Jesús salvará su Iglesia / Pagola

Mis estudios en Roma coincidieron con la celebración del Concilio: pude respirar en primera persona el clima de renovación que se despertaba en la Iglesia; También tuve la oportunidad de escuchar directamente a algunos expertos: Bernard Haring, Karl Rahner, el Padre Congar, Hans Kung, Edward Schillebeeckx y otros. Con ellos se despertó mi vocación de trabajar por una renovación radical de la Iglesia. Mi estancia en Galilea, la primavera de 1966, viviendo en la casa franciscana de Cafarnaúm. Caminando por la orilla del lago y contemplando el amanecer cada mañana, conocí a Jesús.
En realidad doy absoluta importancia a Jesús y vivo dedicándome a liberar a su Iglesia de aquello que nos desvía de su Evangelio o nos impide volver a Él. Para comprender mi vida actual y mi mensaje, esto es lo más importante y lo más importante: quiero contribuir con todas mis fuerzas a volver a Jesús. Para mí, esto es lo más decisivo que puede suceder en la Iglesia en los próximos años. Quiero trabajar de manera humilde pero firme, para que en la Iglesia vivamos poniendo en el centro con mayor verdad y fidelidad la persona de Jesús, su mensaje y su proyecto de abrir los caminos al reino de Dios. Se trata de volver a quién es la fuente y el origen de la Iglesia, el único que justifica su presencia en el mundo y en la historia; la única verdad que a nosotros los cristianos se nos permite vivir. Se trata, ante todo, de dejar en manos de Dios encarnado en Jesús que es el único Dios de la Iglesia, el Abbá, el Dios de la misericordia, el Dios amigo de la vida, el Padre defensor de los pobres.
Estoy realmente convencido de que el futuro de la fe en los países occidentales se decidirá, sobre todo, en las parroquias y en las comunidades cristianas. El Papa Francisco puede renovar las instancias centrales del Vaticano, pero la Iglesia real es mucho más que el Vaticano. El Papa no puede hacer lo que es nuestra tarea. Ahora, en nuestras diócesis, la fe se está estancando o se está perdiendo, o está comenzando a renovarse. La renovación de nuestras parroquias y comunidades cristianas no se logrará mediante decretos firmados en Roma, ni como fruto de planes pastorales elaborados en las curias diocesanas. Ya es demasiado tarde. Sólo daremos pasos hacia la renovación que necesitamos en los caminos abiertos por el Espíritu de Jesús.
No escribo para desarrollar doctrina, ni para ilustrar la fe cristiana, ni para hacer propuestas teóricas pastorales. Escribo junto a la gente de nuestras parroquias, que vive su fe de manera sencilla, que reza, sufre y permanece en silencio, preocupada por el futuro incierto de la Iglesia. Lo mismo que en el tiempo de Jesús: esta gente sencilla no tiene problemas en acoger la Buena Noticia del Evangelio. En el pueblo cristiano se puede iniciar una reacción y fomentar la conversión a Jesucristo en los próximos años. Si estas personas de hoy conocen a Jesús en toda su frescura y están en sintonía con el Evangelio, nos llevarán adelante en todo momento. Solo quiero acompañar y animar este movimiento popular hacia Jesús. Solo Jesús salvará a su Iglesia.
Ante todo, tengo que decir que el Papa Francisco es un regalo.
Me sorprendí cuando, unos meses después de su elección, pronunció estas palabras. Me los sé de memoria: «La Iglesia debe conducir a Jesús: este es el centro de la Iglesia. Si no condujera a Jesús, sería una Iglesia muerta». Yo también lo he pensado muchas veces, pero no me he atrevido a decirlo. El Papa no habla de actualizar o adaptar la Iglesia a los tiempos actuales. Ni siquiera se detiene a recuperar las líneas de fuerza del Concilio Vaticano II. Nos dice que debemos volver a Jesucristo “quien puede romper los esquemas obsoletos dentro de los cuales pretendemos confinarlo”. Dice también que “hay que volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio.
¿Qué debemos hacer en estos momentos?
Sigamos haciendo como siempre, introduciendo pequeñas reformas en la liturgia o en la pastoral, pero partiendo naturalmente de una Iglesia que va perdiendo atractivo y credibilidad, o recuperemos cuanto antes el Evangelio y pongamos en el centro de nuestras parroquias y comunidades cristianas la persona de Jesús como fuerza decisiva, capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy y capaz de generar una fe nueva en sus corazones.
Estoy convencido de que es posible ‘refundar’ nuestras parroquias y comunidades a partir de una experiencia nueva, más directa y viva de Jesús y de su Buena Noticia. No veo otro camino más alentador. Jesús salvará su Iglesia.
José Antonio Pagola – San Sebastián