La Iglesia sin las mujeres es un cuerpo mutilado / Cardenal Kasper
«El papel de las mujeres en la Iglesia debe ser replanteado e integrado en las perspectiva del dinamismo sinodal y de la conversión misionera indicados por el Papa»: las mujeres pueden ser involucradas en puestos de responsabilidad en los Pontificios Consejos y en la futura Congregación para los Laicos, en una Curia en la que hay demasiados obispos y en la que, para contrarrestar el fenómeno del carrerismo, se podrían introducir mandatos a tiempo determinado, llamando a aquellos sacerdotes que cuenten con una experiencia pastoral. Es lo que dijo el cardenal Walter Kasper en una entrevista con Stefania Falasca publicada en “Avvenire”.
«Hasta ahora las mujeres han estado presentes en los sínodos generalmente como oidoras y en posiciones de poca relevancia. Siempre hay dos o tres oidoras que intervienen al final de los trabajos, cuando ya hablaron todos. Me pregunto: ¿cómo preparar dos sínodos sobre la familia sin involucrar “in prmis” a las mujeres? Sin las mujeres simplemente no existe la familia. Es insensato hablar de familia sin escicharlas. Creo que deben ser llamadas y escuchadas desde ahora, en la fase de preparación».
«Creo que las mujeres –continuó el purpurado alemán a quien Papa Francisco encomendó la relación de apertura del último Consistorio sobre la familia– deben estar presentes en todos los niveles, incluso en posiciones de absoluta responsabilidad. Es indispensable el aporte de la riqueza y de las capacidades intuitivas propias del genio femenino. La Iglesia sin las mujeres es un cuerpo mutilado. Muchas hoy están comprometidas activamente en los organismos eclesiales. ¿Podemos imaginar estructuras comunitarias, caritativas, culturales sin la presencia de las mujeres? Sin ellas las parroquias cerrarían mañana mismo. En la realidad y en la Iglesia “que sale”, prefigurada por el Papa, las mujeres son la vanguardia, se encuentran en las fronteras».
Kasper, en la entrevista con “Avvenire” recordó con las palabras de Francisco que «en la Iglesia la autoridad de los ministros consagrados y de los obispos no es dominio, sino siempre servicio al pueblo de Dios y deriva de la potestad de administrar el Sacramento de la Eucaristía. Entender, pues, el ejercicio de la autoridad vinculado con el ministerio ordenado en términos de poder es clericalismo. Esto se ve incluso en la poca disponibilidad de muchos presbíteros (sacerdotes y obispos) a dejar el control de papeles de responsabilidad que no exigen el ministerio ordenado a los laicos. En la “Evangelii gauidum” el Papa se pregunta si es necesario que el sacerdote esté por encima de todo. Esto, de hecho, da lugar a una cierta inmovilidad clerical, que a veces parece temer dejar espacio a las mujeres y, por lo tanto, reconocer el espacio que merecen en donde se toman decisiones importantes».
El cardenal también afrontó la importante cuestión de una mayor presencia femenina los ámbitos de decisión, indicando el hecho de que «algunos papeles en la Iglesia prevén el ejercicio de la potestad de jurisdicción que está vinculada al ministerio ordenado». Pero no todos los puestos de gobierno o de administración en la Iglesia, recordó, «implican la potestad de jurisdicción. Estos, pues, podrían ser encomendados a laicos y, por lo tanto, a mujeres. Si esto no se lleva a cabo, no se puede justificar de ninguna manera esta exclusión de las mujeres de los procesos de decisión en la Iglesia».
Las mujeres, explicó Kasper, «pueden ocupar puestos de responsabilidad en los organismos que, incluso en los niveles más elevados, no implican necesariamente la potestad de jurisdicción relacionada con el ministerio ordenado: por ejemplo en los Pontificios Consejos. En los Consejos para la familia, para los laicos (recordemos que la mitad de los laicos son mujeres), para la cultura, para las comunicaciones sociales, para la promoción de la nueva evangelización, por citar algunos. En los consejos, y en otros organismos vaticanos, la autoridad podría ser ejercida por las mujeres incluso en los ambientes más elevados y con plena responsabilidad». La presencia femenina, además, puede ser preciosa incluso «en las oficinas dedicadas a la administración, a los asuntos económicos, en los tribunales. Ámbitos de competencia en los cuales sobresalen las demostradas capacidades profesionales de las mujeres, aunque no hayan sido adecuadamente consideradas hasta ahora».
En cuanto a las Congregaciones, el cardenal precisa: «una mujer podría estar siempre presente en las decisiones y podría perfectamente desempeñar el papel de subsecretario. Por ello estoy plenamente convencido de que con las reglas canónicas vigentes se puede hacer algo en las Congregaciones, evaluando cada una de las posibilidades». Entre las congregaciones, el cardenal indica «la Educación católica, por ejemplo: basta pensar en el talento educativo de las mujeres y en los papeles que ellas desempeñan en este campo. Incluso en las Causas de los Santos sería precioso el discernimiento espiritual de las mujeres. Excluyo papeles de responsabilidad de las mujeres, por obvias razones, en las Congregaciones para los Obispos y para el Clero. Pero ya, por ejemplo, en la Doctrina de la Fe, existe una asamblea de teólogos que prepara todas las sesiones y todavía la presencia femenina es casi inexistente. Sin embargo tenemos muchas teólogas que son también profesoras en las Universidades pontificias. Un aporte de todas ellas sería deseable. Esto es mucho más evidente en la Congregación para la Vida Consagrada: el 80% de las personas consagradas pertenecen al universo femenino».
El criterio para evaluar las candidaturas, según Kasper, «debería tomar en cuenta la competencia y el espíritu de servicio. Obviamente, también las mujeres pueden estar motivadas por un afán de hacer carrera, siguiendo el modelo masculino. Hay algunas que manifiestan este problema, pero muchas otras no. Es necesario, pues, saber elegir con discernimiento a las personas correctas, no elegir a personas que respondan a dinámicas viciadas». El cardenal citó el ejemplo positivo de Mary Ann Glendon, profesora de Harvard a quien la Santa Sede «encomendó una tarea importante, enviándola como representante a las conferencias de la ONU , en donde desempeñó un servicio excelente, reconocido por todos». «Creo que un cierto número de mujeres como ella –añadió– podrían ayudar a sanar el clericalismo y el carrerismo en la Curia, que son vicios terribles».
En contra del carrerismo curial, Kasper afirmó: «El empeño con puestos a tiempo determinado podría ser un remedio. Se podría llamar a personas con experiencia pastoral, que tengan experiencia en las diócesis, en las parroquias, y encomendarles encargos a tiempo determinado. Por ejemplo por cinco años. Un periodo tras el cual algunos podrían permanecer, pero todos volverían a sus diócesis llevando la propia experiencia a la Iglesia local. Con esta perspectiva se podría eliminar el problema de las personas que actúan teniendo como único objetivo» la propia carrera.
Para concluir, Kasper se preguntó si es indispensable que «todos los secretarios de los dicasterios vaticanos sean obispos». En la Curia «hay una alta concentración de obispos –observó. Muchos desempeñan funciones de burócratas, y esto no está bien. El obispo es un pastor. La consagración episcopal no es un reconocimiento, es un Sacramento relacionado con la estructura sacramental de la Iglesia. ¿Por qué se necesita a un obispo para llevar a cabo funciones burocráticas? Aquí, según mi opinión, existe el riesgo de un abuso de los Sacramentos».
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