Adoración y Comunión / Paul Buchet
Recientemente se celebró la solemnidad de la fiesta del Corpus Christi. En una parroquia, se celebró la misa dominical y antes de despedir a los fieles, el celebrante mandó un diacono para traer en procesión la custodia con el Santísimo Sacramento para su adoración en el altar. La asamblea se sorprendió pero siguió devotamente a este rito antiguo.
En los siglos pasados, esta práctica de la Adoración del Santísimo ha sido muy popular en la Iglesia católica. Antes del concilio Vaticano II, una liturgia de adoración concluía, en la tarde, las celebraciones dominicales. Era un culto con cantos gregorianos, incienso y bendición final del Santísimo. Las parroquias organizaban anualmente procesiones en las calles, el sacerdote llevaba el Santísimo caminando debajo un baldaquín escoltado por los fieles. También existía una tradición de “horas” de adoraciones programadas por turno en las iglesias. Actualmente, esta práctica de la adoración del Santísimo, la mantienen el clero en sus retiros y algunos movimientos espirituales. En el momento crítico de la Pandemia, un obispo sobrevoló su ciudad bendiciendo la población con el Santísimo.
En la historia, esta devoción de adoración del Santísimo surgió de la costumbre de mantener reservada en un tabernáculo unas hostias consagradas para llevar la comunión a los enfermos. El comulgar en las misas no era popular, sólo podían comulgar los que habían hecho su primera comunión , y estaban confesados y perdonados de sus pecados, además debían observar el mas stricto ayuno. Solamente, se obliga confesarse y comulgar por lo menos una vez al año. Con esta práctica eucarística restringida se entiende que se extendió la devoción de la adoración del Santísima. Fue en el siglo XIII, que Santo Tomas de Aquino reforzó con toda su autoridad teológica esta devoción promoviendo su práctica tanto pública como privada. Las palabras de los cantos gregorianos que nos quedaron celebran la presencia sacramental de Cristo como un misterio, unas creencias que escapan de la capacidad de los sentidos, y que recuerdan el mandamiento de Jesús en la Ultima Cena que invita sus apóstoles a recordar su cuerpo y sangre compartiendo el pan y el vino, un alimento que fortalece vivir el destierro de esta vida…
La adoración no es un acto religioso particular al cristianismo. Los hinduistas, los budistas y los musulmanes califican de adoración todo acto, actitud, sentimientos o palabras para honrar a Dios. Para algunos es una búsqueda para unirse, asemejarse, transformarse o someterse a lo sagrado. Los cristianos , ellos , construyeron iglesias y catedrales donde rendir culto a Dios con oraciones, cantos, lecturas de la Biblia, predicas y lo esencial que era la acción de gracia que actualiza la presencia “sacramental” de Cristo. Por las pocas practicas popular del comulgar, entonces, el acento se puso en la “presencia real” adorada y venerada del pan y vinos consagrados. En el siglo XVI, las divergencias de la Reforma crearon malentendidos que llevaron una parte de la cristiandad a abandonar esta devoción eucarística.
Hoy, en la Iglesia católica, después del Concilio Vaticano II, la mentalidad religiosa cambió. Se acentuó la participación comunitaria. La vuelta dada a los altares y el uso de la lengua vernácula hicieron buscar una mayor cercanía de Dios pasar, la reverencia y la adoración de la liturgia antigua pasó en segundo plano. Se actualiza la presencia de Cristo rememorando su muerte y resurrección. Es Él que nos invita “sacralizar” el pan y el vino, su cuerpo y sangre para que nos compenetrásemos de su misma vida.
Sin embargo, el clero y la feligresía que envejecieron no se olvidaron del todo de la liturgia misteriosa y enaltecedora, casi mágica a un Dios distante en su majestad, se destacó especialmente la consagración , se sigue un comulgar infantil en la boca, los monaguillos, los arrodilladamientos, el incienso… .A pesar que la comunión se popularizó, las celebraciones de las misas tienen la dificultad de crear un espíritu comunitario que manifieste la presencia de Dios. En la Iglesia, se vive una confusión: un superávit de expresiones teológicas en una serie de ritos ( cantos, confesión de pecados, alabanza a Dios, petición, 3 lecturas, predica, confesión de fe, oraciones universales, ofrendas, acción de gracia sacerdotal, consagraciones, Padre nuestro, gesto de paz, comunión, bendición final). Reconozcamos que el nivel de los discursos debe mejorar porque la población es más educada. El formalismo tolerado por los bautismos, matrimonios y funerales es nocivo. Las parroquias y movimientos no asumen la severa secularización de la sociedad, no asumen la profusión de religiosidades que se expanden a través las redes sociales en que cada uno crea su Dios a su manera congeniándose con el Zen o el Karma.
Las breves autocriticas hechas no provienen de ideologías foráneas al cristianismo como algunos lo sostienen. Seria desconocer que la iglesia de todos los tiempos ha siempre utilizado las ideologías para expresar su mensaje. La Iglesia primitiva surgió del mundo del Antiguo Testamento , del judaísmo, la Iglesia medieval se enmarcó en las estructuras y mentalidades señoriales, en la época del racionalismo, se construyó toda una teodicea, el despertar socio político de la humanidad llevó el catolicismo a adoptar el personalismo por su moralidad … Tenemos un compendió excesivo de creencias, de vocabularios, de conceptos, de interpretaciones , de sensibilidades que evolucionaron y se perfeccionaron en la historia. Por esto necesitamos primero una auto-evangelización para, después, evangelizar a los demás. La verdadera partida de una nueva evangelización es el sentimiento de sentirse perdido en la selva o navegando en una barca que se hunde en las olas del mar. ¡Qué bien que la liturgia abandone muchas imágenes patriarcales de Dios! ¡Qué bien se busque fomentar lo comunión más que adoración! La cristiandad deberá volver a ser religión del amor, abandonando las culpabilidades irremediables contando con una misericordia fácil, debemos salir de una obediencia infantil, dejar de buscar meritos para el cielo, asumir su fe y no transferirla a una institución de su conveniencia.
Para evangelizar no se debe cargar una mochila de formación religiosa, ni recursos espirituales especiales, basta con tener la valentía de colocarse frente a los grandes problemas existenciales y sociales de nuestro tiempo. Nuestra vida y la de los demás es el desafió. No hay camino, no hay timón solo está la decisión de salir adelante. La evangelización es esencialmente “diálogo” y por esto el evangelizador debe empezar por dejar su religión “en pausa” para entrar en la sensibilidad secular sin a priori. Allí encontrará su vida pagana y luego, la vida de nuestro mundo que busca sobrevivir.
Sin duda la evangelización tiene en vista las personas, se evangeliza en familia, en pareja, en las conversaciones de todo tipo. Pero son los dramas globalizados de nuestra sociedad que conviene priorizar en el dialogo.
En primer problema es el “miedo” que reina en todas partes. No son solamente los peligros íntimos de cada uno: de la calle, de la salud, del error, del fracaso, la precariedad, de la muerte… Los medios de comunicaciones sociales y las redes sociales desparraman cuantos terrores, de películas, también reales: asaltos, accidentes, dramas problemas sociales, naturales.. . El evangelizador no tiene ninguna boya de salvamento que tirar. Su primera preocupación será de revelar la amplitud de los problemas, sus urgencias, la conciencia o la ignorancia, las disposiciones al respecto, las soluciones buscadas. Poco a poco podrá llegar a escuchar y a interrogar sus interlocutores para conocer esos miedos en más profundidad. Enseguida compartirá los recursos humanistas y religiosos que se les aportan. Al final después escuchar las posturas de los demás será el momento para el evangelizador testimoniar de su fe personal en Cristo. Seguro que la reflexión compartida le habrá hecho descubrir la buena nueva que Dios anunciada para el mundo. A partir de los intercambios realizado en el dialogo la fe se concretizará como testimonio personal.
Otro problema que involucra toda la sociedad es la “violencia”. Hay violencia individual, de sexo, enfermiza, grupal, violencia de rivalidad económica, cultural…Vale la pena que si una parroquia o un movimiento quiere preparar evangelizadores, los reúna en grupos para ejercitarse a dialogar y profundizar la envergadura del Mal de la Violencia , sus dificultades, sus víctimas, sus soluciones aplicadas, los planteamientos que existen al respecto… dónde y cómo nace la violencia sus interpretaciones . En todas conversaciones, se puede hablar de las violencias “toleradas”, las violencias del pasado, las amenazadoras… Por cierto no basta denunciarlas y restringirlas a problemas morales. ¿ sirven las leyes, las espiritualidades, las manifestaciones al respecto… Entre cristianos, después de haber dejado, un tiempo “la fe” en pausa, y escucha los aportes de los participantes del dialogo será necesario volver a la Palabra de Dios para entender lo que puede decir Dios a nuestro mundo violento..
Existe otro problema que merece una preocupación especial para la evangelización. Es el Progreso Humano. Hemos vivido un auge de medios de comunicación y de informaciones. Existe un desarrollo increíble de algunos sectores y por otra parte unas marginaciones y migraciones. De un lado: ilusiones del poder y de las riquezas, para otros: frustraciones, rechazo y rebeldía. El futuro individual de cada uno, igual que el futuro de la humanidad son perspectivas que crean una “angustia” general. La crisis ecológica complica los sueños y las fantasías especialmente en las nuevas generaciones. Las iglesias no dan suficiente importancia a esta incertidumbre de la gente frente al Progreso. El tema del Reino de Dios “en” la tierra esta a menudo dejado de lado. Los evangelizadores, sabrán callar y reconocer los vacíos de fe en la materia. Después de intercambiar acerca de las angustias secretas , de las mentiras de la publicidad comercial, el evangelizador abrirá el tema difícil de la esperanza, del más allá o del cielo. En los funerales, evangelizar sería llegar a hablar de Dios y del destino humano. Celebrar y recordar la vida de los difuntos no es ninguna evangelización.
¿Cuál es el mayor de los mandamientos?… Unos viejos catecismos contestaban: “Adorar a Dios por encima de todo”. En realidad, el evangelio contesta: (lo mejor) es “amar a Dios y al prójimo”. La evangelización es el cumplimiento de este mandamiento.
Paul Buchet – Temuco
www.reflexionyliberacion.cl