Cardenal: !Por el derecho a disentir!
Durante una de las sesiones del Sínodo de la Sinodalidad que se realiza en el Vaticano, el díscolo cardenal Víctor ‘Tucho’ Fernández planteó tajantemente que: “en la mente del Santo Padre hay temas que hace falta profundizar y solucionar antes de apresurarnos a hablar de un eventual Diaconado para algunas mujeres…Aprobar ahora el Diaconado femenino sería una especie de consuelo para algunas mujeres”.
En variados ambientes eclesiales no solo del ámbito femenino estas palabras poco reflexivas y poco prudentes con un necesario diálogo en torno a la cuestión del Diaconado femenino, han sido motivo de fuertes comentarios y no poca crítica fraterna. También en los pasillos vaticanos algunas altas jerarquías eclesiásticas comentan que de nuevo habla por el Papa Francisco el ‘Tucho’.
Nos parece oportuno y justo exponer otro pensamiento en este delicado y postergado tema de la participación de la mujer en la Iglesia. No con ánimo de polemizar con el desatinado cardenal, sino que ayudar a ilustrar –con fundamentos serios– al público católico que cada día quiere más certezas que imposiciones ambiguas que a veces atropellan la legitima libertad de palabra dentro de la Iglesia.
Lo que es innegable es que las mujeres ejercieron roles decisivos y de liderazgo en las primeras comunidades cristianas, siempre acompañando y asistiendo en todo a Jesús. Pero poco a poco a través de los siglos el ‘poder eclesiástico’ se asimiló a estructuras claramente imperiales. Sin embargo, siempre hemos de tener presente este hermoso testimonio de una mujer sobre el Nazareno: ‘muchos samaritanos de aquel pueblo creyeron en El por lo que la mujer les dijo‘ (Juan 4,39).
Reflexión ad hoc de la teóloga Margarita Pintos de Cea-Naharro:
‘La patriarquía se ha apropiado de la eclesialidad y se la ha negado a los laicos y, muy especialmente a las mujeres, alegando razones teológicas e históricas que, son infundadas. La apropiación de la eclesialidad comporta el ejercicio de todas las libertades y los derechos, que son irrenunciables y sobre todo ¡el derecho a disentir! Esto exige participar en el gobierno de la comunidad, elegido y ejercido democráticamente, sin cortapisa alguna. Para ello hay que poner en marcha un proceso de democratización, que exige un cambio en la organización, pero también en la forma de vida. La consideración de todos como sujetos eclesiales invalida la oposición entre clérigos y laicos, jerarquía y pueblo’.
‘Les recomiendo a Febe, nuestra hermana y diaconisa en la Iglesia de Cencreas’ (Rm 16,1).
Jaime Escobar Martínez / Director de revista ‘Reflexión y Liberación’
Santiago – Madrid – Roma