Mujeres e Iglesia: Un tema no resuelto
Se produce un cambio importante en la segunda mitad del siglo XX, pero en la Iglesia todavía algunos nos siguen poniendo a un lado, invisibilizando, postergando.
Tradicionalmente la teología no tenía género, porque los únicos que hacían reflexiones teológicas eran hombres. Pero es en los últimos setenta años que las mujeres hacemos camino teológico. Hemos llegado a ser profesoras en las facultades de teología, cosa que anteriormente era inconcebible. Hemos logrado hablar con voz propia.
Hemos comprendido en las prácticas históricas de la Iglesia, en los textos fundacionales, como la Sagrada Escritura, inequidades que pasaban desapercibidas para los hombres. ¿Por qué? Porque empezamos a pensar que todo esto no es justo. Los hombres no habían caído en cuenta, no por cuestión de genética, sino por vivencia cultural, por la manera cómo nos relacionamos hombres y mujeres en la sociedad y dentro de la Iglesia. Ahora se produce un cambio en la segunda mitad del siglo XX, pero en la iglesia todavía nos siguen poniendo a un lado, invisibilizando, postergando.
Pero cuando surge el movimiento de Jesús y el de sus discípulos, se da un cambio radical. Probablemente en consonancia con la actitud misma de Jesús. Las mujeres en el mundo judío no podían entrar al templo de Jerusalén, no participaban en el culto, y había una estructura en la que el lugar central era el del sumo sacerdote, luego el de los sacerdotes, después el de los judíos. Finalmente se encontraba un atrio hasta donde podían llegar las mujeres. Las mujeres no podían ser discípulas de un rabino, de un maestro de la ley. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que hubo discípulas de Jesús. El Evangelio de Lucas nombra a siete mujeres. Son las mismas que se mantienen en las comunidades que surgieron después de la muerte y la resurrección, las que ocuparon puestos de responsabilidad codo a codo con los hombres en la difusión del Evangelio.
San Pablo nombra al lado de los hombres a las mujeres que contribuyeron a la difusión del Credo. Menciona a Febe, Pérside, Priscilla, Junia, Gise… Porque las comunidades de creyentes se reunían en espacios domésticos en las casas. No era una religión oficial, no era pública todavía, era privada y las mujeres podían llevar la voz en estos espacios hogareños. Después de que el cristianismo se convirtiera en religión oficial del imperio, entonces se hace pública y reemplaza a la religión romana. En ese entorno, la mujer ya no podía participar públicamente.
Recordemos las muchas rupturas que Jesús de Nazaret hace con su entorno está el haber permitido que las mujeres fueran Discípulas, cosa que no era permitido en el mundo de los maestros de la ley. Él es un maestro de la ley que interpreta y enseña durante el período en que las mujeres no se podían sentar a los pies de un rabino y lo hicieron a los pies de Jesús.
También, Jesús rompe con muchas de las prácticas del mundo judío. Por ejemplo, las prácticas de pureza ritual prohibían que un hombre se dejase tocar por una mujer y a Jesús lo toca una mujer. No podían entrar a la casa de un extranjero. Y Jesús va a la casa de un extranjero. No podían trabajar el sábado y Jesús dice, el hombre no se hizo para la ley, sino la ley se hizo para el hombre. El Evangelio muestra ese debate que se da entre los defensores de la ley judía y Jesús, que los contradice.
Y así en el tiempo las mujeres ocupaban un lugar de inferioridad con respecto a los hombres. Pero resulta que ha habido un cambio. S. Juan XXIII hablaba de los signos de los tiempos. Esta nueva presencia de las mujeres en la sociedad, codo a codo, hombro a hombro, construyendo la sociedad y ejerciendo en todo por todas partes. No únicamente cargos de segundonas de servicio.
La Iglesia es la mediación entre la propuesta de Jesús y las circunstancias personales del aquí y del ahora. Creo firmemente en el anuncio que hizo Jesús de que no nos dejaría huérfanos, que el Espíritu estaría presente y acompañándonos. Creo en el Papa Francisco y en su voluntad de introducir cambios que son difíciles de conseguir. Él está en la cúpula del poder de esta iglesia, rodeade de personas a quienes les cuesta trabajo aceptar las transformaciones. El Papa habla de la conversión eclesial, es decir, no quiere quedarse solo con un cambio en la Iglesia, que tiene que modificar las estructuras, también aspira a un compromiso mayor con aquellos que necesitan nuestra solidaridad.
Pero, les cuesta mucho trabajo aceptar una mujer como dialogante cuando han estado acostumbrados a ser lo que suele llamarse la iglesia enseñante y la iglesia obediente de la verdad. Entonces que podamos hablar de igual a igual los altera. No están preparados para eso. Ahora no solamente hay temores, recelos, inclusive rechazo entre los teólogos, sino entre las teólogas, porque hay algunas que sienten que las cosas están bien así, que para qué hay que cambiarlas.
Y los cambios solamente se producen cuando uno reconoce que las cosas como están no están bien.
Isabel Corpas de Posada / Doctora en Teología – ROMA