Noviembre 24, 2024

Las religiones en jaque

 Las religiones en jaque

Impresionado como muchos por las interminables violencias y destrucciones de la guerra de Ucrania, las masacres y los desastres en el conflicto Israel-Gaza, el escritor Franco-libanes Amin Maalouf sentenció: “no queda ninguna voz de Sabiduría en este mundo”.

Otro teólogo musulmán, después del atentado a las torres gemelas en Nueva York había preguntado: “¿Qué hay en nuestras religiones para que ocurren tales cosas?”. La complejidad del mundo actual y esos hechos violentos a los cuales hay que sumar los cataclismos sorprendentes por el cambio climático instalan en las poblaciones un desconcierto general. El desparramo de las religiosidades, de las espiritualidades y de las ideologías, el auge de la incredulidad, del individualismo y del anarquismo impacta en las conciencias. Quien participa de la religión cristiana se siente particularmente interpelado por los fracasos de la “civilización occidental”. El predominio del cristianismo (ortodoxo, evangélico y católico) tuvo su tiempo. Quizás, lo perderá a futuro por el auge del Islam y de las espiritualidades orientales siempre cuando ineficiencia no se desvanezcan las referencias a lo divino. La Iglesia católica por su institucionalidad y su proyección mundial ha tenido en los siglos pasados una implicación especial en la historia de la humanidad. Por creer en Jesús, creer que Dios se hizo hombre para la salvación del mundo, por creer y rogar por la venida del Reino de Dios…en la tierra como en el cielo…los católicos somos los primeros que tenemos a sentirnos demandados por la decadencia de la propia institución eclesial, sus yerros y su ineficacia en la cultura actual.

Para abrir esta reflexión en su marco secular, anotemos su contexto ordinario. Para muchos y en todas partes, “la vida sigue igual”. En Chile, por ejemplo, vivimos unas burbujas de diversiones: los juegos panamericanos y paran americanos , el Halloween , el fin del año escolar, el segundo plebiscito de salida por otro ensayo de constitución, los regalos de Navidad próxima, las vacaciones… A cada instantes, los periodistas de los canales de televisión atormentan su público rivalizando para avisar de cuantos asaltos y asesinatos pueden ocurrir , las publicidades fastidian incentivando un consumo abusivo.

Y en Roma, se concluyó la primera asamblea sinodal de los obispos con más de 350 participantes venidos de todas partes incluyendo, esta vez, algunos laicos con derecho a voz. Este diálogo abierto encomendado por el Papa y preparado con una amplia consulta a las bases se realizó sin expectativa precisa, más bien, como un conversatorio de compartir institucional y espiritual. Esta comunión de fe experimentada en la 1ªSesion de los Obispos de la XVIª Asamblea general ordinaria del sínodo de los Obispos (sic) se propone como nuevo estilo de pastoral general para la Iglesia. Se publicó un documento de 36 páginas que informa de los 20 temas que se abrieron en las tres semanas de reuniones, el texto informa de las convergencias, las interrogaciones y las propuestas que se hicieron. Se espera que este prototipo de “caminar juntos” repercuta en todas las iglesias locales para realizar una segunda asamblea del mismo estilo sinodal al fin del año próximo.

Esta asamblea eclesial se puede ver como un hito en la orientación pastoral de la Iglesia. Se espera que la dinámica de dialogo abierto de este grupo cosmopolita sea bien recibido por los feligreses. A su favor,los católicos son presuntuosos de ser Iglesia internacional que tiene el coraje de cuestionarse mundialmente. Sin embargo conviene colocar este evento en la perspectiva del desafío que el mundo presenta a las religiones.

De primera, se recalcó que este sínodo tuvo una participación laical insuficiente y que esta esté sin derecho a participar de acuerdos que se puedan tomar. Esta carencia desvela más que una simple demanda de democracia, la Iglesia no es una institución cualquiera, su inspiración evangélica le denuncia su mirada de superioridad clerical e institucional para abordar los asuntos del mundo. Su institucionalidad es funcional y cumple una tarea organizacional para la evangelización del mundo. Jesús enseñó a sus discípulos a servir a los hombres sus hermanos. No se entiende cómo se llegó a esta dualidad excesiva entre eclesiásticos y laicos y a esta relación desequilibrada de (mon)señores y de su plebe. Todas las asambleas eclesiales deben reunirse en paridad entre clérigos-laicos y también entre hombres-mujeres. Es la sola manera de abordar un diálogo autentico para enfocar la evangelización del mundo. No puede faltar una clara perspectiva laical. Sin ella el clericalismo lleva la Iglesia a un sectarismo religioso. La Iglesia católica es “universal” no solamente geográficamente porque, en su misión abarca todo el quehacer histórico de la humanidad (lo cultural, económico, social, político…) El Concilio Vaticano II dio importancia a “los signos de los tiempos”, dice: “Es necesario escrutar esos signos de los tiempos para responder de modo adecuado a cada generación, a los perennes interrogantes del hombre” (Vaticano II 1964 : Gaudium et spes 4). Es una tarea y responsabilidad del clero como de los laicos pero a cada cual prioritariamente en su ámbito corresponde descubrir esos signos y su interpretación. No se puede llegar al control de unos sobre los otros para esta tarea. El informe habla de “discernimiento” pero que esté no sirva para ejercer controles jerárquicos a base de una teología y moral tradicionales. Es cierto que existe una lamentable insuficiencia de teología de las realidades terrestres y fue por condenaciones apresuradas y equivocadas como fue la condenación de la teología de la Liberación y la de los derechos humanos en su principio. Un dialogo que no escucha y no logra la venía cristiana de los mismos actores que trabajan en este mundo no puede llegar a la verdad plena.

Esto no quita lo valioso de la realización del evento de la asamblea eclesial que busca reforzar la identidad propia de los católicos. La proposición Papal para la“sinodalidad” es una iniciativa necesaria y se justifica plenamente cuando se considera la crisis por la que pasa la Institución eclesial. Pero la sola dificultad que se debe evitar es la del narcisismo, lo reconoció el mismo Papa Francisco cuando protagoniza una Iglesia “en salida”. El texto mencionado subraya la idea que la evangelización es la misión encargada a “todos” los bautizados. Sin embargo es cierto que todos los bautizados no conocen suficiente el evangelio y no son lo suficiente “discípulos” para participar de planes de evangelización. La predicación, la catequesis, el culto y la santificación son tareas propias de la Institución eclesial sin embargo , la Salvación, ella y por bendición divina, opera con mayores resultados que la misma Institución eclesial.

Los ignorantes, los pobres, los sufridos, los hombres de buena voluntad pueden colaborar a la salvación del mundo, lo reconoce también el informe. Muchos católicos, a veces bien intencionados, no logran salir de las sacristías y de los ministerios litúrgicos y paralizan la Iglesia. Descubrir la gracia de Dios por adelantar su Reino en las tareas humanas es la misión propiamente laical. Las iglesias locales tienen que abrir espacios de diálogo (y suspender a veces su religiosidad) para hablar y dar lugar a la creación que continúa su obra fuera de las ambientes religiosos. La deficiencia de la asamblea sinodal ha sido su preocupación repetitiva por las complejidades institucionales y minimizó las preocupacilaicales . No hay problemas de falta de sacerdotes, mala formación, preocupación de perder valores tradicionales, hay problemas de comunidades abandonadas, de catequesis y clases de religión mediocres, problemas disciplinarios, doctrinas empolvadas, y poderes autorreferentes. Esos son los problemas institucionales, el problema más preocupante es de las esperanzas y de los quehaceres de los hombres que deben dejarse de catalogarse como “mundanos”.

Es conveniente revisar la historia de la Iglesia para descubrir lo que pasó en los últimos siglos. Unos yerros dramáticos nos pueden enseñar lo que en el cristianismo falla. La industrialización creó el capitalismo y las riquezas pero también una masa trabajadora explotada, empobrecida. Fue un signo de los tiempos pero la iglesia perdió la clase trabajadora, porque llegó con 50 años de atraso con su doctrina social y porque diluyó y controló la “acción católica” y las organizaciones sociales. Llegó la emancipación de las mujeres, otro signo de los tiempos, pero por las sutilidades morales de la regulación de los nacimientos y el machismo clerical hizo que la Iglesia perdió también a las mujeres. Vino el tiempo del “amor “libre” pero el derroche sacramental de los casamientos por la Iglesia y las condenaciones morales injustas de los divorcios, perdió la evangelización de la juventud y de las familias. La “democracia política” surgió como otro signo pero la Iglesia por su anticomunismo y la “C” a sus partidos preferidos… , perdió los políticos. Hoy existen otros signos de los tiempos como la tremenda internacional de las finanzas que nos esclaviza a todos, las ciencias y la tecnología que avanzan aceleradamente, se levanta el movimiento LGBT+ y … Quien logrará hablar de todo esto con profundidad y responsabilidad? La feligresía masivamente pasiva se pregunta : ¿Qué va decir la jerarquía? ¿Y así la historia sigue su curso. No habrá (nueva) evangelización antes que profesionales, empresarios, jóvenes, trabajadores, divorciados, gay … encuentran espacios de libertad en la Iglesia para elaborar, entre sí, las teologías necesarias para hablar de Dios en los asuntos del mundo. El sínodo de Amazonia dio alguna pauta (ecologistas e indígenas).

Dos últimos signos de los tiempos a escrutar y que no deben olvidarse son el desparramo cristiano y el auge de los “sin Dios”. Es necesario que unos católicos inventen maneras de profundizar la fe cristiana “reciproca”, inventen espacios para compartir celebraciones interreligiosas y aprenden a dialogar y con los ateos, aprenden a escucharlos “sin a priori”.

Aportando implicaciones personales en “sinodalidad”: son tantas esas horas y actividades que los católicos realizamos en nuestras vida como buenos “paganos”. Son tan cortos los tiempos que dedicamos a darle las interpretaciones cristianas que necesitan. ¿En cuales parroquias, empezaran diálogos abiertos para compartir de los trabajos, de las problemáticas familiares, de las edades, de las entretenciones, de la vida de cada uno? Hemos espiritualizado lo comunitario pero la vida se nos pone muy material

Una sinodalidad de este tipo sería una buena “jugada” pastoral al nivel local. Nuestro apellido de católico (universal) obliga.

Paul Buchet

Editor