Lo que queda del Vaticano II
La mayoría de los obispos que llegaron al Concilio Vaticano II no entendían por qué y para qué habían sido convocados. No tenían proyectos Pensaban como los funcionarios de la Curia que el Papa solo podía decidirlo todo y no era necesario convocar un Concilio. Pero había una minoría muy consciente de los problemas en el pueblo católico sobre todo en los países intelectualmente y pastoralmente más desarrollados.
Lo que queda del Vaticano II
Hoy, las reformas logradas por Vaticano II nos parecen muy tímidas y totalmente inadecuadas por su insuficiencia. Habrá que ir mucho más lejos porque el mundo ha cambiado más en los últimos 50 años que en los 2.000 años anteriores.
De Vaticano II destacamos lo siguiente que debe permanecer como una base para las reformas futuras:
– El retorno a la Biblia como referencia permanente de la vida eclesial por encima de todas las elaboraciones doctrinales ulteriores, por encima de los dogmas y de las teologías.
– La afirmación del pueblo de Dios como participante activo en la vida de la Iglesia, tanto en el testimonio de la fe como en la organización de la comunidad, con una definición jurídica de derechos y con recursos en los casos de opresión por parte de las autoridades.
– La afirmación de la Iglesia de los pobres.
– La afirmación de la Iglesia como servicio al mundo y sin busca del poder.
–La afirmación de un ecumenismo de participación más íntima entre las Iglesias cristianas.
– La afirmación del encuentro entre todas las religiones, o pensamientos no religiosos.
– Una reforma litúrgica que use símbolos y palabras comprensibles para los hombres y las mujeres contemporáneos. Las comisiones formadas después de Vaticano II dejaron muchas palabras y símbolos totalmente sin significado para los cristianos de hoy y obstáculo para la misión.
El cristianismo es comunitario. Pero las formas tradicionales de comunidad tienden a debilitarse. La misma familia perdió mucho de su importancia porque los miembros de la familia se encuentran menos. La parroquia actual perdió el sentido de comunidad. Están apareciendo muchas nuevas formas de pequeñas comunidades basadas en la libre elección. Esas comunidades tendrán la capacidad de celebrar la eucaristía, lo que supone una persona apta para presidir la eucaristía en cada grupo de unas 50 personas. No hay ninguna dificultad de doctrina, porque en los primeros siglos la situación era esa y no hubo problema. Esto es fundamental porque una comunidad que no se une en la eucaristía, no es realmente comunidad cristiana. Los sacerdotes a tiempo completo estarán alrededor del obispo de cada ciudad importante para evangelizar todos los sectores de la sociedad urbana.
Claro está que no sabemos cuándo o cómo se llegará a eso. Es poco probable que un Concilio que reúna únicamente obispos pueda descubrir las respuestas a los desafíos del tiempo. Las respuestas no vendrán de la jerarquía, ni del clero, sino de laicos que viven el evangelio en medio del mundo que entienden. Por eso tenemos que estimular la formación de grupos de laicos comprometidos al mismo tiempo con el evangelio y con la sociedad humana en la que trabajan.
Vaticano II quedará en la historia como una tentativa de reformar la Iglesia al final de una época histórica de 15 siglos. Su único defecto fue que vino demasiado tarde. Tres años después de su clausura estaba cayendo en la mayor revolución cultural del Occidente. Sus detractores lo acusaron de todos los problemas surgidos de esa revolución cultural, y, con eso, lo mataron. Pero Vaticano II permanece como una señal profética. En medio de una Iglesia prisionera de un pasado que no sabe superar, es una voz evangélica. No pudo reformar la Iglesia como quería, pero fue un llamado a mirar hacia el porvenir.
Aun hay movimientos poderosos que predican la vuelta al pasado. Tenemos que protestar. Cuando personas que nada entienden de la evolución del mundo contemporáneo y quieren refugiarse en un pasado sin apertura hacia el futuro, tenemos que denunciar.
+José Comblin