¿Más capitalismo moderno?
Gran expectación política por la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos de América en la Casa Blanca. Parece que el futuro del mundo depende de un solo hombre, parece que con su llegada cesarán algunas guerras y se volverá a respirar la paz.
Habrá que esperar, mientras tanto no podemos ignorar las señales que ya han llegado y no podemos pasar el tiempo mirando hacia otra parte.
No se trata de juzgar a un hombre, sino de registrar las muchas cuestiones que el poder de la economía, el poder de las finanzas, el poder de la tecnología relacionan con la política y viceversa. ¿Cómo afectará una relación desequilibrada al futuro de una democracia que ya está en dificultades?
El nuevo presidente electo de Estados Unidos ha elegido como asesor particular a alguien que ha colocado, y sitúa, los intereses y éxitos económicos en lo más alto de su escala de valores y se compromete a defenderlos eludiendo o intentando anular normas y reglas, como la diatriba enseña con un tribunal estadounidense intervenido por sus enormes salarios, conflictos de intereses, monopolios.
Puede que dentro de unos meses haya más claridad, mientras tanto, hay quienes dan la alarma y llaman a la vigilancia.
¿Habrá un movimiento de la sociedad civil y de la comunidad cristiana que haga oír su voz para romper el silencio de las conciencias del que se aprovecha el capitalismo moderno, que es también el resurgimiento de antiguos dominios y abusos de los fuertes sobre los débiles?
Si no hay una reacción ética y cultural, pagaremos por nuestra ingenuidad, por nuestra fe equivocada en un sistema sin límites y el precio será democrático y cultural más que económico.
¿Alarma excesiva? La respuesta, mirando a nuestro alrededor, proviene de señales interesantes, aunque aún débiles, de un movimiento alternativo en el que el pensamiento económico y el pensamiento político se entrelazan en la búsqueda del crecimiento integral e inclusivo de la sociedad. En nuestro país y en la Unión Europea este movimiento está creciendo y involucra cada vez más a las instituciones.
La esperanza es que se fortalezca un movimiento ético alternativo y se convierta en una conciencia crítica de los ciudadanos que no sean ingenuos ante un capitalismo moderno invasivo.
Paolo Bustaffa – Roma