Martirio de Ellacuría a los Altares
La Conferencia Episcopal de El Salvador ha iniciado el proceso de canonización de varios mártires, entre ellos el sacerdote jesuita, Ignacio Ellacuría, ex Rector de la Universidad Centroamericana, “José Simeón Cañas”, UCA. Así lo anunció el arzobispo de San Salvador; José Luis Escobar en su homilía de la misa en honor al Divino Salvador del Mundo. En saludo a este acontecimiento ofrecemos a nuestros lectores este hermoso Testimonio:
+ Ignacio Ellacuría, S.J. – Rector de la UCA San Salvador
El 16 de noviembre de 1989, en El Salvador, el Batallón Militar Atlacatl entró al Campus de la Universidad de Centroamérica UCA , “José Simeón Cañas” y ametralló a Ignacio Ellacuría, su Rector, junto con cinco académicos jesuitas y dos inocentes mujeres. Sobre el escritorio de Ignacio, había libros de Ortega y Gasset, Heidegger, el Mío Cid, el Quijote y Cinco Lecciones de Zubiri, junto con las paletas de pelota vasca. Este religioso Jesuita solía decir que se necesitan sólo unos pocos libros para entender la condición humana.
En aquel tiempo había una especie de acuerdo de enviar a estos novicios vascos al extranjero, de modo que entrando al noviciado de la Compañía de Jesús a los 17 años en Loyola fue enviado a El Salvador donde encontró un maestro, el sacerdote Miguel Elizondo hombre que le inculcó la libertad de espíritu necesaria para cumplir su tarea de jesuita, abierto, que no compartía la rigidez del noviciado en España, que les permitía la práctica de deportes como el fútbol y el frontón sin obligarlos a llevar sotana, y que fomentaba el desarrollo de una vida interior por sobre las mortificaciones tradicionales.
En una de sus biografías se cuenta que estudió Teología en Austria y tuvo como maestro a Karl Rahner, uno de los teólogos del Concilio Vaticano II, que lo introduce a la idea de historicidad en la revelación, piedra fundamental de la reflexión teológica de Ellacuría.
De paso, se menciona su afición y capacidad para el fútbol. Junto a algunos austriacos y un alemán, los jesuitas de habla hispana integraron un equipo que resultó ser, para los alarmados profesores, demasiado bueno. Con Ellacuría en el centro, el equipo ganó con facilidad el campeonato de la Universidad de Innsbruck y también el campeonato nacional universitario en Viena. El éxito deportivo no fue bien visto por los superiores de Innsbruck y Roma, quienes cortaron por lo sano, alegando que jugar al fútbol en público no era algo propio de la vida religiosa. Hubieran sabido lo que iba a suceder, lo hubieran dejado jugando fútbol en Austria de por vida o en el Athletic de Bilbao, el equipo de sus amores.
Otro ex-jesuita, Ochoa, menciona que todos los días miércoles y sábados a mediodía jugaba frontón con otros compañeros jesuitas, catedráticos en la Universidad, y las paletas de pelota vasca encontradas en las habitaciones de los jesuitas asesinados, dan fe de esta práctica.
En la Universidad de Quito, dónde cursa Filosofía, se encuentra con otro maestro, Aurelio Espinoza Polit, gran humanista educado en Oxford, autoridad mundial en Sófocles y Virgilio, pero que enseñaba a aprender de la realidad, excelente maestro que lo introdujo al pensamiento filosófico y lo formó a su vez, como profesor y maestro. Así lo característico de la labor intelectual de Ellacuría consiste en “haber hecho de filosofía un elemento constitutivo de una existencia dedicada a la liberación”, como dice Antonio González.
También en Quito conoce al jesuita navarro Ángel Martínez que daba clases de Metafísica y Estética y lo introdujo en la poesía que era su vida. Este poeta había hecho una síntesis de la Teología, la Filosofía y la Poesía y de su vida personal, enseñando a su discípulo la unidad interna de todas las cosas, ya que la meta de su vida era la búsqueda de la verdad radical de las cosas. Es tal el impacto en el mundo mental del joven jesuita, que confiesa que esta reflexión poética lo cautiva porque refleja lo que el percibe inefablemente y no sabe como expresar.
En 1961 se presenta dónde Xavier Zubiri, el filósofo vasco español, que también fue cuestionado durante el régimen franquista, para solicitar supervisión de su Tesis de Filosofía en la propia obra de Zubiri. Este queda tan impresionado por el joven jesuita, que acepta dirigirlo. Ellacuría se convierte en el hijo de su espíritu, en su amigo, colaborador y en su heredero intelectual.
Desde 1967 fue profesor de Filosofía en la UCA, pronto lo nombraron miembro de la Junta de Directores y en 1970 le encargaron la dirección de la formación de jóvenes jesuitas., dónde favoreció la formación de comunidades de estudiantes jesuitas, primero de filósofos, luego de teólogos.
Además, se impuso la tarea de traer todas las etapas de formación de los jesuitas a Centroamérica, para que no tuvieran que ir a estudiar Filosofía a Quito, se abrió el estudio de Teología y la tercera probación. Los cambios fueron tan intensos que los jesuitas se dividieron y las autoridades decidieron confiarle la dirección del Centro de Reflexión Teológica y lo sacaron de los puestos del gobierno de la Compañía de Jesús.
Desde 1976 Ellacuría ocupó un lugar destacado como líder de opinión en El Salvador, escribiendo en la Revista ECA de la Universidad y transmitiendo en la Radio del Arzobispado comentarios sobre la realidad nacional.
En 1979 fue nombrado Rector de la UC, en medio del comienzo de una guerra civil declarada entre la guerrilla y el ejército de El Salvador. El 24 de Marzo de 1980 es asesinado por las fuerzas de gobierno, Monseñor Romero, Arzobispo de El Salvador, mientras decía Misa. Su pecado fue haber defendido al pueblo del Salvador, denunciando las matanzas cometidas por el Ejército.
Los jesuitas, que apoyaron a Monseñor Romero, quedaron como continuadores de su obra de defensa y denuncia. En el caso de Ellacuría, su carácter fuerte, su agudeza dialéctica y su ironía le granjearon muchos problemas con el gobierno, el ejército y la embajada de USA, ya que con los datos de la realidad en la mano era implacable. Su libertad de pensamiento era conocida, y no seguía la línea de nadie. En los debates sólo cedía a argumentos evidentes y aún así planteaba otra forma distinta de ver el problema, lo que debe haber sacado de quicio a sus opositores. Ofició activamente de mediador entre gobierno y guerrilla y tratando de llegar a un acuerdo en que se incluyeran todas las partes.
Lo primero que me llamó la atención de su quehacer y me produjo mucha hilaridad, fue la reseña a un editorial que publicó, y que le valió el perder el financiamiento estatal para la Universidad donde era Rector y recibir cinco bombazos en la universidad. Este artículo se llamaba “A sus órdenes Mi Capital” y estaba dirigido al Presidente Molina, por haberse echado para atrás con la Reforma Agraria en El Salvador y muestra con que poco sentido del humor tomaba el gobierno las críticas del jesuita. Bueno, pensé, aquí nos encontramos con alguien sin temor, capaz de decir lo que piensa, cueste lo que cueste, en forma sarcástica, rotunda y sin anestesia.
A pesar de todo, era extremadamente cauto antes de tomar una postura, dejando que la realidad tuviera la última palabra lo que habla bien de la seriedad de sus juicios.
Pero al seguir leyendo sobre él, me encontré con un filósofo fuera de serie, que llevó la Filosofía al centro de la reflexión teológica Es decir, cuando Ellacuría escribió ese famoso editorial, sabía a cabalidad lo que decía y por qué lo decía, y las probables consecuencias. Y como era audaz, lo decía con todas sus letras, y a quién se le pusiera por delante.
La reflexión filosófica y teológica de Ellacuría es inmensa y no cabe en este pequeño ensayo, cuya finalidad es más bien mostrar su persona, punto de partida de su pensamiento y obra, en una vida vivida consecuentemente, al límite y sin concesiones. De todos modos, le daremos un pequeño vistazo a algunas de sus ideas centrales.
Olga Larrazabal
Sociedad de Estudios Vascos – Reflexión y Liberación