Reflexiones del Papa Francisco en Die Zeit
En la entrevista con «Die Zeit» Francisco confirma que no quiere modificar la disciplina sobre el celibato para la Iglesia latina, pero considera la posibilidad de discutir sobre los «viri probati».
En la primera entrevista con un periódico alemán, la que publicó hoy «Die Zeit» , el Papa insistió en que no tiene la intención de cambiar la disciplina eclesiástica del celibato sacerdotal, en vigor desde hace largos siglos en la Iglesia católica de rito latino. Francisco reconoció que «la vocación de los sacerdotes representa un problema enorme» y que «la Iglesia tendrá que resolverlo», pero «el celibato libre no es una solución», así como tampoco abrir las puertas de los seminarios a personas que no tengan una auténtica vocación. No se resuelve el problema de la crisis de vocaciones permitiendo que los actuales o futuros sacerdotes se casen. «El Señor nos ha dicho: “Recen”. Y esto es lo que falta, la oración. Y falta el trabajo con los jóvenes que buscan orientación». Un trabajo «difícil», pero «necesario» porque «los jóvenes lo piden». Pero el Papa también declaró: «Debemos revisar si los “viri probati” son una posibilidad», y «también debemos establecer cuáles tareas podrían asumir, por ejemplo, en comunidades aisladas».
Hace más de 800 años, en 1179, el Concilio Lateranense III estableció que el celibato eclesiástico no tenía una naturaleza divina, sino canónica, es decir que representa una tradición que pertenece a la disciplina de la Iglesia latina. De esta manera, el Concilio Lateranense III decidió no cambiar la «disciplina apostólica» de los primeros siete Concilios ecuménicos (reconocidos también por la Iglesia ortodoxa), que permitía la ordenación presbiterial de hombres casados, pero no el matrimonio después de la ordenación. Las Iglesias orientales (ortodoxas y católicas) prevén la ordenación de seminaristas ya casados, pero no el matrimonio para los sacerdotes ya ordenados. En cambio, la Iglesia latina decidió ordenar solo a hombres célibes. El Concilio Ecuménico Vaticano II, en el decreto «Presbyterorum ordinis», reconocía que la elección del celibato no es exigida por la naturaleza misma del sacerdocio.
Entonces, también en la Iglesia católica existen sacerdotes casados: se trata de sacerdotes que pertenecen a las Iglesias de rito oriental en comunión con Roma. Y también hay excepciones y decisiones relacionadas con casos de emergencia. Durante el Pontificado de Pío XII, en 1951, recibieron la dispensa para recibir el sacramento de la orden sacerdotal en la Iglesia católica ex pastores protestantes o anglicanos. Y esto continuó durante las décadas posteriores. En el caso de que el que estuviera casado fuera un obispo, como sucedió para los anglicanos, podía ser ordenado sacerdote pero no recibir la plenitud del episcopado en la Iglesia católica.
La novedad más significativa al respecto fue la que estableció en 2009 Benedicto XVI con la constitución apostólica «Anglicanorum coetibus» y la creación de los ordinariatos anglo-católicos para reunir en la comunión con Roma a enteras comunidades de la Iglesia anglicana y a sus pastores, obispos y sacerdotes. Un documento que, de hecho, permite la posibilidad del clero casado en la Iglesia latina, aunque sea una excepción según determinados criterios y condiciones. En el segundo párrafo del artículo 6 de la Constitución, después de que antes se hubiera insistido en la regla del celibato para el futuro, Papa Ratzinger estableció la posibilidad de «admitir, caso por caso, a la orden sacra del presbiteriato también a hombres conyugados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede». Lo mismo decían las normas complementarias anexas al documento pontificio, que fueron preparadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, con la aprobación papal. Se afirma que el ordinario «puede presentar al Santo Padre la petición de admisión de hombres casados a la ordenación presbiterial en el Ordinariato, después de un proceso de discernimiento basado en criterios objetivos y en las necesidades del Ordinariato» mismo. Un texto que no cierra la puerta a la posibilidad de que suceda en el futuro.
En junio de 2014, con un decreto específico, Papa Francisco permitió que los sacerdotes casados orientales operaran en las comunidades cristianas en el exilio, es decir fuera de sus territorios tradicionales, abrogando las prohibiciones que existían. También en este caso, la respuesta a una exigencia de ir al encuentro de las necesidades de los fieles. Y hasta ahora ha sido la única decisión que ha tomado el actual Pontífice al respecto. Como se sabe, durante el primer periodo de su Pontificado, Francisco recibió la petición de un obispo de la Amazonia que pedía la posibilidad de ordenar a «viri probati» capaces de llegar a las comunidades indígenas y garantizarles los sacramentos. Era Erwin Kraeutler, obispo de origen austríaco, pastor de Xingu, quien pedía asegurar la asistencia espiritual y sacramental en un territorio enorme, en donde viven 700 mil fieles en 800 comunidades y que solo pueden contar con 27 sacerdotes.
De las palabras del Papa se comprende que una reforma de la disciplina del celibato no se está considerando abiertamente, aunque se trate de una cuestión que hay que tratar con prudencia. La eventual ordenación de hombres maduros, casados o no, de demostrada fe y experiencia, no debería ser considerada como una respuesta a los que esperan que llegue la posibilidad del matrimonio para volver a poblar los seminarios y evitar ciertos escándalos de naturaleza sexual: lo demuestran las estadísticas de las vocaciones en las Iglesias que han abolido la obligación del celibato. Y, en relación con los problemas de la esfera sexual, o con los terribles abusos contra menores, las estadísticas demuestran que son muy frecuentes precisamente en la familia y, como sea, no están vinculados con las dificultades de la vida de celibato.
Lo que es evidente, por el contrario, es que la eventual ordenación de los «viri probati» seguirá estando vinculada con situaciones particulares y bajo ciertas condiciones, con el objetivo de la “Salus animarum”, el bien de las almas que debería ser el objetivo de cualquier reforma eclesial. Es decir la posibilidad de llegar a zonas, poblaciones y comunidades que se quedan durante mucho tiempo sin sacramentos. El 6 de febrero de 2016, al final de una intervención en un Congreso en la Pontificia Universidad Gregoriana,
El Secretario de Estado, Pietro Parolin, dijo: «En la situación actual se evidencia a menudo, sobre todo en ciertas áreas geográficas, una especie de “emergencia sacramental”, provocada por la falta de sacerdotes. Si la problemática no parece irrelevante, es seguro que no hay que tomar soluciones apresuradas y solo con base en las urgencias. Sigue siendo verdadero que las exigencias de la evangelización, junto con la historia y la multiforme tradición de la Iglesia, dejan abierto el escenario a debates legítimos, si están motivados por el anuncio del Evangelio y si son conducidos constructivamente, y salvaguardando siempre la belleza y la altura de la decisión celibataria».
Andrea Tornielli – Ciudad del Vaticano
Vatican Insider – Reflexión y Liberación