Diciembre 22, 2024

“El virus es un síntoma del malestar de nuestra tierra”

 “El virus es un síntoma del malestar de nuestra tierra”

El Vaticano ve en la pandemia una oportunidad para lograr una «conversión global» que regenere las relaciones humanas y aminore los efectos del cambio climático y la destrucción ecológica. Así lo asegura  el arzobispo Vincenzo Paglia, máximo responsable de la Pontificia Academia para la Vida, organismo que acaba de publicar un documento sobre las consecuencias de la crisis sanitaria titulado Humana communitas en la era de la pandemia: consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida.

¿Cuál es el camino para salir de la crisis actual?

Necesitamos una conversión global. Tenemos que ser conscientes de la interdependencia que hay entre nosotros, porque todos somos hijos del mismo Padre. El virus no sabe de fronteras; por eso, para construir una respuesta solidaria ante la pandemia es crucial derribar las fronteras de la desigualdad, del racismo y de la brecha social.

En el documento se lee que esta pandemia ha puesto de relieve nuestra gran fragilidad. Pero hemos visto cómo esta crisis ha revelado a su vez tremendas desigualdades.

Todos estamos bajo la misma tormenta, pero no en la misma barca, porque las personas y los grupos más débiles o vulnerables son los que se acaban hundiendo. De hecho, muchos ya se han ahogado. Pero nadie se salva solo. Por eso, tenemos que ver esta pandemia como una oportunidad para cambiar todo lo que no funciona en distintos ámbitos: en la economía de mercado, en la educación, en la política, en la sanidad… Tenemos que comprometernos con la defensa de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, pero también con la mejora de la calidad de la vida de los hombres, así como la salvaguarda del planeta. Solo unidos seremos más fuertes y capaces de construir una sociedad más fraterna.

Hay muchas discusiones acerca del origen del virus. ¿Podemos hablar de causas que van más allá de las razones naturales?

El virus es, ante todo, un síntoma del malestar de nuestra tierra y de nuestra incapacidad para ocuparnos de ella; todo radica en la codicia y en la explotación del planeta. Podemos decir que es el resultado, más que la causa, de la avidez financiera y de los estilos de vida consumistas basados en el exceso. Ahora tenemos que repensar nuevas formas sostenibles para tratar a nuestro planeta; hay que reconocer que solo somos administradores, y no podemos comportarnos como los patrones de toda la creación con actitudes egoístas e irresponsables.

Y en el terreno sanitario, ¿qué debe cambiar?

Hay que reformar el sistema de salud global para garantizar que todo el mundo tenga acceso a los tratamientos, a la prevención y al diagnóstico. Esto quiere decir que hay que reinventar la solidaridad. La pandemia nos ha demostrado que ningún país puede ir por libre, de manera independiente, pero no solo por motivos sanitarios sino también económicos.

Una vacuna gratuita y para todos

En pocas ocasiones las noticias relacionadas con el hallazgo de una vacuna han tenido una expectación tan alta como ahora. Grupos de científicos de varios países trabajan sin descanso para lograr cuanto antes una inmunización eficaz que acabe con la pandemia. Pero a la carrera científica se suma la preocupación de los países más pobres por quedar excluidos de sus beneficios. Por eso desde el Vaticano la reclamación es clara: la vacuna tiene que ser un derecho humano universal. «Las dimensiones públicas de la investigación no pueden ser sacrificadas en el altar del beneficio privado», señalan desde la Pontificia Academia para la Vida en Humana communitas.

El organismo dedicado a la defensa de la vida acentúa la importancia de pensar y apoyar sobre todo «las necesidades y preocupaciones de los países menos adelantados, que se enfrentan a una catástrofe sin precedentes». Asimismo, incide en el concepto de solidaridad que debe fraguarse a través de la cooperación internacional. En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ocupa un lugar privilegiado. El documento advierte de «la estrechez de miras de los intereses nacionales» que ha llevado a muchos países a «reivindicar para sí mismos una política de independencia y aislamiento del resto del mundo, como si se pudiera hacer frente a una pandemia sin una estrategia mundial coordinada». Por eso, para el Vaticano «esta crisis pone de relieve lo mucho que se necesita una organización internacional de alcance mundial, que incluya específicamente las necesidades de los países menos adelantados».

Victoria Isabel Cardiel   –  Roma

Alfa y Omega   –   Reflexión y Liberación

Editor