Diciembre 21, 2024

Una alianza nueva entre generaciones

 Una alianza nueva entre generaciones

Marcos Buvinic.-

Es curioso que en nuestro país no exista un “día de los abuelos y abuelas”, así como existe el día de la madre, del padre o del niño.

Estuve buscando y encontré que el 1 de octubre es el “día de los adultos mayores”, pero es distinto lo que representa ser adulto mayor que ser abuelo o abuela; también, el 15 de octubre es el “día de los ancianos y abuelos y abuelas”, pero tampoco es lo mismo lo que representa ser anciano que ser abuelo, además ahora los abuelos y abuelas son más jóvenes que hace algunas décadas.

En la Iglesia Católica, el 26 de julio se hace memoria de san Joaquín y santa Ana, los cuales -según la tradición- fueron los padres de María y, por tanto, los abuelos de Jesús; ese día lo conmemoramos como la “Jornada Mundial de los Abuelos”.

Para la gran mayoría de las personas ser abuelos o ser nietos es una experiencia maravillosa, aunque -por cierto- puede haber lamentables excepciones a esta experiencia de cariño, de gratuidad, de alegría y llena de cosas entretenidas. Para los abuelos, los nietos son una inyección vital, es vivir la maravillosa experiencia de volver a ver el mundo con ojos de niño. Alguna vez alguien me dijo que uno de los apretones de manos más potentes es el de un nuevo nieto al dedo de su abuelo.

Por su parte, para los nietos, los abuelos habitualmente son personas increíbles, cariñosas, que cuentan historias entretenidas y con quienes se pueden hacer cosas divertidas, convirtiéndose -generalmente- en una imagen de cariño, de diálogo, conciliación y estabilidad para los padres y los nietos. Los abuelos transmiten valores, y casi todos hemos dicho más de una vez “mi abuelita me decía que…”, o “recuerdo que mi abuelo me dijo…”. Los nietos gustan de las historias que cuentan los abuelos, y así mantienen viva la memoria familiar y la transmisión de los valores que animan esa vida e historia.

Para la gran mayoría de las personas ser abuelo o ser nieto es una vivencia llena de alegría y de aprendizajes mutuos de sabiduría. Los abuelos y abuelas pueden parecer del pasado, pero son quienes enseñan a vivir el presente y así son los que preparan el futuro; son las raíces que necesitan los más jóvenes para llegar a ser adultos. Sucede que, en la mayoría de las familias, se realiza espontáneamente, entre los abuelos y los más jóvenes, una alianza intergeneracional.

Con ocasión de esta Jornada Mundial de los Abuelos, el Papa Francisco, con hermosas palabras ha dicho: “Pienso en los abuelos, hermosos como esos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos realizan sus propios “nidos”, aprenden el clima de familia y experimentan la ternura de un abrazo. Se trata de crecer juntos. El árbol exuberante y los pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los ancianos con los más jóvenes. Hermanos y hermanas, necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la linfa de quien tiene a sus espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo. En este intercambio fecundo aprendemos la belleza de la vida, construimos una sociedad fraterna, y en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las novedades del Espíritu”.

Ante la necesidad de esta renovada alianza entre jóvenes y ancianos, tenemos que volver la mirada a nuestro país, donde la mayoría de las autoridades, en sus distintos niveles, son jóvenes, y en una sociedad donde crece el número de los abuelos y abuelas. Ahí están los adultos mayores esperando que los más jóvenes se pongan de acuerdo para resolver el asunto de las pensiones miserables con que muchos tienen que sobrevivir. Ahí están los abuelos y las abuelas que se jugaron por entero para que vivamos en democracia y se respeten los derechos de todas las personas. Pero, también están los jóvenes que conducen las diversas organizaciones e instituciones de la sociedad, muchas veces llenos de pasión, pero sin una probada experiencia de cómo funcionan las cosas y cómo se desarrollan los procesos personales y comunitarios.

Ciertamente necesitamos una renovada alianza intergeneracional hecha de acogida y mutua valoración de los aportes, entre los jóvenes con sus anhelos de cambios y pasión por la justicia, con la experiencia, sabiduría y madurez espiritual de los abuelos y abuelas que han cultivado la humilde conciencia de que nadie se salva solo y porque, como ha señalado el Papa Francisco, “la felicidad es un pan que se come juntos”.

La Prensa Austral  –  Reflexión y Liberación

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