Cristo y un carisma propio del Espíritu.
Los profetas-misioneros encarnan de cierto modo la fe y el mensaje de Cristo en su vida. En medio de la comunidad son como los símbolos, los portadores, con los cuales la comunidad se identifica. Lanzan las palabras, animan el lenguaje, expresan el discurso. Son hombres o mujeres, jóvenes o viejos, alfabetizados o analfabetos. Pocas veces su misión es reconocida por el clero o por la jerarquía, pues actúan en un nivel tan modesto que pueden no llamar la atención de un clero absorbido por sus funciones administrativas.
Los animadores de la palabra son esos profetas-misioneros populares surgidos en medio el pueblo de los pobres que le iluminan el camino. En Brasil la actuación de esos ministros laicos de la palabra es bien conocida en el pasado y todavía es una realidad presente. Como lo es la feliz memoria de Dom Helder Cámara, gran defensor del Laicado y los pobres.
Hasta aquí vimos que los portadores de la palabra son esencialmente laicos. La Iglesia es antes que nada un pueblo de laicos: fue una de las contribuciones principales del Vaticano II recordarlo a una Iglesia que lo había olvidado, por lo menos en la práctica.
Pero, no basta que el Vaticano II haya cambiado teóricamente las perspectivas. Restituir a los líderes laicos, a los laicos con vocación de profetas-misioneros será una larga tarea, que tendrá que recorrer el camino inverso del camino seguido durante 15 siglos, luchar contra la resistencia pasiva y muchas veces inconsciente del clero y de la jerarquía. Sin embargo, el mundo será evangelizado por laicos o no será evangelizado.
+José Comblin / ‘A forza da palavra‘
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