“La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” / Cardenal Poli
“El martirio no es un don que se busca. Es algo a lo que se llega a partir de la virtud y el testimonio en Cristo. Los hermanos Palotinos llevaron con fidelidad una lógica de vida y alegría. Vivieron en compromiso con los débiles y los pobres”, resaltó el arzobispo de Buenos Aires Cardenal Mario Poli, al presidir la Misa por los cuarenta años de la Masacre de San Patricio, en el templo del barrio Belgrano donde fueron ultimados tres sacerdotes y dos seminaristas de la Congregación fundada por Vicente Palotti en el año 1835.
“La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”, aseguró el purpurado, y recordó que “el martirio no es un don que se busca. Es algo a lo que se llega a partir de la virtud y el testimonio en Cristo”. El Cardenal Poli afirmó que “también las cicatrices de Jesús se vieron en los cuerpos de nuestros hermanos religiosos asesinados el 4 de julio y así se presentaron ante el Señor de la Misericordia”
Los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo José Kelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio José Barletti, todos Palotinos, fueron masacrados a disparos el 4 de julio de 1976 en la casa parroquial donde vivían, por un grupo militar que, según testigos, salió de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
La celebración eucarística presidida por el Cardenal Poli fue la culminación de una jornada de vigilia en la parroquia San Patricio, de la que participó el Nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, y otros actos de homenaje a los religiosos asesinados, entre ellos el “Camino del Martirio”, una procesión desde la ex ESMA hasta el templo, pasando por otras parroquias donde se dio testimonio y memoria de estos mártires del pueblo argentino.
Concelebrantes y autoridades
La Misa fue concelebrada por el obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Carlos Humberto Malfa, y los obispos Jorge Lozano (Gualeguaychú), Oscar Ojea (San Isidro), Fernando Maletti (Merlo-Moreno), Gabriel Bernardo Barbas (Gregorio de Laferrere), Carlos Tissera (Quilmes) y Guillermo Rodriguez-Melgarejo (San Martín); los obispos auxiliares Martín Fassi (San Isidro), Joaquín Sucunza (Buenos Aires), Enrique Eguía Seguí (Buenos Aires), Alejandro Giorgi (Buenos Aires) y Jorge Torres Carbonell (Lomas de Zamora), además de unos 50 sacerdotes, en su mayoría palotinos y de sectores de villas populares.
El altar donde el Cardenal Poli presidió la misa estaba cubierto con la alfombra roja en la cual los religiosos fueron alineados por sus verdugos para luego ser brutalmente ejecutados, y al pie del púlpito había cinco cuadros con las imágenes de los religiosos mártires.
Revista “Reflexión y Liberación” estuvo presente en la Misa por los Mártires Palotinos y ofrece a sus lectores estos testimonios que dan cuenta cómo se repitió en el Cono Sur de latinoamérica el modus operandi de las fuerzas militares represoras. Así fue el Martorologio en Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay y la Argentina.
Testimonios de Religiosos Palotinos sobre la Masacre de San Patricio ocurrida el 4 de julio de 1976 en Buenos Aires.
Testimonio del P. Cornelio Ryan. Delegado Provincial de los Palotinos Irlandeses a partir de diciembre de 1976:
“Desde el momento en que asumí como Delegado de la Provincia Irlandesa en Argentina quise saber que había ocurrido, la muerte no entro como un ladrón en la noche, se que ellos esperaban algo…
El General Reynaldo Bignone era conocido nuestro en la parroquia palotina nuestra en Castelar. En el ano 1977 tuve una entrevista con el. Me recibió en su despacho dejando su arma enfundada sobre el escritorio, le pregunte sobre los agentes de la muerte que habían entrado a San Patricio. “Padre Ryan -me dijo- No se nada. Pero aun cuando lo supiera tampoco lo contaría jamas.” Aun recuerdo sus corteses maneras, su amplia sonrisa. Me dijo después que debía recomendar al P. Antonio Stakelum que cambiara el tono de sus homilías. Los sermones de el eran de fuego, desde el altar de Castelar hablaba de los apremios ilegales, de las desapariciones.
Muchas veces visite la Casa Rosada para ver al Coronel David Ruiz Palacios, fue muy gentil conmigo pero solo conseguí abundantes libaciones de café. Siempre insistí ante el en encontrarme con el Ministro del Interior General Harguindeguy de quien Ruiz Palacios era secretario. Pero el Ministro ponía como excusa para no recibirme que yo vivía muy lejos, en aquel momento estaba residiendo en el Colegio Fahy de Moreno, le informe al Coronel que podía tranquilizar a su jefe pues yo poseía un muy buen reloj despertador, pero la entrevista nunca se llevo a cabo. Es evidente que en el General, yo despertaba sus sentimientos paternales.
Al poco tiempo desde Roma el Superior General de la Congregación -Ludwig Mundz- me pidió que no me arriesgara yendo a ver a los militares, que mi proceder era imprudente. Por obediencia debí retirarme. Ya con la democracia intente encontrarme dos veces con quien era sindicado por los testimonios de sobrevivientes de la Escuela de Mecánica de la Armada, como responsable del operativo de San Patricio. Pero el Capitán Pernias tampoco me recibió, fui a visitarle con una tarjeta de pésame porque me habían dicho que su esposa acababa de fallecer, cuando llegamos con el P.P. Eugenio Lynch al edificio Libertad un oficial tomo mi tarjeta donde constaba mi nombre y cargo y subió a comunicarle al Capitán Pernias mi presencia, poco después este hombre regreso y nos dijo que el Capitán se había hecho a la mar. Por dos veces mas busque verlo, solo queria preguntarle si era el el responsable del crimen y mirar sus ojos cuando me contestara. Siempre pensé que alguno de los asesinos finalmente hablaría “las conciencias infectas confiaran sus secretos a las sordas almohadas” dice Shakespeare en Macbeth.
Acompañé a Graciela Daleo en su testimonio ante el juez Blondi, inicie una investigación para saber quienes firmaron la famosa carta para separar al padre Kelly de San Patricio, pero todo fue en vano. Solo encontré un muro de silencio. He invitado insistentemente al Comisario Fensore a tomar el te conmigo en la casa parroquial, pero rehusó diciendo que le hacia mal hablar del pasado. Las aguas del Leteo uno de los cuatro ríos del infierno, el rio del olvido según los antiguos griegos, fueron bebidas por muchas de las personas relacionadas con este crimen. En medio de la angustia, la soledad, el miedo, la indiferencia por la que pasamos a través de estos anos ha sido conmovedora la figura del P. Kevin O’Neill, el ha sido la gran roca en la que encontré el apoyo, la fuerza para la lucha. La guía en los momentos de desaliento. Aquí en Mercedes, muchas veces frente a sus tumbas oro por ellos, a ellos por nuestra antigua amistad.”
Testimonio del P. Thomas O’Donnell, Delegado de la Provincia palotino-irlandesa:
“Cuando la noticia de la masacre de San Patricio llego a Irlanda nuestro superior Patrick Ryce me convoco a su despacho. Mi viaje a la Argentina era inminente, me hablo de la conveniencia de aplazar mi viaje hasta que la situación en el país mejorara, que mientras tanto podría ir a Roma a estudiar. Por aquella época estaban de visita en Irlanda los padres Andrew Quinn y Florence Carroll que volvían de Argentina para visitar a sus familiares, les pregunte a ellos que pensaban hacer con respecto al regreso a Sudamerica: “Volver, es nuestro lugar”. Decidí viajar con ellos, tenia miedo, pero al llegar al aeropuerto de Ezeiza los esperaban amigos de sus parroquias. El cálido recibimiento me confirmó lo acertado de mi decisión.
Al poco tiempo, estando en Mercedes, corría por un calle rumbo al hospital para asistir a un enfermo, en una esquina bajaron de un camión un grupo de soldados que me rodearon con sus armas…. !No tiren!, lo conozco, es un cura de San Patricio…
No eran épocas buenas, todos teníamos miedo, pero aun así resolvimos quedarnos. En la década del ochenta llegue a San Patricio en Belgrano. Yo también había escuchado: “en algo andarían”, “mejor cállense”, “quédate en el molde”. Llegue a este lugar con esta idea: “en algo andarían”, pero mi trato con la gente que fue reconfortada por mis compañeros asesinados, los recuerdos que tienen de ellos me fueron llevando a otro convencimiento; el que teníamos que hacer algo por avivar el recuerdo, que debíamos sentirnos orgullosos de ellos, por eso hemos colaborado con este libro y el documental. Se que mucha gente cree que no hicimos lo suficiente como Congregación, creo que debía pasar el tiempo, entre nosotros hubo opiniones encontradas, pero también las hubo en la Iglesia, en la sociedad.
En el verano estando en nuestra secretaria con las ventanas abiertas, no he podido dejar de escuchar: – “Acá reventaron a unos tercermundistas”. Creo que los prejuicios de alguna gente del barrio ayudaron a que se produjera la masacre. Pero ha habido otra gente que nunca los olvidó, un grupo de laicos preparó hace unos años un video en memoria de los muertos, otros les han rendido homenajes de diferentes maneras. También se acercaron políticos que utilizaron su memoria con mezquinos propósitos.
Nuestro homenaje consiste en las misas recordatorias del cuatro de Julio. No nos correspondía a nosotros como institución iniciar una investigación sobre sus muertes, eso debió hacerlo la justicia. Si la búsqueda de la verdad en sus vidas, eso contribuye a que no se utilice su memoria con propósitos subalternos, recuperando la verdadera dimensión de ellos, gracias a la reflexión, superando los apasionamientos.
Pero reivindicamos desde siempre nuestro derecho a saber quienes fueron los autores intelectuales, quienes los ejecutores, como fueron asesinados, el por qué. Que el conocimiento de la verdad se constituya en un cimiento sobre el que se construya la paz.
Nuestro mayor homenaje consiste en la modalidad que hemos seguido manteniendo en esta parroquia, no cuestionar al hombre, ayudarlo, respetarlo, una actitud reflejada en los numerosos grupos de autoayuda que se reúnen en nuestra casa. Es en todo esto donde su memoria renace, donde surgen retoños, donde la memoria de los cinco permanece siempre verde, como decimos en Irlanda.
Los cuatro de Julio en las misas recordatorias hemos dicho que teníamos el derecho a saber, pero que también seriamos los primeros en perdonar. Como sacerdote me cuestiono como podria elevar entonces el cáliz en el momento de la consagración, Cristo murió en la cruz por la redención de la humanidad. El odio puede herir a nuestro adversario, pero es a nosotros mismos a quienes termina destruyendo.
Testimonio del Padre Ray Dalton*:
“En el momento del crimen tenía 16 años, y había estado en contacto con los palotinos al haber hecho parte del secundario en uno de sus colegios. En julio de 1976 esperaba ingresar al seminario de Thurles cuando la noticia llego a Irlanda. Como adolescente sentí que ellos habían dado un testimonio y reafirme mi idea de que valía la pena ser Palotino.
Las primeras noticias sobre lo que pasaba en Argentina las recibimos de Bob Kilmeate que paso un tiempo con nosotros. El padre Kevin O’Neill llego al seminario tres años después, aun recuerdo el dolor que transmitía en su voz cuando nos decía que en su país nadie estaba haciendo nada y nos mostraba fotos de los cinco. Para el era importante que los seminaristas conociéramos la historia, allí no había nada que nos recordara lo ocurrido en San Patricio. Cuando vine a Belgrano en 1992 y supe mas detalles entendí un poco mejor al padre O’Neill y pensé que tenia que hacer algo yo también, encontré la alfombra sobre la que fueron asesinados la acondicionamos y hoy se exhibe en una de las paredes del oratorio. Como un testigo mudo pero que grita. Los que la ven se quedan en silencio, las ideas, las preguntas son elaboradas en este silencio.
A veces en la noche si estoy solo en la casa y paso frente a la sala de estar donde los mataron me siento sobrecogido como un niño, alguna vez para vencer esta sensación me he quedado solo en la habitación viendo las huellas de las balas y es extraño pero la sensación desaparece, el aire es mas pesado allí, pero no es un lugar que transmita miedo, si tristeza, si presencia, que es para mi una inspiración. Pienso en la ironía que representa el que los hayan asesinado en el living (en ingles viviendo), ellos fueron muertos por como vivían su vida. No hemos hecho de ese lugar un santuario, para nosotros sigue siendo el living, no los endiosamos, ellos, creo, no lo hubieran querido; el mejor homenaje es la vida que sigue teniendo la casa.
Quiera Dios que nuestro testimonio sobre los cinco, romper el silencio, sea una llama que ayude a liberar la memoria del país acerca de lo que ha pasado en Argentina… Sigo sintiéndome orgulloso de pertenecer a la misma Comunidad que ellos.”
*Notas: El Padre Ray Dalton dejó la comunidad Palotina en 1997, está casado y es padre de una hermosa niña, reside en Buenos Aires, donde ejerce la psicoterapia / (Extractos del libro “El Honor De Dios“, de Gabriel Seisdedos – Buenos Aires).
Redacción de Revista “Reflexión y Liberación” – Santiago de Chile.