+Michela Murgia y el ‘catolicismo clandestino’
Michela Murgia; (Cerdeña, 1972-Roma, 2023) escritora, dramaturga, ensayista, política italiana y, por años ejerció como profesora de religión, fue una voz intelectual tan fuerte y libre que está por encima de todas las líneas.
Pero este aspecto no es un detalle en la biografía de este protagonista de la cultura italiana, que murió valientemente de cáncer a los 51 años. Porque, al contrario, es una señal reveladora de la riqueza y de la vitalidad de ese catolicismo clandestino , a menudo periférico, que convive en paralelo con la crisis que afecta al catolicismo oficial como a muchas otras confesiones institucionales.
Pero, Murgia no era periférica, ni mucho menos, pero su fuerza consistía también en la capacidad de transfundir en su militancia cultural pública las experiencias de muchas mujeres que en las periferias existenciales (diría el Papa Francisco) han experimentado el continuo cambio de trabajo, de religiosidad popular , el acecho del machismo patriarcal, el asociacionismo católico, el debate feminista, la reflexión teológica propia.
Ahora, el libro que Marinella Perroni le dedica, Colloqui nopiùpossible (ed. Piemme), abre una mirada a este mundo de Murgia. Un libro arraigado en una larga amistad y sobre todo en un diálogo personal que continuó durante años sobre la fe, la historia, el feminismo y la sociedad. Impulsado por la creencia de que la muerte no puede poner fin a una relación.
Marinella Perroni es teóloga y feminista, fundadora de la Coordinación de Teólogos Italianos, ex profesora de Nuevo Testamento en la Universidad Pontificia de Sant’Anselmo. Y sobre todo tiene un temperamento intelectual apasionado como el de Michela Murgia. Le encanta dialogar en serio y se alegra cuando en alguna iglesia alemana ve monaguillas o lectoras con lápiz labial en los labios. Porque todo lo que ha oprimido y reprimido a las mujeres durante milenios debe ser archivado en la Iglesia.
En el libro recuerda su conversación con Murgia sobre Elisa Solari , teóloga de principios del siglo XX, tachada por el entonces obispo de Vicenza y el de Cremona de “pobre cabecita, tomada por el deseo de ser teóloga”. A veces es necesario revisar los archivos para comprobar de primera mano la abrumadora estupidez de las jerarquías. Michela Murgia se definió tenazmente como “católica” y no genéricamente cristiana. Porque, explicó, “mi encuentro con Dios es un encuentro en la historia y no fuera de la historia. Todo lo que he hecho en la vida, lo he hecho creyendo que soy parte del plan de Dios.”
Dios no es católico, como afirmó el cardenal Martini y como reiteró el Papa Francisco, pero un camino de fe debe vivirse en comunidad. De lo contrario, se convierte en un sentimiento individual genérico, una especie de placebo. Este es un tema candente en una fase histórica en la que las generaciones jóvenes tienden a separar su posible necesidad de Dios y lo sagrado de un vínculo con aquellas instituciones que históricamente han transportado la imagen de lo divino y sus dictados a través de los siglos. Y hay que añadir que la misma división se produce también en aquellas iglesias cristianas (luteranas, reformadas, anglicanas) que han avanzado más en el camino de la modernidad.
Perroni, introduce también otra reflexión: el declive paralelo de la religión y la política. Se podría añadir, más crudamente, incluso el declive paralelo del equipamiento cultural y de la capacidad visionaria de los cuadros eclesiásticos y del partido. No es exagerado. Desde muchos sectores, estudiosos de diversas disciplinas, desde sociólogos hasta teólogos, han notado el declive del sentido de “nosotros”, de comunidad , de empresa colectiva. El resultado parece ser un aparente espíritu libertario, pero en la desesperación de la vida cotidiana, la multitud privada de estar junta se vuelve cada vez más a la espera de un “Salvador”.
Dios salve al Queer es una obra de Murgia citada a menudo en el diálogo imaginario con Perroni. Se pretendía que fuera un catecismo feminista. Un estímulo para hacer comprender cuán profunda debe ser la renovación de la Iglesia frente a la revolución feminista. Queer es una hermosa palabra inglesa, significa extraño, extraño, excéntrico. Un impulso para abrazar la diversidad.
Perroni conecta esta apertura a la diversidad con un concepto fundamental para Michela Murgia: estar en el umbral. Pero no como lugar de tránsito, sino como postura de atención a las múltiples identidades existentes. La comparación libre e indómita con la Biblia y la “palabra de Dios” en este camino es fundamental. Murgia fue profesora de religión y nunca lo olvidó.
La Iglesia, argumentó, todavía tiene que dar pasos gigantescos, pero podemos permanecer dentro de ella y asegurarnos de que el ritmo sea más rápido. Y este esfuerzo implica también saber “perdonar a la Iglesia por no estar a la altura de la palabra de Dios, especialmente en relación con las mujeres”.
Marco Politi – Roma