Mirada Cristiana para el Plebiscito
No se destacaron especiales preocupaciones cristianas en torno al trabajo que los constituyentes ocuparon todo un año para diseñar un proyecto de nueva Constitución.
No sobresalió ninguna orientación pastoral novedosa de la jerarquía católica en la materia. Apenas, algunas agrupaciones religiosas se motivaron para resguardar su reconocimiento legal, la libertad religiosa para su educación y unas demandas equitativas de privilegios y beneficios fiscales. No solamente Dios no fue nombrado en la nueva constitución pero parece que comparativamente con el arte y los deportes, las religiones seguirán sin mayor preocupación para el Estado. Las declaraciones de respeto y de tolerancia religiosa suenan a “indulgencia” más que a valoración.
Unas voces religiosas se adelantaron a pronunciarse en algunos temas discutidos y criticaron los convencionales por el aborto, los matrimonios homosexuales, la eutanasia, la propiedad privada…., lo hicieron en defensa de una moralidad y legislación particulares sin mayor referencia concreta a Dios. Ahora que se edita el texto del plebiscitado y que la población tendrá un par de meses para hacerse una idea y decidirse para el “acepto” o el “rechazo”, conviene preguntarse a que se debe este vació de Dios cuando se calcula que todavía 80 % de chilenos creen en Dios. Es sin duda la división, las corrupciones y el antagonismo de las religiones que las han marginados del ámbito político-social.
Al concluir el trabajo constitucional a la fecha programada, algunas voces plantean la idea y la necesidad de una “mirada cristiana” para el proyecto de plebiscito. Que las autoridades religiosas no se pronuncien por una u otra alternativa y que se contentan de recordar el deber cívico de participar al evento, se entiende pero ¿podrán emerger de las bancas de la Iglesia unas opiniones cristianas relevantes supliendo a la confusión pastoral existente? ¿Podrán algunos líderes y algunas comunidades ofrecer luces cristianas?
No faltarán quienes se radicalizaran en una indefinición interpretando, a su manera, el dicho de Jesús: “al César, lo del César, y a Dios lo de Dios”. Esta mentalidad fundamentalista marca la diferencia entre lo mundano y lo religioso, entre la maldad y corrupción del mundo y por otra parte la importancia de la religiosidad y la espiritualidad. Esta dualidad deja a Dios fuera de la cancha del mundo, lo que le costó caro a las religiones por todas las aberraciones que surgieron en sus propias instituciones, ayer y hoy día.
Las cosas se ponen más complicadas aún cuando unas voces cristianas conciben su institución religiosa como la vanguardia o el baluarte de los principios y valores. Resumir el cristianismo en la búsqueda de la Vida, la Libertad, la Justicia, la Paz, la Solidaridad… conduce a interpretaciones particulares que utilizan y distorsionan los testimonios evangélicos distanciando los creyentes de una relación personal y comunitaria con Dios.
Más allá de estas posturas equivocadas, algunos cristianos, con mucha sinceridad, buscan motivaciones de fe para tomar su decisión para votar. No se contentan con cumplir una obligación legal o participar mínimamente de la sociedad, buscan razones de fe para hacerlo bien. Saben que su opción será siempre limitada, parcial, relativa y ambigua pero buscan hacerlo frente a Dios.
La sociedad actual, como en muchas otras épocas de la historia, está en crisis. La confusión ideológica ganó la misma Iglesia. Es comprensible que los jerarcas de la Institución eclesial no se pronuncien. En verdad sería demasiado pretencioso hacerlo. No existe una visión cristiana determinada de la política. Algunos elaboraron una doctrina socio-política pero esta actitud doctora y superior pero llegó atrasada. Además es imposible deducir del evangelio cual postura democrática o gubernamental es viable. Jesús denuncia vicios aberrantes y provoca a exigencias extremas para incitarnos a un cambio de vida radical pero aún cuando murió acusado de revolucionario, no incentivó ninguna postura política.
La pregunta:”¿Qué haría Jesús en mi lugar? ” Es también una metodología ingenua porque olvida que Jesús tomó el lugar de “toda” la humanidad muriendo en la cruz y no se fue para remplazarnos, prometió acompañarnos personalmente eclesialmente y socialmente para que seamos libres, responsables y creativos.
Algunas metodologías de discernimiento suponen que Dios tiene un propósito determinado para la historia del mundo como si su Reino o su Iglesia tendrían un trazado prefabricado. Rezamos “Venga a nosotros tu Reino”…”Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. No pedimos que Dios imponga su voluntad, Él es , de alguna, nuestro aliado poderoso para ir más allá hacia un mundo mejor. Existe un dicho que expresa bien el dilema que vive el cristiano, dice: “Hay que vivir las realidades temporales como si todo dependería de uno y hay que rezar como si todo dependería de Dios”. No busquemos consignas, ni mandamientos en lo que nos dejó Jesús, busquemos su Espíritu que es el acompañamiento divino que nos asegura no perdernos sino encontrar y abrir el camino de salvación en nuestra historia humana. La Biblia nos comunica con Dios, los evangelios nos hacen intimar con Jesús y su Reino. Esta cercanía es la sola adecuada para a interpretar cristianamente cualquier circunstancias que se nos presenta en la vida.
El proyecto de una Nueva Constitución es más que un texto que analizar o discutir. Es la disposición de los chilenos para acordar construirse un futuro mejor. Hay que celebrar que este afán de un mundo mejor, “esto” parece ser de Dios, es la Buena nueva del evangelio. Es cierto que para muchos la proposición de una nueva constitución implica demasiados cambios pero los cristianos tienen en la mente el “convertirse” del evangelio. Es una disposición a un nacer de nuevo: un Chile inclusivo que sale de su individualismo, del racismo mortal, de las desigualdades. Llegamos a ser un país que se detiene para asistir los asaltados a la orilla del camino, un país que quiere atajar la estupidez de la destrucción del medioambiente… Hay mucho que decir de este proyecto que reconoce las desigualdades sociales porque esta confesión del pecado social puede llevar a la reconciliación con Dios y con los demás.
Después, para la lectura del texto mismo, que es un texto “legal”, para entenderlo, hay que aplicar los criterios de toda crítica literaria: el contexto del escrito, sus autores, su propósito, su estilo, el sentido de las palabras, sus lectores, las distintas interpretaciones existentes… Muchas discusiones sobre un texto surgen por malentendidos. Los contenidos de un texto largo deben ser entendidos en su conjunto sobre todo si son objetos de un plebiscito para su acuerdo o rechazo global.
Si alcanzan los cristianos pueden discutir en detalle las proposiciones del proyecto constitucional. Pero que no se equivocan y para volver a situarse, vale la pena leer Lucas 12, 13ss: “Un hombre le dijo a Jesús: “Maestro di, a mi hermano que reparta la herencia conmigo”. Él le respondió: “Hombre !¿ quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?”… “Guárdense de toda codicia,… aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes”.
Jesús nos invita a sobrepasar la letra y lo legal para mirar las cosas en una perspectiva más profunda. Que no falten especialistas y sabios para opinar de los problemas conflictivos pero lo importante es de inspirarse en referencia expresa a Jesús (de este tipo o de otra) encontrando consonancia o discordancia en el texto constitucional propuesto. El cristiano que acostumbra acompañarse de Jesús por la lectura del evangelio mira todo: la vida, los acontecimientos y el texto referido, por esto puede conversar, opinar, personalmente o en grupo para tomar la mejor decisión sabiendo que Dios lo ampara .
Una manera de mejorar la postura cristiana frente al Plebiscito es de aplicar una metodología simple. La primera táctica es de “suspender” un tiempo en silencio sus propias ideas y opiniones. Después se busca reunir cuantas informaciones importantes para conocer el evento en todas sus dimensiones. A continuación se escucha las opiniones ajenas sin a priori preguntándoles precisiones. En lo último, se llega a la meta de la reflexión personal o del intercambio y se hace el esfuerzo de interpretar cualquier postura personal con las referencias a Jesús que sea esta: “buena nueva”, “denuncia” o “cuestionamiento”. Si este proceso termina con la satisfacción de haber descubierto mejor la presencia de Jesús, es el momento de agradecer, celebrar o a pedir a Dios. Si no encontramos qué opinar, qué decir, será que uno sigue en la pampa de este mundo, que perdió las pistas del Reino de Dios. Mejor que se vuelve a abrir el evangelio.
Paul Buchet